Poetas

Poesía de Perú

Poemas de Sebastián Salazar Bondy

Sebastián Salazar Bondy, nacido en Lima el 4 de febrero de 1924, fue una figura central en la literatura y el arte peruano del siglo XX. Poeta, crítico, escritor, periodista y dramaturgo, Salazar Bondy perteneció a la generación del 50, un grupo literario que marcó una época en la cultura peruana.

El entorno de su infancia influyó profundamente en su visión del mundo. Nacido en una familia de clase media venida a menos, experimentó desde joven la dualidad de la opulencia y la pobreza. La muerte de su padre y la consecuente crisis económica forjaron su carácter y le dieron una perspectiva aguda sobre las desigualdades sociales, un tema recurrente en su obra. Estudió en el Colegio Alemán y luego en el Colegio San Agustín, donde comenzó a forjar su amor por las letras.

A los 13 años, su primer poema fue publicado en la revista Palabra. A partir de entonces, su talento literario floreció. Publicó su primer poemario, «Rótulo de la esfinge«, en 1943, seguido por «Bahía del dolor«. Aunque estos primeros trabajos no fueron incluidos en sus recopilaciones posteriores, marcaron el inicio de una prolífica carrera literaria.

Salazar Bondy es recordado principalmente por su obra teatral, donde la crítica social se entrelaza con comedias accesibles pero profundas. Influido por Bertolt Brecht, sus obras invitan a la reflexión sobre la realidad peruana, convirtiéndolo en uno de los dramaturgos más importantes del país.

En 1947, se casó con la actriz argentina Inda Ledesma y vivió en Buenos Aires, aunque su matrimonio no duró mucho y regresó al Perú en 1950. Mostró gran interés por la pintura, dirigiendo el Instituto de Arte Contemporáneo de Lima y apoyando a jóvenes artistas.

Fundador del Movimiento Social Progresista en 1956, junto con su hermano Augusto y otros intelectuales, Salazar Bondy se involucró activamente en la política cultural de su país. Casado con Irma Lostaunau del Solar, tuvo una hija, Ximena Salazar Lostaunau.

Sebastián Salazar Bondy falleció prematuramente el 4 de julio de 1965, dejando un legado imborrable en la literatura peruana. Su obra, llena de sensibilidad y crítica social, sigue siendo una referencia esencial para entender la complejidad de la vida y la cultura del Perú del siglo XX.

PEREGRINACIONES DE LAS HORAS

VI

En todo aquello de que hablo hay temor,
hay piel de gato silenciosa por los suelos,
hay pequeñas imágenes y moscas y cuchillos
y gracia dulce en su saliva.

Madre escucha venir con sus coturnos de acecho
al dios de la salud en su coche de mimbre
y hay todavía en las ventanas que al estero
abren su interna paz de dormitorio,
el amuleto mágico de pelos,
el nudo, el alfiler muerto.

Hay un vago temor cuando algo se detiene o las cortinas
danzan al lado mismo de las almas cercanas.

MUJER Y PERROS

A Augusto, que la conoció

Recuerdo en Lima una mujer, una cansada
sombra de pordiosera que juntaba
perro a perro como los frutos de su vientre.

Eran canes de paso, animales
manchados, negros, hoscos, melancólicos hijos
que la escuchaban en el suelo y lamían su mano
agradecidos de una llaga,
un harapo mejor, un simple hueso.

Una mujer que se sentaba en una plaza
y cosía el alba y el ocaso al calor
húmedo y triste de sus perros.

ARTE DEL POEMA

No nazca sangre viva de tu seno,
sí un aire bueno que entre los amigos
lava castigos y desciende pleno
por vados de mentira y desabrigos.

CONFIDENCIA EN ALTA VOZ

Pertenezco a una raza sentimental,
a una patria fatigada por sus penas,
a una tierra cuyas flores culminan al anochecer,
pero amo mis desventuras,
tengo mi orgullo, doy vivas a la vida bajo este cielo mortal
y soy como una nave que avanza hacia una isla de fuego.

Pertenezco a muchas gentes y soy libre,
me levanto como el alba desde las últimas tinieblas,
doy luz a un vasto campo de silencio y oros,
sol nuevo, nueva dicha, aparición imperiosa
que cae horas después en un lecho de pesadillas.

Escribo, como ven, y corro por las calles,
protesto y arrastro los grillos del descontento
que a veces son alas en los pies,
plumas al viento que surcan un azul oscuro,
pero puedo quedarme quieto, puedo renunciar,
puedo tener como cualquiera un miedo terrible,
porque cometo errores y el aire me falta
como me faltan el pecado, el pan, la risa, tantas cosas.

El tiempo es implacable como un número creciente
y comprendo que se suma en mi frente, en mis manos,
en mis hombros, como un fardo,
o ante mis ojos como una película cada vez más triste,
y pertenezco al tiempo, a los documentos, a mi raza y mi país,
y cuando lo digo en el papel, cuando lo confieso,
tengo ganas de que todos lo sepan y lloren conmigo.

DESDE EL CORAZÓN

Me sitúo en el centro de mi corazón,
pongo los ojos en el fondo de ese pozo
como dos lámparas frías que encienden el amor,
¿y qué veo?

Dios mío, si veo
el claro espejo familiar que hay en mi sueño,
el pan que sale del horno de la vida a cada rato.

Vuelve a ti, viajero, vuelve
al Hotel de Bâle, ya que París es una pieza mortecina,
un lavabo, una mesa, un lecho para el vino de esta noche,
y sabrás nuevamente que eres un círculo de dudas
un remolino incesante que gira en torno de la ausencia.

Me sitúo en el centro de mi corazón, repito,
y me digo:
“Estoy aquí, pero en Lima
despertará mi madre cuando el perro
gima a su puerta, le dé los buenos días, la bendiga,
porque su mano es como un fruto que no cesa”.

SOBRE LOS DIOSES

No crezca, dios, en tu puño, tu corbata,
tu seno abrigador, leche y desgano,
sino tu pie sangrado y tu caballo,
alto espíritu malo en mi verano.

TESTAMENTO OLÓGRAFO

Dejo mi sombra,
una afilada aguja que hiere la calle
y con tristes ojos examina los muros,
las ventanas de reja donde hubo incapaces amores,
el cielo sin cielo de mi ciudad.
Dejo mis dedos espectrales
que recorrieron teclas, vientres, aguas, párpados de miel
y por los que descendió la escritura
como una virgen de alma deshilachada.
Dejo mi ovoide cabeza, mis patas de araña,
mi traje quemado por la ceniza de los presagios,
descolorido por el fuego del libro nocturno.
Dejo mis alas a medio batir, mi máquina
que como un pequeño caballo galopó año tras año
en busca de la fuente del orgullo donde la muerte muere.
Dejo varias libretas agusanadas por la pereza,
unas cuantas díscolas imágenes del mundo
y entre grandes relámpagos algún llanto
que tuve como un poco de sucio polvo en los dientes.

Acepta esto, recógelo en tu falda como unas migas,
da de comer al olvido con tan frágil manjar.

PATIO INTERIOR

A Luis Loayza

Viejas, tenaces maderas
que vieron a tantas familias despedirse,
volverse polvo y llovizna,
retornar a las dunas como otra ondulación,
os debo algo,
dinero, melancolía, poemas,
os debo cierta ceniza plateada y claustral.

Columnas fermentadas que persisten
soportando la sala, la alcoba, la despensa,
la cocina donde humeó algún sabor frugal,
os debo riquezas sin ira,
grandes palideces pensativas.

Patio interior,
cuervo de ociosas neblinas
entre cuyas largas plumas los amantes
se deslíen como una inscripción de pañuelo
os debo ahora mismo mi fosforescente vicio,
y os habito,
os corrijo,
os firmo con mi rápido nombre de cuchillo.

El poeta conoce la poesía

Permítanme decir que la poesía
es una habitación a oscuras, y permítanme también
que confiese que dentro de ella nos sentimos muy solos,
nos palpamos el cuerpo y lo herimos,
nos quitamos el sombrero y somos estatuas,
nos arrojamos contra las paredes y no las hallamos,
pisamos en agua infinita y aspiramos el olor de la sangre
como si la flor de la vida exhalara en esa soledad
toda su plenitud sin fracasos.

Permítanme, al mismo tiempo, que pregunte
si un peruano, si un fugitivo de la memoria del hombre,
puede sentarse allí como un señor en su jardín,
tomar el té y dar los buenos días a la alegría.
Qué equivocados estamos, entonces, qué pálida
es la idea que tenemos de algo tan ardiente y doloroso.
Porque, para ser justos, es necesario que envolvamos nuestra ropa,
demos fuego a nuestras bibliotecas,
arrojemos al mar las máquinas felices que resuenan todo el día,
y vayamos al corazón de esa tumba
para sacar de ahí un polvo de siglos que está olvidado todavía.

No sé si esto será bueno, pero permítanme que diga
que de otro modo la poesía está resultando un poco tonta.