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Rosario de Acuña

Poeta española Rosario de Acuña

Poeta española Rosario de Acuña

Poemas:

Poetisa

Raro capricho la mente sueña:
será inmodesta, vana aprensión.
Tal palabra
no me cuadra;
su sonido
a mi oído
no murmura
con dulzura
de canción;
no le presta
la armonía
melodía
y hace daño
al corazon.

Tiemblo al escucharla. ¿Será manía?
Oigo el murmullo cerca de mí:
no me cuadra
tal palabra;
que el murmullo
que al arrullo
de la sátira
nació
me lastima
con su giro
y un suspiro
me arrancó.

Si han de ponerme nombre tan feo
todos mis versos he de romper.
No me cuadra
tal palabra,
no la quiero;
yo prefiero
que a mi acento
lleve el viento
y cual sombra
que se aleja
y no deja
ni señal,
a mi camino
que es mi llanto
arrebate
el vendval.

A una gaviota

Tú que cruzas las revueltas
Ondas del mar,
Oye el eco que te manda entre el aura
Mi cantar.

Eco triste y melodioso que se pierde
En derredor,
Eco que del alma brota, cual un grito
De dolor.

Yo quisiera sobre el mundo levantar
Mi pensamiento,
Como allá en la mar te elevas
Desplegando tu plumaje
En el viento.

Yo quisiera, con mi alma,
A través de los espacios
Seguir tu vuelo,
Fijando las esperanzas
Que en ella moran
Sólo en el cielo.

Yo quisiera del humano no ver nunca
La maldad,
Y vivir, como tu vives,
Siempre libre y venturosa
En constante soledad.

Yo quisiera que mi cuerpo,
Desprendido de la vida,
Durmiese en calma,
Y á la mansión de la gloria,
Reina de paz y de amores,
Volase el alma…

Pero ¡ay! que mi pensamiento
Gime en cadenas,
Cuyos fuertes eslabones forman
Las penas.

Y siempre volando en torno
De la esperanza,
La dicha que él ambiciona
Jamás alcanza.

Y contemplo tristemente
Los desengaños,
Que brotan con la experiencia,
Con los dolores del alma,
O con los años.

Y va mi vida siguiendo
Triste carrera,
Y de romper con el cuerpo
Que la aprisiona insensato
Ya desespera.

Tú que escuchaste los cantos
que del alma se escaparon
Como un suspiro,
Llévalos entre tus alas
Y no dejes que se pierdan
Con tus giros.

Déjalos en las regiones
De otros mares
Más hermosos,
El aura tal vez los lleve
Donde vi pasar los días
Venturosos.

Allí morirán sin eco,
Que nunca tuvo respuesta
Mi canción…
¡Llévatelos y no olvides
Que entre sus notas va envuelto
El corazón!

Casualidad

Soñé, y en la dormida inteligencia
Vi al humano, con ansia desmedida,
Buscando los principios de la vida
Y dudando a la vez de su existencia;

Vi al ocio revestido de prudencia,
Vi la igualdad tornarse fraticida,
Vi la diosa Razón entumecida
Y en el caos a Dios y a la conciencia.

Vi una raza luchando con la muerte,
A Europa envuelta en sangre y desgarrada,
Más lejos, sin girar, la tierra inerte;

Y aún de mi sueño aquel horrorizada,
Me despertó, con peregrina suerte,
De un loco que pasó la carcajada.

Un cuento

Paróse ante las puertas de la vida
Un inocente niño
Y preguntó: “¿Para encontrar caricias,
Flores, arroyos, pájaros y nidos,
Me pudierais decir por dónde marcho?”
“No conozco el camino:
Más adelante encontrarás un guía,”
Le respondió el Destino.

Tornóse en joven, y con ansia loca
Preguntó en su delirio:
“Para encontrar amores y riquezas,
Estimación, virtud, gloria y amigos,
Me pudierais decir por dónde marcho?”
“No conozco el camino:
Si le quieres hallar, búscale sólo”;
Le respondió el Destino.

Llegóse el Tiempo; con su lento paso
Trocó el calor en frío.
El joven, en anciano transformado,
De penas y dolores perseguido,
Preguntó con un resto de esperanza:
“Me pudierais decir por dónde sigo
Para encontrar la paz, la paz del alma?”
“No conozco el camino,
Sólo puedo decirte que le busques;”
Le respondió el Destino.

Al salir del alcázar de la vida,
Cuentan los que la han visto,
Que preguntaba el alma por el cielo
Y nadie le dio señas del camino.

Soneto

¡Igualdad! ¡Casta virgen que aparece
Revestida de mágicos fulgores,
Y que ofrece a los hombres sus amores
Mientras el alma en la ilusión se mece!

Su vaga forma ante la vista crece,
Les invita a luchar por sus favores,
Y apenas se proclaman vencedores,
Cuando al irla a tocar, desaparece.

¡De Libertad y de Justicia hermana,
Su imperio tiene en la mansión divina
Y allí la encuentra la razón humana

Cuando al destino de su fin camina,
Que en este mundo de flaqueza vana
No se la ve jamás, se la adivina!

Pensamientos

¿Qué es la luz? El beso de las constelaciones
a través del espacio; el saludo de la humanidad
por medio de la historia; el triunfo del amor
sobre el egoísmo. ¡Oh, luz, bendita seas!

La caridad es la única virtud que puede transformar
La tierra en morada de ángeles.

¿Qué eres felicidad?… si renuncio a encontrarte
no ceso de reír, así que te busco y te persigo
ya estoy llorando.

¿Qué soy? ¿Por qué soy? Dos interrogaciones
formidables que se abren como abismos sin fondo
a la diestra y a la siniestra del hombre,
si se acerca a ellas; se para y no logra ver más
que sombras espesísimas, si camina sin mirarles
sigue las huellas del bruto… ¿Cómo acertaremos?

La libertad

¡Oh ¡ libertad, fantasma de la vida,
Astro de amor a la ambición humana,
El hombre en su delirio te engalana,
Pero nunca te encuentra agradecida.

¡Despierta alguna vez! Siempre dormida
cruzas la tierra, como sombra vana:
Se te busca en el hoy para el mañana,
Viene el mañana y se te ve perdida.

Cámbiase el niño en el mancebo fuerte
Y piensa que te ve ¡triste quimera!
Con la esperanza de llegar a verte.

Ruedan los años sobre la ancha esfera
Y en el último trance de la muerte
Aún nos dice tu voz: ¡espera! ¡espera!.

El otoño

Templa su fuego el sol bajo el nublado;
Las nieblas rompen sus tupidos velos,
Desciende la lluvia, y arroyuelos
De límpido cristal recoge el prado.

Pájaro amante, insecto enamorado,
Sienten, última vez, ardientes celos;
Marchan la golondrina y sus polluelos;
Se adorna el bosque de matiz dorado.

¡Ya está aquí! El mar levanta sus espumas
y acres perfumes a la tierra envía…
¿Quién no le ama? Entre rosadas brumas,

coronado de mirtos y laureles,
viene dando a las vides ambrosía,
vertiendo frutas, regalando mieles.

Las dos nubes

Una nube sombría
cruza el espacio,
yo me llamo tristeza
va murmurando;
soplan las auras
y sus negros crespones
se desparraman.

Otra nube muy blanca
volando llega,
yo me llamo alegría
dice á la tierra;
soplan los cierzos
y sus leves cendales
van esparciendo

Y la blanca y la negra,
veloces pasan;
á una llevan los cierzos
y á otra las auras;
penas, placeres,
son nubes de la vida;
¡dejad que vuelen!

Los envidiosillos

La envidia, en sus negruras repugnantes,
Tiene también su mérito, y su alteza,
Y lleva un sello de inmortal grandeza
Cuando alienta en el pecho de gigantes.

¡Quién sabe si el Quijote de Cervantes
Fue una sonrisa amarga de tristeza
Al ver rendida su genial cabeza
Entre tantas de imbéciles triunfantes!

Esa envidia del genio, que ennoblece,
No es la vuestra ¡malvada camarilla
Del odio ruin, que achica y envilece!

Vosotros sois, cual perro de trailla,
Que a la vista del látigo enmudece
Y ante indefensa res soberbio chilla.

Biografía:

Rosario de Acuña y Villanueva (Madrid, 1 de noviembre de 1850-Gijón, 5 de mayo de 1923) fue una escritora, pensadora y periodista española.

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