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Víctor Manuel Cárdenas

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Foto por Nick Morrison en Unsplash

Poemas:

Micaela

*

Aquí estoy,
celebrando tus primeros cien años.

Una tarde de agosto,
con el azul de las hortensias,
confesaste al punto de una lágrima:

Dios se olvidó de mi.

Olvidada del oído y del odio,
no escuchaste
mi respuesta:

No es asunto de Dios,
es tu constante
primavera…

Sonrió,
agradeció con besos la visita
y nos regaló las galletas que le regalamos
hacía
treinta minutos:

Las hice ayer por la tarde,
ojalá les gusten.

*

De niña de pueblo,
hija de la tierra,
subió ágil
a joven de componendas.

No fraguaron las negociaciones
de la hija ojozaul
con el hacendado de enfrente.

Llegó la Revolución con sus armas
y se ocultó
debajo de la cama.

Sus once años se pierden
en batallas interiores,
en noches de espanto
donde nadie sabe
el cuándo ni el porqué.

En esos días
las sábanas eran remanso
pero las sábanas no llegaron
por esos días.

Fue al río
y escuchó las campanas de Gabriel
como quien la llamaba a misa.

La hizo feliz.

No se niega
a celebrar la victoria.

*

Después de la ceremonia
con los debidos respetos
a San Miguel y a Santa Micaela,
en salones y terrazas
abre la fiesta.
Regalos,
botanas,
carnitas,
carnes asadas y moles;
cerveza,
botellas,
mariachi…

Tres horas después
de tantos abrazos
Micaela
regresa a su habitación;
pide que la dejen sola;
sube un poco los pies
en la piecera del sillón;
toma su tejido,
enfila el gancho
y tararea
Solamente una vez…

Se queda dormida
mientras gritos,
guacos
y tamborazos
invaden las calles de Comala.

Una camisetita
le rueda entre la piernas.

Nadie escucha el
clinc
clinc
del gancho
al resonar en el piso.

*

Señora de la Noche: protege a Micaela de la soledad que desconoce; que por su sombra no crucen más los ríos funestos de la revolución, el eclipse de los templos cerrados, las furias del secuestro de su hijo. De sus muertos ella se permite depositarlos aquí y allá, en la habitación de sus entrañas. Tú vigila, por favor, dale la gracia de no padecer el infierno que hemos construido y habitamos. Todos te lo pedimos, señora de la Noche: déjala soñar.

*

No vas a morir. Tu cuerpo de parota cada año florecerá en la luz intensa de las primaveras. Déjame escuchar tu corazón de niña tierna, deja que mis manos acaricien tu piel, tu rostro, tu pelo abierto y destrenzado; deja que mis ojos dibujen el mar infinito de tus ojos: Soy Gabriel, Micaela: no descanses en paz.

Introito

No es necesario gritar a las cuatro esquinas que nos destruye el tiempo. Tú lo sabes. La casa te vistió de sepulcro y estás descalza, desnuda ante una ventana poblada de pancartas y silencios. Ocurre esta noche el balbuceo de los frutos maduros, la voz de un animal destrozado sobre su pronta sangre. Son las dos y te rodean Naquem, Nicaragua, El Salvador, labios de bocas sin dientes pidiendo pan. No es necesario beberse a los árboles para entregarse a la muerte, basta tu sexo recibiendo el impulso de puñal para blasfemar frente a las ciudades, frente a los ríos que ruedan con sus ojos ciegos. Puedes pasar la noche cubriéndote del frio con las pancartas, con las voces de los muertos colgando de tu nariz. No hay más verdad que la que observas, la que te impide dormir, la que te avienta a la calle para ser pisoteada en el asfalto.

Crónica 2

Recorrer las calles me vuelve extraño,
intruso, extranjero.
Compro un ate azucarado para detenerme un poco
en el otro que soy.
Veo mis ojos sonrientes de dos años y estoy festivo
con traje azul
y un barquito bordado.
¿Cuándo conocí el mar?
La ternura es una flor que me distingue
en instantes memorables
de los que no existe el recuerdo.
¿Cuándo conocí el mar?
Ya no son los guayabates como antes
o quizá el tabaco
impide moverme
en los bordes de un río
que permanece distinto
en el mismo sitio.
Es falsa esta ciudad: decir aquí nací
es un afán de recuperación
por boletas
y archivos.
¿Cuándo conocí el mar?

Definitivo

Todo acto de consumación
exige reposo.

Herencia

En memoria de Gabriel H. Morales

Vivo ahí, en la casa que dejó para nosotros. Es ésta,
transparente, dichosa, el minuto en la vida breve
de mi hijo en asombro.
¿Recuerda alguien la zumba,
el balero, el arte fugaz de un trompo en desafío?
Las palabras enormes duermen dormitan en poemas obtusos,
serpientes-escaleras que mueren en sí.
¿Para qué
tanta metafísica si el mundo es redondo, ordenado,
injusto, desequilibrado?

Vivo ahí, dichoso, en la pregunta
que sembró para nosotros.

A los 33

La edad del Cristo azul se me acongoja
Ramón López Velarde

A los treinta y tres, aún me pregunto
por la naturaleza de las cosas.
¿Perdí lo que perdí o he disciplinado
el paso de los años?
Un montón de huesos con nervios y carnes
no definen el esfuerzo
de un hombre que desarma su piedra.
Pero no es piedra,
¿Será madeja y no hay forma de expresarlo?
Se ha dicho tanto,
se han roído tanto las palabras que no,
no encuentro sumisión
o ventana. Con los años los golpes
se revierten, con los años
se define la imprecisión
y ceder
es un martillo que en la intimidad
no perdonamos.

Bautismo

Que la lluvia esté de tu parte.
Que el prodigio del sol te lleve siempre a la novedad
y presida la luz tus actos.
Que las sombras te sean fecundas y felices.
Que el sueño precise tus pasiones y no te sean vedados
los límites del viento.
Que la palabra despierte contigo y viva contigo.
Que de ti broten cadencias firmes y hojas que sean flor,
nube, cielo y agua.
Qué la música invada tus rincones y te sea franca
la magia de los colores.
Que la muerte, culminación del día y la noche,
te busqué después del fuego
y sea encuentro, encuentro, imagen intensa de lo vivo.

Busca la raíz, el centro siempre; observa la geometría
del caracol
y navega en sus profundidades. No suspendas el ocio
frente a lo amorfo.
No decidas antes del amanecer, guarda tus tormentas
para la hora del fuego.
La noche de tu concepción fue de antagonismos.

Hoy que estás aquí, yo te bautizo. Yo te bautizo
con el nombre de Mar
i
Sol:

Que seas río.
Que tu cauce nos lleve a más
Que tu vida
sea un nuevo preludio.

Leí en el mar

Leí en el mar toda la noche:
Calma. Relájate. No desperdicies
pólvora en infiernitos. La vida es
apenas, una posibilidad. Observa
a los cangrejos; medita en la devastación
de las aguas. Si la claridad se impone,
los vientos te llevarán; si una mujer,
la luna. Todo comienza aquí. Tumulto
y oscuridad son páginas diarias
en los noticieros. El presente nada rige.
Voltea. Estar aquí es inventarlo todo.
Tú eres el mar.

Biografía:

Victor Manuel Cárdenas Morales (5 de julio de 1952 – 6 de agosto de 2017) fue un escritor y poeta mexicano. Nació en Colima. Del año 2000 al 2007 fue director de la Revista Tierra Adentro. Ha obtenido en 1980 el Premio Nacional de Poesía Tuchtlán; en 1981 el Premio de Poesía Joven y en 2007 el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde. Falleció el 6 de agosto de 2017 a causa de un derrame cerebral.

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