Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Rosa Araneda

Rosa Araneda (San Vicente de Tagua Tagua, 1853 – Santiago, 4 de junio de 1895) fue una poetisa popular chilena del siglo XIX. Ferviente opositora de los gobiernos de José Manuel Balmaceda y Jorge Montt. Era una de las pocas mujeres que se contaban entre los verseros de finales del siglo XIX.

Saludo de un amante a sus queridas

¿Cómo les va, palomitas?
El tiempo que anduve ausente
ahora vengo llegando
para hacérmeles presente.

Con harmonía y contento
las saludo, hermosas bellas,
porque parecen estrellas
del celeste firmamento.
Dichoso el feliz momento
que logré ver las perlitas;
tan preciosas y bonitas
las hallo en estos instantes.
Con sus queridos amantes
¿Cómo les va, palomitas?

En la parte donde estaba
jamás las pude olvidar;
solía a veces llorar
si de ustedes me acordaba;
las tristezas que pasaba
sólo las sabe el que siente
claro y veríficamente
desde que me cautivaron,
a que menos no me echaron
el tiempo que anduve ausente.

En mí no ha habido consuelo,
tranquilidad ni alegría;
de lo tanto que sufría
día y noche me desvelo.
Hoy sin el menor recelo
las voy a ir saludando.
Por si me están aguardando
vine con justa razón;
a darles mi corazón
ahora vengo llegando.

La Delfina es la causante
¡ella es no mas la que lo hace!
de que yo trabajos pase
sin descansar un instante;
Maclovia con un galante
se pasea muy decente,
y yo como dicijente
en este trance penoso,
quisiera ser amoroso
para hacérmeles presente.

Al fin si a mí me dejas
después que fui el primero,
con ayes tan lastimero
daré a Cupido mis quejas.
Aunque tu me desemejas
sin aliviar mis pesares,
y si el conjunto de lares
me quitarán el derecho,
guarden dentro de su pecho
mis amorosos cantares.

Versos del puro amor

Cuando sale el sol brillante
se ilumina el mundo entero;
a mí, porque a ti te quiero,
me han privado de que cante.

Sois la sirena del mar
por lo bella y lo lujosa,
y cuando seas mi esposa
yo dejaré de llorar.
Tristeza es considerar
verte en los brazos de otro amante,
como quieres que yo aguante
tanta pena y sentimiento,
y sólo tengo contento
cuando sale el sol brillante.

Ni la vespertina estrella
del celeste firmamento,
con un esplendor y ornamento
a vos te iguala en lo bella.
Si minoras mi querella
dichoso me considero;
como diosa te venero;
y al quitarte los enojos
con los rayos de tus ojos
se ilumina el mundo entero.

Ni Jano con su belleza
que es diosa de la hermosura,
te iguala en la preciosura
encantadora princesa.
La humana naturaleza
te crió linda, lo infiero,
mucho más que aquel lucero
que alumbra en las alboradas;
me cautivan tus miradas
a mí, porque a ti te quiero.

El mirarte es mi recreo,
te lo confieso en verdad,
que siento felicidad
cada ocasión que te veo.
Abrazarte es mi deseo
cuando estas bien elegante,
pero al hallarme distante
se aumenta mi desventura;
las glorias de tu hermosura
me han privado de que cante.

Al fin, grandioso tesoro
mucho siento el enfadarte,
y el corazón se me parte
de lo tanto que te adoro.
No estando a tu lado, lloro
y reniego de mi suerte;
todas mis ansias son verte
para gozar del placer;
si no piensas querer
dáme sentencia de muerte.

Lamentos de un amante

Un pensamiento de amor
en mi alma tiene aposento:
me priva de estar contento
un fuego devorador.

Siento un dolor incesante
por tus desdenes, mujer,
que ya no encuentro qué hacer,
y muero por ser tu amante.
Fatigado y anhelante
paso en continuo clamor;
y al ver tu hermoso caudor,
bellísimo y blanco armiño,
te remito por cariño
un pensamiento de amor.

Si lo que sufro supieras
por estar en tu amistad,
diciéndote la verdad
tal vez que te condolieras.
Son las súplicas primeras
que te hago en este momento;
con tan grande atrevimiento
te recuerdo y digo aquí:
que un suspiro para ti
en mi alma tiene aposento.

Mi cerebro trastornado
está por tu ingratitud,
y paso con inquietud,
triste y descorazonado,
¿por qué no me habéis amado
siendo que te soy atento?
No cumples el juramento
tal como lo prometiste,
y el desaire que me hiciste
me priva de estar contento.

Si tú supieras amar
y corresponder mi amor,
yo sería tu amador
hasta ya finalizar;
te empezaría a adorar
sin recelo el que menor;
jamás sería traidor
cuando contigo estuviera,
aunque entre mi pecho ardiera
un fuego devorador.

Al fin, te estoy adorando
con un amor verdadero;
es tanto lo que te quiero,
que por ti paso penando.
Dime, mi bien, para cuándo
piensas darme tu tesoro:
si no me dices: te adoro,
tremendo será tu daño;
y al ver ya tu desengaño
llorarás como yo lloro.

Redondilla de un huaso enamorado en el dieciocho

Fuí en el dieciocho a la pampa
en mi caballo trotón,
con sombrero guarapón
más grande que una callampa.
Con otro huaso de Lampa
en el Parque me junté,
a pencazos lo agarré,
porque me cobraba un peso,
y a ese huasamaco leso
pregunten cómo le fue.

Yo iba bien enchauchado,
dedicado a echar un trago,
a la salud de Santiago
de aguardiente champurriado.
Junto con otro hacendado,
a una vara me atraqué
de afuera al mozo llamé
y comencé a pedir grueso
y a ese huasamaco leso
pregunten cómo le fue.

Ya lo que me vi curado
me dio por enamorar,
y hasta me bajé a bailar
como hace el que está templado
luego me le senté al lado
a una joven, les diré,
sobre el asunto le hablé
con un tonito travieso,
y al papá porque era leso
pregunten cómo les fue.

Tomé tanto en demasía,
digo para que se pruebe,
que amanecí el diecinueve
durmiendo en la policía;
como a las ocho del día
mi libertad reclamé;
a la mala me arranqué
de donde me hallaba preso,
y al comisario por leso
pregunten cómo le fue.

Al fin, les cuento señores
todo lo que me ha pasado;
de tanto que me han pegado
ya no aguanto los dolores
sufriendo muchos rigores
toda una noche pase,
hacia en la barra de un pie
que tanto a mí me molesta,
por causa de ir a la fiesta,
pregunten cómo me fue.

Versos de una viuda y un templado

La viuda me mete susto,
pero yo no quiero creerme;
quiere a la fuerza venderme
lo sobrado del difunto.

Sucediole a un anciano
que se le ocurrió querer
a una tirana mujer,
y el amor le salió vano:
tomaba siempre en la mano,
de la planta el primer fruto;
ella por hacer su gusto
hasta a mí me daba indicio;
por ver si yo la acaricio,
la viuda me mete susto.

También me pasó igual cosa
con otra que yo tenía:
me citó no sé qué día
y faltó la veleidosa:
haciéndose la graciosa
se queda, y cuando se duerme,
madruga para ir a verme;
por ver si le doy dinero,
me dice ella: lo quiero,
pero yo no quiero creerme.

De primeras, yo le dí
varios pesos en billete
porque andaba de prete,
pero nada conseguí;
todito lo que perdí
se propuso devolverme
con tal de que no le merme,
a fin que sea su esposo:
un traste viejo, mohoso,
quiere a la fuerza venderme.

La prenda que yo deseaba
la manejaba esta ingrata:
aunque yo le daba plata,
ella no me la aflojaba;
de balde la acariciaba
sin mermarle un solo punto;
para cortar este asunto
de una y otra manera,
le pedía que me diera
lo sobrado del difunto.

Al fin, yo de buena gana
le habría hecho la cruza;
pero la hallé tan confusa
un día por la mañana.
Como a la media semana
me le presenté con prosa,
atenté no sé que cosa
y lo encontré tan gordito
cuando le agarré el trechito
entre San Juan y Mendoza.

Versos humanos

Hizo un amante un anillo,
plata y oro le costó,
en su pecho lo grabó
sin darle golpe al martillo.

Un amoroso amador
propuso en su pasión fija,
grabar en una sortija
la imagen de su candor,
por ser dueño de su amor
hallo el trabajo sencillo,
dándole esplendor y brillo
cuando a la fortuna invoca,
del corazón de una roca
hizo a un amante un anillo.

También intentó hacerlo
de un recuerdo fingido,
y para echarlo en olvido
lo devoró por no verlo.
Luego después a cogerlo
apresurado corrió;
tan lindo lo trabajó
que en él se deleitaba,
por ver lo que más amaba
planta y oro le costó.

Después de tanto pensar
en su angustia y padecer,
cuando la quería ver
iba al espejo a mirar,
ella al considerar,
triste un suspiro le envió,
de gloria lo coronó
por ser puro y blanco armiño,
de su dueño el fiel cariño
en su pecho lo grabó.

Le puso en las iniciales
el nombre y el apellido,
porque no lo eche en olvido
y sean doble sus males.
Buscó los ricos metales
de un color amarillo,
para hacerlo de tomillo
en una plancha dorada
el retrato de su amada
sin darle golpe al martillo.

Al fin, cuando lo acabó
para tener el consuelo
donde su gloria y su cielo
fue y se lo regaló.
Con brillantes lo adornó
para darle un nuevo brizo,
siendo de oro macizo,
atribulado y confuso,
en el dedo se lo puso
en señal de compromiso.

Versos de literatura

Bulle el insecto en la grama,
brinca en el monte el cordero,
el ruiseñor y el jilguero
revuelan de rama en rama.

Nace el huracán furioso
cuando el viento le acompaña,
y nacen en la montaña
tigres, cocodrilos y oso.
Nace el reptil venenoso
y su ponzoña derrama,
la devoradora llama
apaga los resplandores;
en la estación de las flores
bulle121 el insecto en la grama.

Nace lluvioso el invierno
deshaciendo el duro hielo,
del aire cae en el suelo
refrescando lo moderno.
Nace el temporal eterno
y humedece al mundo entero,
después de otoño primero:
disfrutando el dulce gozo
por el prado delicioso
brinca en el monte el cordero.

Nace la hermosa avecilla
y ligero el vuelo encumbra,
y ya cuando el día alumbra
sale a buscar la semilla.
Rompe su marcha sencilla
y llega a su habitadero.
Nace el pájaro agorero
en la inmensa oscuridad;
cantan la felicidad
el ruiseñor y el jilguero.

Nace la rosa fragante
ostentando sus verdores,
con sus vistosos colores
se ve lo más elegante.
Nace el fénix amante
y visita el panorama,
por gozar de dicha fama
celebran al sol sus brillos
como un mil de pajarillos
revuelan de rama en rama.

Al fin, nace la alegría,
dándonos dicha y placer.
Nace el hombre y la mujer
que se aman en compañía;
nace la noche y el día,
y nace el plantel florido
en el huerto de Cupido,
está la rosa más fina
por la permisión divina
todo cuanto hay ha nacido.

Lamentos de un amante enfermo de amor

Si supiera mi negrita
lo que sufre su negrito,
viniera a darme una toma
con su mano de angelito.

Si viera en mi corazón
las congojas y dolores,
la dueña de mis amores
me tendría compasión,
pronto y por cuya razón
me haría alguna visita
viendo que se marchita
ausente de su amistad
me tendría caridad
si supiera mi negrita.

Un momento no descansa
en sus crueles sufrimientos;
lanza al aire sus lamentos
por ver si encuentra bonanza:
precipitado se avanza
con un tono amorosito:
marchando de hito en hito
palpita triste, afligido,
de ver que ella nunca ha sabido
lo que sufre su negrito.

Con su delicia y contento
viéndome a mí padecer
si ella supiese querer
no se apartase un momento;
tranquila y con paso lento
sale a su puerta y se asoma
como inocente paloma
con lealtad y franqueza
para quitar mi tristeza
viniera a darme un toma.

Si fuese fiel amadora
y voluntad me tuviera
estaría a mi cabecera
sin separarse una hora;
con títulos de doctora,
aunque estuviera un ratito
junto con ella solito
mas que me trate de insulto
pido que me tome el pulso
con su mano de angelito.

Al fin viéndome postrado
en la cama, agonizante,
correría en el instante
a curarme con agrado;
pondría mucho cuidado
no equivocarse en las ciencias
y yo con mis tres potencias
le diré con mi decoro
dáme un beso que mejoro
de toditas mis dolencias.