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Víctor Toledo

Poeta mexicano Víctor Toledo

Poemas:

Retrato de mi padre en medio de la zafra

Padre, ¿no confundiste el mar de cangrejos azules con la porfía del horizonte?
Me preguntas por qué no he escrito sobre tu muerte
¿y acaso tú estás muerto? O sólo tu brillo bonachón se encuentra en otra parte
emborrachándose con cervezas solares en los colores de anonas anodinas de la tarde.
Dudas por qué no he escrito sobre tu lejanía
sobre tu amado resplandor selvático, pestaña azulmorada en que se pierde el sol
y por eso reclamas que a mi madre
no termine de explicar por qué no te has ido
y se seca asida a la ácida tormenta de tu ausencia, más sabia que Descartes.
¿Por qué no supe de tu muerte
no traté de contener tu nueva cacería
y sofocar a tiempo el rumor de hojas secas que llegaba de la mar?
Cuando anuncias tu derrotero a la selva blanca
lo haces con tristeza sin rumbo ni medida
¿por qué me detuve y no escribí al fin del mundo?
Donde la luz se une con la oscuridad y el cielo rompe el cascarón
qué tristeza de amor qué larga lluvia fresca
qué sol tan despiadado con los ojos
que muestra la esencia la más desnuda ausencia
y afloja las vendas de la luz.
Padre mío, hijo mío, mi dulce niño,
tanto he sufrido que ya no quiero oír
mi corazón a la deriva tropical
vivo en un río sin cauce ni color sin causa razonable ni sabor
yo que tanto soñé hundirme en él
pez ola
alirón de sus ondas volverme átomo rampante de su espuma
surgir delfín de brillos nadar en él como su alma
alegre solitón persiguiendo sirenas de espejos enlamados en la piel.
¿Recuerdas cuando íbamos al río y él venía de nosotros?
Padre, me regalaste mi nagual: un juguetón felino enamorado.
Pescábamos para jugar a ensartar el azar y atarlo al tiempo
así nos pesca rumorosa aquella en su momento
como antes de la tromba que envuelve en la gardenia a la sabana
y nos separa de las turbias espumas del amor.
Partimos el dolor con nuestras vidas acurrucadas al filo del amor
filial alcaraván— arroja la víbora contra las elevadas rocas
desayunamos auroras encendidas con anguilas amarillas
subimos hasta el sueño
hasta topar con el cielo o con la nada pues no podía subirse más.
Todo lo dejamos lo olvidamos el destino herido escapó
y el ciervo marinero y el agua despeinada persiguiendo su vapor.
La tormenta cerca al misterioso velador que nunca pude ver
porque hoy el humo nació para enraizarse:
por la selva incendiada corre encendido el rumor de que te fuiste
de estos días idos de los años idus de las orquídeas que se volvieron voz del viento
briza de luna, rumiar y sueños de tamborcitos jabalíes, ardiente pezón de las colinas
por la selva corre el rumor en que te alejas
un solo respiro incendiado de color
y eres un cedro rojo tu alma una ceiba azul
doblándose al peso enarbolado de calor.
Los días son manadas desfogadas de venados
grabando para siempre las figuras danzantes del fogoso pánico en los ojos
podridas palabras reptan o se retuercen de dolor
vuelan las aves espantando sueños no tocados
y el xochicuáhuitl se derrumba con su constelación
por la furia del fragor uno que otro tigre salta
y salva la selva su esplendor
al confundir su piel vertiginosa con el voraz incendio
y mientras caes recuerdas las veces que saltaste al cuello de la ninfa
cuando a mamá la heriste para siempre
cuando te hiciste en los negocios de la vida de un salto un señorón de trajes anchos
(gruesas telas tejidos frescos exquisitos: grano de pólvora, tul de la espuma cáñamo azul y sombreros panamá)
cuando con el Ford 57 fundas los Transportes del Sureste:
abrirían las vírgenes extensiones acompañados de verdes nubes de la algarabía
estremecimientos de mares algas escandalosos vuelos penetrantes y tribus
de monos curiosos —llorando inconsolables si les herían su compañera
(quedan a compartir su muerte).
Padre, la selva se quema y no es raro en estos días
azafranadas zafras desbrozan las almas que se fueron
descontarán los cantos canteras de vegetación
los árboles vivientes praderas de pecados
raíces enterradas en densa gravedad
y en un solo día un solo instante
todo se quema y borra sin razón en el delirio de los insectos del fuego
sal azul de salamandras—
lo que con tanta paciencia prosperó
el tráfago del mar, el tragaluz de la amargura
sus ramas afiló pulió sus hojas traficantes
la selva parecía tranquila, ¿a quién le era más útil de estos días el resplandor?
este brillo maravilloso de otros tiempos que en el hinchado cielo se hunde
recoge y humedece para siempre en tierno mar eterno
de sonidos internos
art deco desquebrajándose en el óvulo del aire
como si alguien quebrara estruendosamente ramas en la hoguera
como quien quiere darse así color, valor, calor,
en la última forma
de la oscuridad.

Yo tenía un búmerang

Yo tenía un búmerang
y un perro coli
cada vez que lanzaba el búmerang
regresaba la cola del perro
zumbando
de no sé dónde
de una casa de la infancia
de un día ahogado en medio de la luz
sobre un llano luminoso.

Yo tenía un coliperro
y un búmerang
cada vez que lanzaba al perro
el búmerang regresaba
meneando la cola
no sé de dónde
de un día maravilloso
mas solitario de la infancia
villa dorada del mar
de la casa de la luz justo en medio del azur.

Yo tenía una cola de búmerang
del cielo asomaba
era su ala desprendida
cada vez que la lanzaba
de no sé dónde, cada ave,
desde un día
desdoblado de otra infancia
retornaba tiernamente de lo eterno.

Yo tenía un búmerang que era un perro
cuando lo lanzaba.
Yo tenía un perro que era un búmerang
Cuando lo lazaba.

Cuando estaba lejos era un colibrí
Cuando estaba cerca era un caribú.

Pero yo tenía una era
un colibúmerang
que siempre doblaba del cielo de la caza
de la infancia eterna de la interna luz
con los ojos luminosos de linterna
ahogados de inmortal felicidad
venida de la casa limpia del azul
Desde un día que tiene su ola yo sé dónde.
Traía entre las patas el trote de abril
traía entre las alas más de un marabú.

Cada vez que lo lanzaba taladrante
cada beso, cada ave, cada suave
cada vuelo, cada suelo, cada ala
cada ola, cada cola, caracola
cada alma
cada oro, cada hora, cada ahora
el corazón, cada razón, cada sonar
cada deseo
y Odiseo, cada hada y oda sea
cada Oído
doblando desdo-blando
perforaba la esquina más vertiginosa
más brillante, más pura y más redonda
del cielo más ladrante.

Es un canto

Hay un canto que si dejara salir
Rompería el cristal del universo
Es un canto que guarda todo lo que he querido amar
Y no he podido
Hay un canto que ha amarrado mi verdadera pasión
Tan poderosa que al sol derretiría
Desbordaría los océanos, terminaría el infinito.
Un canto que esconde todo lo que he querido solitariamente
Y que si hubiera tenido su otro igual correspondido
Aquél se hubiera transformado
En un lago, una estrella, otro planeta
Que hoy no existe.
Hay un canto que enlaza las más bellas y hondas canciones en el mundo
Pero que no se agota
Es un canto tan alto
Que hace brotar los hongos en la luna
El hades en el cielo
Y el paraíso en las palmas de tus manos.
Es un canto que es las almas de los muertos renacidos
Es el canto de todos los deseos incumplidos
Es el canto que nos levanta
Cada día para vivir
Y que sabia, humildemente se conforma con callar
Para no afectar el cuerpo que lo carga
Pues sería por todos destrozado como un loco.
Es el canto que cultiva mi jardín
Y hace aparecer sus flores
En otra constelación
Y en la galaxia perlada de tus senos.
Tan hermoso es este canto e inmortal
Que he decidido soltarlo poco a poco
Para que no se muera con mi cuerpo
Al que hace longevo y sin final
Para que cuando yo me vaya salve al mundo
Es un canto que todas las lenguas del orbe
Apenas contendrían
Que expresa todas las teorías que pudieran existir
Y el secreto más profundo de la vida.
Es el canto que he escrito para ti
Y que sólo por ti podría ser contenido y cuidado cuando salga.

Tiki

Yo tenía una gata
Se llamaba Tiki:
“Flor bonita” en zapoteco
Brotó cuando yo nací.

Crecimos tan juntos
Que me crie en su sangre

En un río profundo
Ronroneando ron,
Mar me murmuró
Ahogado de sol.

Cumplí quince años
Y se me murió.

Veía con sus ojos
—Vacío de oropeles—
Luna de oro y mieles,
El sol era un ángel
Con alas núbiles.

Sé hablar con los gatos
La cósmica lengua
Pues soy un felino
Y soy un poeta.

La ingrata Kontiki
Me llevó a otro lado
Del tiempo y del mundo
Lejos de mi infancia
Y de Flor Bonita.

Pero sé que ella siempre está mirando
Con sus ojos verdes a través del mar
Con sus ojos rojos a trasluz del tiempo
(Más allá del mal), el oír que salva
(Y el río en la selva:
Su cola que mueve
A la oscura noche)

Y cien mil estrellas cintilan sus ojos
Si allá arriba corre, si en arribo salta:
Pergaminos blancos
Sonoros del mar.

Mueve sus orejas y surgen los versos
Con la voz del Viento

Para confirmarme
Que yo no estoy solo
Que ya no estoy solo.

Continuación del sueño de John Donne

Iosiv Brodsky se ha dormido, se ha dormido su John Donne
y su Pushkin, su Platonov, se han dormido
y su Shestov.
Duermen sus amigos, las campanas cristalinas del invierno
en el enojo de su maestra Axmátova y el corzo en el soto nervioso de su mano.
Duermen sus largos versos de halcón y el divertimiento mexicano para Octavio Paz.
Los “versitos de Pasternak”, su amigo Derek y el Reino del Caimito
y al descuerdado corazón de Mandelshtam
no despierta el tambor de Mayakovsky.
El todo sueña con la nada, el agua sueña con el fuego
el sueño sueña (sólo Ulises dobla el arco del tiempo)
su tonta asíntota triunfar: sí hay regreso
Y la flecha emprende eterno vuelo, detenida.
Duerme el latido de la púrpura en su lecho cardiovascular
el rítmico látigo del padecimiento: su puño azul cansado fuma
y sueña el humo de su cigarro-pluma, sueña la realidad
y el mundo despierta en este sueño.
Duerme el mínimo polvo de las alas de las mariposas
el oro de la punta de las estrellas y el polvoriento polvo de las olas
el polvo del universo duerme
en su color azul.
Iosiv Brodsky sueña que el orbe duerme al fin
la esfera se ha dormido y sueña que el bardo arrulla el fin
Iosiv por fin despierta y ve:
vigila el sueño de sus padres con los que ya se reencontró
(se posaron convertidos en cornejas
en el hilo destensado del teléfono (su cordón de plata umbilical).
Y el cajón de cuarto y medio de Leningrado también sueña
en la caja infinita de los versos.
Sólo la selva espesa del blanco de la nieve
mantiene su vigilia escandalosa y grita su insomnio: todo duerme.
La nieve sueña el sueño del poeta, el afilado brillo del diamante del norte.
Los traductores y reseñistas sueñan volando sus versiones
hacia los suplementos del domingo
y talan epitafios para estar con él, talan bosques, talan tumbas
tallan las durísimas caras del tiempo
pues todo sueña pero la nieve de la oscuridad no había caído tan seca
y tan espesa.
Toda la época descansa con su último poeta.
El sueño comunista y el camino americano duermen juntos
Y la odiada profusa pro-rusa prosa rusa
es la almohada pedestre del ligero inglés
“y cada verso hermana a otro, aunque en sueños se musiten:
‘hazte a un lado’” sueñan
suenan las cadenas de mentiras: Don, don
y los tirajes, los señuelos de las señas
duermen
eslavos eslabones y esclavas del color
las levas en las naves que se elevan.
Y más allá del Neva o del Mississippi
donde silban sus sueños sinuosos las serpientes
más allá del Volga o del Colorado
ladran los ladrillos
de largometrajes y los acetatos
de la industria del sueño —las paredes de agua— se revientan.
Nadie los perturba, el cielo —no la nada— enturbia y los masturba.
Un diluvio de estrellas una cauda de cometa
una herida de luz abierta en el oscuro velo
una mandarina derramando estrellas
una roja boca estandarte y la negrazul bandera
vagina blanca, se abren para recibir tu sueño.
Sueña la larga venida de la lluvia de Tarkovsky en la pared
y el grito cristalino de la mar
azur azoro del azor
que “cae” como el poeta: cuando asciende.
Cae para elevarse en un sueño de plumas
cobijando al mundo:
“nieva, Neva”

Biografía:

Víctor Toledo, cuyo nombre completo es Víctor Manuel Contreras Toledo es un poeta y traductor que nació el 22 de noviembre de 1957 en Córdoba, Veracruz, México y es considerado integrante de la generación de “Los Cincuenta”. Además de sus obras en el género de la poesía ha traducido a los mejores poetas rusos y es creador de los Rosagramas (sonetos-caligramas en forma de rosa). También ha firmado algunas de sus obras como “Manuel Contreras”.

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