Poemas:
FEMENINO SINGULAR
¡Eterno femenino del Pánfilo eterno!
¡Haznos saltar, peleles pagamos la tramoya!
La escena iluminamos… Y tú, entre bastidores,
Al tramoyista puedes ofrecerle tu cuerpo.
Que estalle en nuestra espalda tu caprichoso látigo,
¡Corona tus rodillas!… nuestra testuz de ciervos;
¡Ríe! ¡enseña tus dientes!… somos civilizados.
Y en nosotros hay algo de eunuco y alguacil.
… Ah, ¿no entiendes?… –Ni yo– Exhibe tus encantos.
Gira: ¡Estamos borrachos! Y vacíos: ¡Sé cruel!
¡Fustiga a tu pachá, tu humilde servidor!…
Luego, ¡aprende a caer! –pero a caer con gracia–
¡En nuestra fina arena que no quede señal!…
–Es el oficio de la mujer y el gladiador. –
OCASO
¡Qué grato era aquel Joven y qué lleno de savia!
¡Tan ávido de vida!… Y tan dulce en su sueño.
¡La cabeza qué altiva o inclinada con gracia!
¡Husmeando el amor!… que tristemente pasa.
¡Era un don Nadie!… –Pero de pronto ha visto cómo
Le sonríe a la vuelta sin rencor la Fortuna;
Ya no sonreirá como otras veces; sabe
Cuánto cuesta todo eso y cómo se consigue.
Su corazón ha echado panza y saluda en prosa.
Se cotiza muy caro… es alguien este Dios;
Ya no va con las manos, sin nada, en los bolsillos..
En su gloria que lleva como un abrigo fúnebre,
Lo reconoceréis banal, vacío, célebre…
SONETO A SIR BOB
Perro de mujer ligera, braco inglés pura sangre.
Hermoso perro, al verte besuquear a tu dueña,
A pesar mío gruño –¿por qué? – No sabes nada…
¡Ah! Es que yo –lo ves– no acaricio jamás,
No soy un perro hermoso, y… carezco de dueña.
–¡Bob! ¡Bob!– ¡Oh! ¡Nombre altivo hasta aullar de alegría!…
Si me llamase Bob… ¡Lo pronuncia tan bien!…
Mas no soy pura sangre. –Por falta de pericia,
Me han hecho también braco… cruzado de cristiano.
¡Oh Bob! Nos cambiaremos en la metempsicosis:
Toma tú mi soneto, yo cascabel y cinta;
Tú mi piel, yo tu pelo –con pulgas o sin ellas…
Y yo seré sir Bob –¡Su amor único y fiel!
Yo morderé a los gozques, ¡ella me morderá!
Y llevaré Su nombre grabado en el collar.
HORAS
Tenga limosna el malandrín,
un hurgón el espadachín;
humille la mala mirada
otra peor. Mi alma no se halla inmaculada.
Soy el orate de Pamplona.
Temo a la luna, hipocritona,
que ríe bajo el negro crespón.
Todo está bajo un apagaluces. ¡Maldición!
Oigo un estruendo de carraca.
La hora suprema se destaca.
Caen campanadas fúnebres en la noche a compás.
Escucho más de catorce horas.
Lágrimas son las horas. ¡Lloras,
corazón mío! ¡Anda, canta…! No cuentes más.
A UNA CAMARADA
¿Qué estás buscando en mí, mujer tres veces ninfa ?…
¡Y yo que te creía una niña tan buena!
–¿El amor?… –Adelante: ¡busca, coge, saquea!
¡Quererme tú también!… ¡yo que te tanto te amé!
¡Oh, sí, te quise como… el lagarto que muda
Quiere al rayo de sol que caldea su sueño!…
Entre tú y yo el amor parece alicaído:
–¡Eh! ¡Delante de mí que se aparte mi sol!
Este amor que es el mío, no quiere que lo quieran;
Mendigo, tiene miedo de que alguien lo escuche…
Es un pobre andrajoso, es, en fin, un bohemio
Que sólo se alimenta de ayuno y libertad.
¿Acaso menudencia, bibelot o capricho?…
Es posible: él es raro –y es su único bien–
Pero un bibelot roto, se puede reparar;
¡En cambio él, despegado, ningún valor tendrá!…
¡Vete, no derribemos la puerta entreabierta
Hacia un paraíso fatigado en exceso!
Guardémosle a la verde manzana de otros tiempos
Su piel, bajo el disfraz de fruta prohibida.
¿Pero qué nos hicimos el uno al otro, dime?…
–No nos hicimos nada… –Quizá sea por eso;
–¿Quién fue el que comenzó? –Yo no, ¡soy un bendito!
Más tarde, quién dirá: ¡Ya se acabó! –eso es todo.
Los dos, sin duda… –Y tú puedes estar segura
De que soy todavía el más equivocado:
Ya que si, por error, o por casualidad
No me engañases tú… yo me habría engañado.
A esto lo llamaremos: una amistad tranquila;
Puesto que el amor quiere decir su último adiós.
No confiemos mucho, oh cara malquerida…
–¡Son siempre demasiado ciertas esas mentiras!…
Podríamos, al menos, dejar de maldecirnos
–Si te parece bien– diez minutos después.
Morir de esto sería para caerse de risa…
¡Ah, tu risa tan tierna, la que yo tanto amé!
PARIA
¡Que se las arreglen con las repúblicas,
hombres libres! -Picota al cuello-
¡Que pueblen sus nidos domésticos..!
-Yo soy el frágil cuclillo.
-Yo- corazón eunuco, desprovisto
de todo éxtasis y vibración…
¿Qué me canta su libertad,
a mí? Siempre solo. Siempre libre.
-Mi patria… está en el mundo;
y, puesto que el planeta es redondo,
No temo ver el fin…
Mi patria está donde yo la planto…
Tierra o mar, ella está bajo mi planta
de mis pues –cuando estoy de pie.
-Cuando estoy acostado: mi patria
es el lecho sólo y moribundo
sobre el que quiero forzar en mis brazos
mi otra mitad, como yo sin alma;
y mi otra mitad: es una mujer…
Una mujer que no poseo.
-Mi ideal: es un sueño
hueco; mi horizonte –lo imprevisto-
y la nostalgia me roe…
De un país que yo no he visto.
Mi bandera sobre mí ondea,
tiene al cielo por corona:
es la brisa en mi cabellos…
Y sin importar la lengua;
puedo sufrir una arenga;
y callarme si así quiero.
Mi pensamiento es aliento yermo:
es el aire. Por doquier el aire es mío.
Y mi palabra es el eco vacío
que nada dice –y nada más.
Mi pasado: es lo que olvido.
Lo único que me ata
es mi mano en mi otra mano.
Mi recuerdo –Nada- es mi huella.
Mi presente, es todo lo que pasa.
Mi futuro –mañana… mañana.
No conozco a mi semejante;
yo soy lo que me hago.
-El yo humano es detestable…
-Ni me amo ni me odio.
-¡Venga! La vida es una joven
que por placer me ha cogido…
El mío, es: reducir a harapos,
y prostituirla sin deseo.
-¿Los dioses?… –Por casualidad nací;
tal vez algunos existan –por azar…
Ellos, si desean conocerme,
me hallarán en cualquier parte.
Donde yo muera: mi patria
se abrirá bien, sin suplicarlo,
suficiente para mi mortaja…
¿Y para qué una mortaja…?
Ya que mi patria está en la tierra
mis huesos allí se irán solos…
LA PIPA DEL POETA
Soy nodriza de un poeta,
Su Pipa, y: duermo a su Bestia.
Cuando sus tuertas quimeras
Se le agolpan en la frente,
Humeo… Y así no ve
Telarañas en su bóveda.
… Le construyo un cielo, nubes,
Mar, desierto y espejismos;
–Allí su ojo muerto yerra…
Cree entre la nube densa,
Reconocer una sombra.
–Siento que muerde mi tubo…
–¡Libera otro torbellino
Su alma, su argolla, su vida!
… Siento que me apago. –Él duerme–
***
-Duerme: se calmó la Bestia,
Teje hasta el final tu sueño…
¡Querido!… el humo lo es todo,
–Si es cierto que todo es humo…
Biografía:
Tristan Corbière (Coat-Congar de comuna francesa, Morlaix (Finisterre), 18 de julio de 1845 – 1 de marzo de 1875, donde vivió la mayor parte de su vida y donde fallecería de tuberculosis a la edad de 29 años), fue un poeta cuyo trabajo fue poco conocido hasta que Paul Verlaine lo incluyó en su prosa poética de Los poetas malditos (poètes maudits).
La recomendación de Verlaine fue suficiente para llevar su trabajo a la luz pública y establecerlo como uno de los maestros reconocidos del Simbolismo.
Su único trabajo publicado en vida apareció en Los amores amarillos (título original: Les amours jaunes) 1873. Es un libro de poemas en el que el lirismo descriptivo, el reflejo de la atracción que despertaron en el autor el océano y la tierra y la gente de Bretaña se unen a originales hallazgos formales, presididos por el sarcasmo, la crítica irónica y el espíritu de rebeldía.