Poesía de Colombia
Poemas de Víctor Gaviria
Víctor Manuel Gaviria González, nacido en Liborina, Antioquia en 1955, es un multifacético artista colombiano que ha dejado una marca indeleble en el mundo del cine y la literatura. Con estudios en Psicología y un Doctorado Honoris Causa en Comunicaciones de la Universidad de Antioquia, Gaviria es una figura reconocida tanto en su país como a nivel internacional. Su legado cinematográfico es extraordinario, con sus cuatro largometrajes obteniendo prestigiosos premios y siendo parte de la selección oficial del Festival de Cannes. En su obra, Gaviria se distingue por su capacidad para plasmar la realidad social de Colombia de manera auténtica y conmovedora.
Desde su temprana incursión en el mundo del cine, Gaviria demostró su talento y originalidad. Sus películas se caracterizan por abordar problemáticas sociales profundas, construyendo las historias a partir de relatos de personas que han vivido de primera mano los acontecimientos. Esta técnica, que involucra a actores naturales, otorga a sus obras una autenticidad y frescura únicas en el mundo del cine.
Pero la destreza artística de Gaviria no se limita al cine. Desde sus primeros años, demostró ser un poeta talentoso y apasionado. Su obra literaria, que incluye poemas, ensayos y guiones, ha sido reconocida y premiada a nivel nacional e internacional. Su capacidad para explorar la metafísica cotidiana y plasmarla en una prosa conmovedora es una muestra del alcance de su genio creativo.
A lo largo de su carrera, Gaviria ha sido homenajeado y reconocido por su contribución al mundo del cine y la cultura. Su filmografía incluye obras icónicas como “La vendedora de rosas” y “Rodrigo D: No futuro”, que han dejado una huella imborrable en la historia del cine colombiano. Su habilidad para trascender las fronteras culturales y plasmar la esencia humana en sus obras lo consagra como un verdadero maestro del arte audiovisual.
En resumen, Víctor Gaviria es un artista de excepcional talento y visión, cuya obra ha dejado una profunda impresión en el mundo del cine y la literatura. Su capacidad para capturar la esencia de la vida y la sociedad colombiana es un legado perdurable que continuará inspirando a futuras generaciones de artistas y cineastas.
PARÁBOLA DE LOS DOS HERMANOS
Había una vez dos hermanos que negociaban
con ganado robado, vaya a saber sus razones.
Descontento de cuentas, el menor se peleó
con su hermano mayor,
y contrató unos hombres para que lo mataran.
Un niño, como siempre, fue testigo del crimen,
y los hombres fueron descubiertos.
El hermano menor huyó de su casa,
los asesinos de su hermano huyeron también, rastreando su pista,
hasta hallarlo en otra vereda cercana, tan mísera
y tan próspera como la anterior.
Pidieron plata por su silencio,
él les envió dinero en un sobre. La lengua
les picaba y les daba vuelta en la boca
por decir el hecho escandaloso,
entonces el hermano menor contrató a otros hombres
para que mataran a los primeros hombres.
Los asesinos fueron a su vez asesinados,
sorprendidos por los segundos hombres cuando menos
lo esperaban.
El hermano menor descansó aliviado,
pero los segundos asesinos eran todavía más pobres
y más despiadados,
y pidieron dinero por su doble silencio.
Entonces el hermano buscó entre la gente
a otros hombres peores,
habló de paso con ellos,
pero los segundos hombres desconfiaron a tiempo
y lo mataron frente a su casa,
la que era apenas su casa transitoria,
y fue hallado su cuerpo entre el rastrojo,
frío y tieso como un palo.
Los segundos hombres se dispersaron en el acto
y se disolvieron entre la gente.
Los terceros hombres son cualquiera, nosotros,
los justos,
todavía más pobres y más despiadados.
Días de Navidad
Qué difícil para el que
todo el año
se la pasó sin tiempo
y se ejercitó una y otra vez
en llamar a aquellos que necesitaba,
sólo a ellos,
para pedirles un favor o pedirles
algunos pesos, o para citarlos
a reuniones urgentes,
o preguntarles una dirección o el número
de un teléfono…
Qué difícil para el que todo el año utilizó
sus largos doces meses para
indicar o dar instrucciones, citar
y convocar a reuniones
de trabajo,
y marcó teléfonos interesadamente,
o a veces con necesidades verdaderas…
Qué hará ahora en estos días de navidad,
en estos días de diciembre azules y brisados,
dónde hallará las palabras y los gestos,
dónde improvisará los abrazos y las frases
que no llevan a ninguna parte,
las llamadas sin objeto, sólo para hacer
sonar el tiempo
de fin de año,
que es un teléfono sonoro de hojas y brisas de
montes!…
Por favor, viento, pino y
abejitas de los matorrales,
ayúdale a llamar por su nombre
a alguna persona, así, sin objeto,
como suena una campanita de balcón
en este verano de fin de año..!
A USTEDES PENSAMIENTOS, agradezco
que no me hayan traicionado,
y que se hayan escondido tan hondo
detrás de mi cara,
que yo haya estado con tanta gente
en las fiestas y en la reuniones de trabajo,
y ustedes hayan permanecido silenciosos,
sin hacer huír a nadie de mí,
y no hayan hecho ruido involuntario como
lo hacen algunos vasos o sillas que se caen
de extraña inquietud…
A ustedes, pensamientos, agradezco
haber esperado tanto tiempo en la última pieza honda
de mi vida,
sobre todo porque han hecho que me algunos me amen
por escucharlos sin decirles nada,
por estar ahí como una compañía
que tanto necesitan las cosas,
por estar ahí en las largas noches
en que no éramos nadie,
y el viento nos barría…
Año nuevo
Como cualquier adulto, no recibió regalos
del niño Dios,
y atravesó los días de diciembre lejos de las vitrinas,
lejos del ruido,
concentrado en sí mismo como en cualquier otro mes
del año, julio o septiembre, bajo los dedos
de la brisa que no sabe de comienzos
ni finales,
hasta que la noche del treinta y uno,
bajo el sombrero antiguo y estrellado del cielo,
recibió el globo dorado de una idea que había buscado
inútilmente en los días pasados… Fue repentina
como un pestañeo,
como cuando se abren y se cierran los ojos por el estallido
de la pólvora que te dice: «aprovecha: cambia de vida!»…
Y al cruzar la frontera del año,
la idea se hizo
valiosa como un secreto,
como una luz lejana que proyecta sombras
de cosas que no vemos..!
He oído la noticia de que la carretera
hacia el pueblo de mi padre, Liborina, será
asfaltada en el próximo año:
fue para mí como si se me borraran de golpe
todas las letras y todas las palabras
que mi padre me dicta
a través del polvo blanco que levantan los autos
al pasar,
como si nunca más mi padre me volviera a escribir
sus cartas del pasado,
en las páginas que sólo yo entiendo,
en donde dan altas voces de alegría y secreto
las clavellinas y los pastos del verano,
en donde yo duermo y muero muchos días antes
de morir…
HE OIDO LA NOTICIA de que la carretera
hacia el pueblo de mi padre, Liborina, será
asfaltada en el próximo año:
fue para mí como si se me borraran de golpe
todas las letras y todas las palabras
que mi padre me dicta
a través del polvo blanco que levantan los autos
al pasar,
como si nunca más mi padre me volviera a escribir
sus cartas del pasado,
en las páginas que sólo yo entiendo,
en donde dan altas voces de alegría y secreto
las clavellinas y los pastos del verano,
en donde yo duermo y muero muchos días antes
de morir…
RETRATO
Estos son el padre y sus dos
hijos: un retrato de familia que parece
una rama sobre una mesa de noche.
El niño de tres años va todo el día de un piso
a otro, subiendo y bajando las escaleras,
con un libro de cuentos en los brazos,
sin nada que hacer, ignorante de juegos,
pegado como a una tablilla
de salvación… Mi hija de seis años con su
monedera de cachirí, regalo de una fiesta,
en donde guarda sus monedas de cobre
que parecen el cielo que cambia de ánimo
a lo largo del día: luz dorada de la moneda
valiosa de mil pesos, pálida luz de la monedilla
que no suma nada para el Tesoro…
Monedas y libros,
cuentos con láminas donde vivir y dinero
que se busca como si fuera el verdadero amor,
fotos del padre que da vueltas por la casa
sin estar quieto para el retrato:
EL HOMBRE DE HIERRO
Cuando el circo ya ha levantado su carpa y se ha ido lejos,
como a año y medio de distancia,
los niños de pueblo siguen pensando en el Hombre de Hierro.
El Hombre de Hierro es payaso también,
porque a veces hay dueños de circo que no quieren saber nada
del Hombre de Hierro,
nada de aquel hombre
a quien las piedras no aplastan, ni los vidrios molidos hieren,
ni los golpes en el estómago derriban.
Lo único que quita el sueño al Hombre de Hierro
son las piedras que después del espectáculo quedan
abandonadas en los potreros,
como piedras cualquiera.
Los niños del pueblo las buscan y las cargan como él,
pero las piedras resbalan de sus brazos y les hieren los pies.
A veces el Hombre de Hierro se demora escondiéndolas,
rogando a los niños para que no lo imiten;
pero los niños son sordos como piedras
porque ellos también son acosados y tristes como el Hombre de
Hierro,
porque ellos también, como él,
quisieran vencer el dolor para siempre.
Memoria de los muertos
Me enteré de que los muertos olvidan muy rápido a los vivos.
Una vez muertos, piensan muy poco en ellos, no gritan,
no se tiran al suelo desmayados por el dolor de la separación,
ni los enceguece la pena de no volverse a ver.
¡Qué poca falta les hacen los vivos! Se olvidan de ellos,
como si estuvieran enfermos de ingratitud
o no recordarán nada, o no les importara haber estado vivos,
como nos importa a nosotros,
que somos los novios de los días fugaces.
Sólo algunos de ellos, muy pocos,
se demoran en darse cuenta de que están muertos, y vuelven
a la casa, a la cama, a la ropa
inolvidable del cuerpo,
y siguen conversando con las mujeres vivas más hermosas:
qué espigadas están de pie, qué fuerza las impulsa hacia arriba,
ninguna belleza del agua o del aire
se parece a sus gestos de estar sentadas
con la barbilla en la mano abandonada.
Sin darse cuenta
espantan a los vivos, los rodean de fantasmas
que entran hasta el fondo del pensamiento.
Entre tanto los demás muertos no tienen nostalgias
ni embellecen sus años de vivos,
no sienten haber perdido nada valioso hasta las lágrimas,
viaje que alguien hace dormido
en un bus durante la noche.
Cuando un vivo piensa en ellos sin cesar,
por remordimiento o por amor,
ellos lo miran simplemente,
sin sentimiento ni intención,
y le hablan en sueños: pero cuando dicen “sí”
en el sueño se traduce como “no”, y cuando dicen “bailar”
se nos aparece como quietud, y todo es tan al revés
que nadie entiende nada, y entre los vivos y los muertos
hay una pared gruesa de tierra olorosa
que distorsiona todo: gritos de ayuda por gemidos de amor,
susurros por golpes de piedra.
Sólo el dolor de los vivos llama su atención,
dolor incierto que no enseña nada, dolor
que no abre ningún camino. ¡Que oscuro es para ellos
el mundo de los vivos, qué negros los paisajes!
YO QUE SOY UN HOMBRE FRÁGIL
Yo que soy un hombre frágil de niño
tuve años buenos
me sentaba en el quicio de la casa y veía pasar la gente
con una fuerza terrible veía pasar la gente
y me enamoraba de las ventanas encendidas en los
edificios cercanos
Había sitio para todos
Nada era mejor que otra cosa Esa es la infancia
que como un hombre religioso cada uno debe
esforzarse por traer
Como un sastre que es mago y poeta a la vez
cada cual debe pulir ese traje que se llama paraíso
MI HERMANA REGRESA DE CHICAGO
Responde desde el fondo de la pista
los saludos que le hacemos inclinados en la baranda,
y su peinado alto a la antigua,
como un signo de extraña lealtad,
se tuerce a uno y otro lado con un temblor de arbusto.
En el carro pregunta por cada uno de nosotros
mientras ve los últimos caballos en las mangas
reverdecidas
y habla con mi padre y mi made en voz baja
como si se disculpara,
como una inquietud de persiana que el viento hace temblar.
Se pasea por casa riendo de pronto, una risa
de soprano un tanto embriagada,
y busca una chaqueta que ha perdido
hace muy poco en una silla de la sala.
La vimos colocar sobre la cama
las mercancías que pagarán su viaje de regreso.
Mi madre se ha emocionado en el umbral de la puerta,
las camas gemelas cubiertas de regalos ajenos
le han parecido a mi madre una extravagante mariposa
de buena suerte.
“¿De dónde vendrán a medirse la ropa de mi hermana,
que ávidas vecinas
después de diez años vendrán a comprarle sus mercancías?”,
canta con el viento la pequeña pagoda china
desde el balcón oscurecido.
Pero mi hermana cuando duerme
o se calla como un árbol de follaje animoso
a quien el viento no visita,
o se distrae en el carro transparente como una niña
que acaba de llorar,
hace sentir la virtud de no estar,
la virtud de aún no haber llegado.
Mi madre llama a sus amigas para que la paseen,
por turnos vienen a sacarla cada noche
insegura como una jovencita en la escalera,
las manos sonámbulas al cruzar la calle
por el esmalte de las uñas todavía fresco.
Viaja sola y centellea en el asiento de atrás,
el viento de la calle trae un olor de antiguos novios
ya rancios.
Al regreso nadie le saca detalles,”muy queridos”, dice,
como si hubiese permanecido en pie toda la noche
frente a un auto varado.
A la media noche da el visto bueno a sus hijos,
y los deja dormir a sobresaltos
ardidos como un saludable alcohol.
“Tardas mucho en acostarte”, le reprocha mi madre
al verla escribir una carta para su esposo.
Está blanca como la carne de un pez,
abandonada como un libro de láminas.
Se adormece, va de la mano de una amiga
buscando un baile que no encuentran,
tienen 15 años,
“estoy mejor entre la nieve”, dice.
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