Poemas:
Poema 20
comprendí perfectamente
después de un tiempo, que no sabía
trabajar el cuerpo
del texto, ni buscar el espesor
de las palabras, ni dejarse tomar
por el murmullo de las hojas ni
por la mejor
música inglesa del 70;
comprendí que no debía molestarme
que no se pareciera en nada a Scott Fitzgerald, y
razonablemente pensé que no debía
molestarle que yo (también)
quisiera ser un faro para
tener, por lo menos, barcos
que me miren
aunque nada ilumine:
es un camino lleno de desastres, desastrado,
le expliqué
Saudade de Knossos
a Alfredo Fressia
el rey Minos mandó pintar los frescos del príncipe y de
la rosa moderna, rosa magenta, rojo cereza
marfil japonés de María, Blue moon, Altissimo,
Masquerade, Bucaneer amarilla, Parade,
Hansa, Souvenir de Léonie, ramilletes de Cécile Brünner,
Viennot sombreada : Híbridas de Té, aprovechan
las mutaciones con un tallo muy largo, trepadoras antiguas,
costeras, cortesanas, achatadas, heredadas rosas antiguas
de robusta floración damasco aparecen a raíz desnuda,
los vientos fuertes les quiebran las ramas, los deseos,
en la arena gruesa se descomponen, en los conos,
injertos y trasplantes, se ve un pedazo de pie (silvestre)
En la Biblioteca del Emperador (entre seiscientos libros
sobre rosas), sobre la representación de la rosa, en
la estación de variedades de la Malmaison
también está la rosa putrefacta de la herida
la rosa de Hiroshima
la bella rosa audaz, ilícita y estéril amada del poeta
In memoriam Jack Spicer
Yo le dije a Billy, ¿ves?
el lugar donde encontrarnos
The Place, donde te espero todas las tardes
tiene una ventana, Billy,
violeta como un caramelo, oval,
que chorrea luz sobre el mostrador y
sobre mi mano izquierda que se
abre
como una estrella, y entre sus rayos
entran hilos morados del borde de las esculturas delicadas
de arena, que has rondado
noche tras noche
sin descubrir a qué hora se destruyen
de la madrugada
cuando ya estás cansado, Billy,
de tus salvajes paseos y
sueñas con volver a The Place,
mientras oigo que me
dices: Jack, ten cuidado
con lo que dices, por favor.
Palabras en la Estudiantina
I
a Eduardo Faget, in memoriam
¿baila? –
y adelantás el cuerpo
para que no me niegue
tensa percibo
olor a brea mezclado con perfume
un cuello de camisa clara, mangas cortas
vestido a lo paisano, pienso,
y Xandre que había dicho
arrastrando con un dejo de envidia:
“la gente de zapatos blancos
baila bien”
miro la llama de la vela, arriba
en la capilla cavada en la pared
no es momento de pensar, pienso,
quién habrá ofrecido ese conjuro
para atraer qué sed
(esta noche voy a preguntarle
a Eduardo);
ponés las manos impacientes
en la mesa,
me levanto y estiro la falda
en la cadera:
en cuanto a vos
no te mimetices nunca,
me gustan a muerte tus zapatos.
Noche representada
no era el momento de velarme:
yo estaba cansada y me arrollé
debajo de una manta después de
un día complicado con
el caso genitivo En la otra punta
de la casa ásperas las copas de pie
en las que habíamos tomado vino
como candelabros apagados
irresponsablemente altos Con una forma
de silencio que me impedía dormir pude pensar
en mi muerte con triste exactitud:
mi dormitorio yacía estrecho de camas coloniales
el canesú de entredós
de mi traje celeste de enfant con cerquillo
arriba de la silla
Ladislao Fejn el relojero polaco
del apartamento uno
que nunca más salió al morir su mujer
y lo encontraron muerto
el recuerdo del yodo intolerable
de las lenguas de erizo
las oblongas grageas marrones
del mueblecito secretaire
que no me atreví a tocar jamás
le mur escrito con grafo en la pared
frente a mi cama Jeannée
con cinturón de cuero
debajo del vestido
cajas de laca japonesas y pinceles de marta
restos de marquetería en el apartamento nueve
mi hula hup amarillo detrás de la puerta y
la locomotora de metal en su caja de cartón gastado en el ropero
la terracita con murito quebrado
la cortina azul del cuarto de mi madre
mi madre
En la otra punta de la casa
sentado velabas pensando en
copas como mástiles abandonados:
las cortinas de dibujos egipcios
no tapaban
bastante
los últimos reflejos de la tarde
que podían resucitarme
Con un raro pudor yo no quería
romper la ilusión de mi muerte
el mundo privado de mi madre
tu cuidado Una malla indecible
me cerraba la boca
ya no había luz
pero yo respiraba
Una película del Este
fue altísima,
un torbellino sostenido de escorpiones
al centro debatiéndose y débil ya
por la succión en los muslos las piernas
formidables cazadores ajustaban las ligas como
a través de un tul petrificado pasaban
las imágenes ¿sería para siempre?
¿sólo esa noche? ¿la doble condición de casa y sangre?
¿muda? No había cañaveral hacia abajo ni
piedras firmes ni agua bendecida:
un estertor se disolvía y escapaba cada vez más fuerte
desde donde veía con tanta sed la copa: la medida del duelo
el hilo de un reflejo que iba penetrando
sin importar ya nada ya lejos sin remedio
Isla de Jersey
(a Ya ar O˘guzcan)
en la ciudad vieja de Rodas te busqué
luego en el jardín de Durrell
luego en una calle de Rangoon
luego en el hotel del león de piedra
luego en el mercado de Hvar
pero en la isla de Jersey te esperé
en mis oídos el rumor de la orilla del mar:
eras como cuchillos afilados en mi tiniebla
eras un cuerpo lejano
quizás eras un puñado de cal en mi garganta
me dabas tanta sed
ni el agua del mar, ni de los viejos ríos recorridos
me saciaban
encontré pescadores que me enseñaron sus artes
y dormí con ellos
estaba recelosa
estaba abatida
tenía miedo
era yo hasta mis huesos
me transformé en una cueva junto a la casa de mi abuelo
y en la marea
los pulpos y mi zorro no pueden consolarme
Hacia Javier Héraud
pisa fuerte y sereno
la noche una metralla de alquitrán
una lluvia feroz de partículas divinas
un cauce sin saberlo un túnel
francotirador muerte furtiva
joven brillo /estalactitas estalagmitas/
malaquita ermitaña
todo huele a noche inconclusa
para el rebelde que atrocha los caminos
fugaz alud de carne joven
en magnífica espera
ebrio de enardecido corazón
reproduce la esquirla /será así en esta noche/
experto en sombras resplandeces/
obsidiana en lo oscuro/
conquistas con tu ungüento
pectorales de cuero crudo no sirven sólo exhalan
y recibes sin más el disparo en la espalda
Cortejo mínimo II
llevaban su cortejo
en las tardes y en las noches nunca
al alba que enloquece las almas
que transforma la brea roja en sangre
que apasiona los nardos nunca
al alba que prohíbe el sesgo
llamado cuerpo
la navaja llamada beso blanco:
llevaban su cortejo casi a solas
con las copas del marrasquino del
viejo armario del vaso de Dubrovnik
y el caminar en el monte
ella obsesionada en su deseo
él sosteniéndola /leve penacho de roble en primavera/
ella creía en un corazón ardiente
creía especial el amor de un corazón ardiente
daría cualquier cosa por un poco de corazón ardiente
como a una alhucema él la sostenía
llevaban su cortejo de vestido de seda
/la saluda desde lejos desde
la carretera roja/
(promesa de corazón ardiente):
sería un refugio de mirada efímera
sería como el comienzo de una llama
Angkor Thom
¿Y para qué volver?
¿Por qué camino?
(Juan Eduardo Cirlot)
aún le dije/ a mi alma:
«permanece tranquila» mientras
el tren penetraba en lo verde/ verde espeso
dejando atrás atisbos
de matas/ templos gigantes
piedras grises parasitadas por la selva
bordadas
en bajorrelieves de combates
de danzas de divinas apsaras:
todo flotaba
envuelto en una calma de ceniza
era la despedida
de una civilización apenas entrevista
absorbida por los sentidos
sospechada por la conciencia
abandonada por el riesgo de muerte
se percibía un aroma amargo/ acre/ a hierbas/ a rojo cinabrio
minerales viejos/ una música
de hilos de agua/ de cascadas
vibraciones de agua de estanques
de animales peligrosos
de adioses
pensamientos controlados : «permanece tranquila
así en la luz/ como en la sombra»
centellea el tren
entre las matas
avanza
con ritmo furioso
no volverá atrás
corre/ en un solo sentido
en tu contra/ a favor del tiempo
rosa de este mundo
hija de la noche:
te acercas/ a tu casa de la estrella
azul/ sobre campo de arroz
nada que temer
la selva en derredor
la que arde
aún por la belleza del lugar
tanto arde
que va enajenada/
hasta los ríos/ escuchando
en el estanque imperial de los lotos magenta
el roce de la seda/ de agua profunda/ pensamiento
espiral de la piedra sagrada
del templo antiguo que regresa
al tierno brillo
temblada
destellante en el agua profunda
de pronto ha vuelto a quemar
en su quemadura/ la nieve/
para dormir de nuevo con la maleza
que la invade
Biografía:
Teresa Amy, nacida en Montevideo el 15 de octubre de 1950, es una figura insigne de la poesía y la traducción uruguaya. A lo largo de su vida, se dedicó con pasión a explorar las profundidades del lenguaje, no solo como poeta, sino también como traductora, llevando a la lengua española las voces de poetas checos, serbios y macedonios, en un esfuerzo por construir puentes literarios entre culturas.
Formada en la Universidad de la República, Amy no se conformó con los límites de su lengua materna; en Praga, se sumergió en el estudio del checo en la Universidad Carolina, y también se diplomó en traducción de francés en la Alianza Francesa. Esta formación rigurosa y su sensibilidad literaria se reflejan en su obra, caracterizada por una extraordinaria precisión y economía del lenguaje, donde cada palabra es como una joya pulida, resplandeciente por su significado y sonoridad.
El corazón de Teresa Amy latía al ritmo de la poesía, desde su primer libro “Corazón de roble” hasta su último suspiro creativo, cuando dejó una huella indeleble en la literatura uruguaya. Su poesía es concisa, intensa, y profundamente musical, como lo señalaba el crítico Alfredo Fressia, quien admiraba su destreza con el idioma, capaz de romper el flujo sintáctico para crear espacios donde el silencio y la palabra se encuentran en un diálogo íntimo. Roberto Appratto, por su parte, destacaba cómo la “fibra de poeta” de Amy se fortaleció con el tiempo, alcanzando su cumbre en obras como “Cortejo Mínimo”, “Jade”, y “Brilla: 20 poemas para Marco”.
Más allá de sus propias creaciones, Amy dedicó su vida a dar voz a otros poetas, introduciendo al mundo hispanohablante las obras de Jan Skácel, Miloš Crnjanski y Vlada Urošević, entre otros. Su capacidad para captar la esencia de estos poetas y recrearla en español es un testimonio de su genio y dedicación.
Teresa Amy también fue una figura activa en la vida cultural de Montevideo, organizando ciclos de lecturas y participando en festivales internacionales de poesía, llevando la voz uruguaya a escenarios lejanos. Fue esposa del escritor y periodista Roberto López Belloso, con quien compartió su vida y su amor por la palabra escrita.
Su legado es un canto a la palabra, una celebración de la poesía en su forma más pura, y una invitación a explorar la belleza que se oculta en el corazón de cada lengua. Teresa Amy falleció el 30 de enero de 2017, pero su voz sigue resonando en cada verso, en cada traducción, como un eco persistente en la vasta selva de la literatura.