Poesía de Uruguay
Poemas de Tatiana Oroño
Tatiana Oroño, nacida en San José de Mayo en 1947, es una voz esencial de la poesía uruguaya contemporánea, cuya obra explora las profundidades del lenguaje y el paisaje interior. Hija del célebre artista plástico Dumas Oroño y de Elvira Coirolo, creció en un entorno donde el arte y la sensibilidad estética fueron los cimientos de su vida. Egresada como profesora de literatura del Instituto de Profesores Artigas, cursó una maestría en Literatura Latinoamericana en la Universidad de la República, perfeccionando su mirada crítica y su capacidad para construir puentes entre el arte y las palabras.
Su trayectoria se distingue por una obra poética que combina la claridad con el misterio. En poemarios como Morada móvil, La piedra nada sabe, y Libro de horas, Oroño da forma a una poesía que abraza la introspección, el vacío, y la inasible relación entre la naturaleza y la existencia. Cada palabra parece surgir desde un paisaje interno, y cada verso se despliega como una revelación. Su obra no solo habla de la identidad uruguaya, sino también de una identidad más amplia y humana, resonando en el lector con un eco atemporal y universal.
En 2009, Oroño recibió el prestigioso Premio Bartolomé Hidalgo y el Premio Morosoli, reconocimientos que consolidaron su figura en el ámbito literario de Uruguay y el mundo. Su poesía, traducida al francés, inglés, italiano y portugués, ha cruzado fronteras, llevando su sensibilidad poética a lectores de distintas latitudes. Además, ha sido una crítica aguda en el ámbito de las artes visuales, colaborando en medios de prensa como el semanario Brecha, y participando en catálogos y curadurías en instituciones de renombre.
Tatiana Oroño ha sido también una figura activa en la promoción de la literatura de mujeres, coorganizando el Primer Encuentro de Literatura Uruguaya de Mujeres en 2003 y coeditando las actas de dicho encuentro en el libro La palabra entre nosotras. En su carrera como poeta, crítica y profesora, ha forjado un legado de compromiso con el arte y la literatura, dejando una huella que invita a explorar la belleza de la palabra en sus diversas dimensiones.
MI MADRE
acreería creerá me cree.
Voy hacia ese acrecer ese creer.
Caer en ese cántaro. Decaer en el pie de esa fe.
De ese mirar.
Mi madre mira. Abre camino.
Camino hasta el mirar. Voy hacia él. Le creo
lo que brilla
en el ojo.
Tras él. Tras él le creo.
Lo que no se le ve.
DIOS ESCRIBE DERECHO
por caminos torcidos. El poeta
no concede entrevistas/la sala da
cobijo. La lectura nos guarda con su fanal oscuro.
Una voz de zapatos arrastrados
en los sótanos de la garganta. Esta es la noche
quien no pudo
sentirla
así
no la conoce. El poeta cocea. Lee.
Lee.
Arrastra por la noche su garganta. Arrastra con las letras airadas
la dolor. La entera
cabellera
de andrómeda o de
madre que
peinaba con mano
que escribiera
ahora pasa las páginas
de la vida
que fuimos. Qué. Piragua agua estelada
barca. Qué. Asaltantes
del cielo. Hijos de las metáforas.
Lirios del campo. Briznas. El pasto de las fieras.
Cuerpos vivos. Vivíparos. Hijos
de la palabra. Rezumos de la voz. De todo lo que fuimos
queda lienzo.
Una tela del alma
sin usar.
A ciegas
se la escucha rozar
en el regazo
mientras la voz humana
mana y la beben
los ojos y la
acechan
las trompas del oído
y el
escuchar vuela se va
tras
las bandada oscura
de las páginas
abiertas de Juan
Gelman.
CONSTRUIR
en el polvo
cimentar en la lava
excavar en el aire
apuntalar en punto imaginario
sostener la mirada
contener el aliento
levantar el andamio.
EL DESEO
Todo tuvo la forma
que no tuvo. Pero tiene
el deseo
persistencia una forma
fluida un amarre
de aguas. Más
del 50% de los cuerpos
es agua
tornasol del abrazo
molecular de hache
en torno a O.
En la suerte corrida en lo vivido
en su fe de bitácora
cuenta
ese suelo lacustre esa morada móvil esa frontera líquida
su espermático
don
de dividirse
en flujos en
regatos en subsuelos
barrosos. Mi mano palma y dorso
también es agua orilla
burilada por el deseo
que siempre borra el trazo.
Tanta agua humedece la historia.
Hace duda su suerte. Húmeda.
NOSTALGIA E IMPACIENCIA
eso, impaciencia
más ancha que los cálculos y los marcos
teóricos. La esteparia impaciencia
la nostalgia simún nieves eternas
taigá, pampa sin mapa.
No hemos tocado
cosas sino latencias. Pulsos.
Altas palpitaciones.
Nuestra vida agitada tela blanca.
Ojalá
el que lea estas líneas
reconozca su patria, esta manera
de ser joven aún
de haberlo sido en el 68. De serlo. Hoy.
Mecha, la vida no es
una es el total
de las vidas perdidas la tarde
de este día donde escribo
tus ocho años de cárcel
y el destierro en las aguas de un destino
que bracea
y devuelve
hijos criaturas que vivan
a la orilla.
Era la historia nuestra este caudal de vientos
y la ola quebrándose en la cima
nuestra vida. Aire en seco.
Llover
sobre mojado.
VELO POR MÍ
Me concedo
cuidados. Acontece que hago
por mi vida. Segrego mi capullo como un ajuar
trenzo mi última edad me envuelvo
en mis edades. No he
de entrarme
en años
sin tomar providencias. He de hilar
la crisálida. Perlada
de roturas. Suturada de nudos.
Ensaliva su seda la devana
el abdomen
con tacto secretor con oficio
envolvente. La boca
desdentada no deja de lamer recubrirse. En esta larva ungida
de babas cuidadosas
cicatrizan suntuosas cabelleras o medran algas
de doble densidad
y canutillo
acuáticos caireles y pinzas de cangrejo. El desgaste
emparenta lo dispar muele la cáscara tritura los relámpagos
en cada caso. El capullo es un nido
que se autodestina. El capullo
de añarse de añejarse. Lo he cosido
con agujas y dientes con las muelas más fuertes
con pechos y caderas. Es labor de mis días. Muselina
envuelta
en derredor. Membrana
que me enjoya.
TAREA EN ENTREDICHO
Dar cuenta involucrar
los hechos probarles
la existencia
de palabra
por fuerza
casi
nada:
veinte años atrás
todo tuvo la forma
que no tuvo
salpicada
mordida
de una orilla.
- Abel González Fagundo
- Luis Amado-Blanco
- Eugenio Florit
- Verónica Volkow
- Inmaculada Mengíbar
- José Carlos Becerra
- Baltasar del Alcázar
- Paco Urondo
- Guillermo Valencia
- Juan de Timoneda
- Carlos Duarte Moreno
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