Poesía de México
Poemas de Rodolfo Usigli
Rodolfo Usigli (17 de noviembre de 1905 – 18 de junio de 1979) poeta, dramaturgo, escritor y diplomático mexicano. Es considerado el padre del teatro mexicano moderno.
Entre sus obras teatrales destacan El Gesticulador escrita en 1938, en la cual hace una concienzuda crítica al régimen revolucionario mexicano de ese tiempo, debido a la cual fue censurada por el gobierno. Así como los dramas Corona de sombra escrita en 1943, en que destaca la figura de Carlota de Bélgica, esposa de Maximiliano de Habsburgo, Emperador de México, obra a la que el propio Usigli calificó de antihistórica; Corona de Fuego, en 1960 y Corona de Luz en 1964, esta última, versa sobre la virgen de Guadalupe y su influencia en la cultura nacional mexicana.
¿Qué será de mi amor…?
¿Qué será de mi amor cuando yo haya muerto,
cuando la calcinada arena de mi vida
ya sin reloj concluya en el infinito desierto?
Ni el crimen estéril en sí mismo
ni la danza de la memoria
ni la futilidad de las palabras
en las líneas de los poemas
que ponen rejas al silencio
ni este mar de ausencia
en el que muero ahogado cada noche
y que arroja mi cuerpo en la mañana
como en una playa desolada.
Ni la tumba abierta de los retratos
en que tú misma yaces eternamente muerta
en gestos de tímida tristeza
en pasos suspendidos
y en movimientos sin fin y sin cambio
ni la vergüenza de mis treinta años
ni tu muerte terrestre ni la mía
mudan ni opacan ni destruyen
mi amor redondo ya como la poesía
irremediable ya como el tiempo.
– Y pienso que cuando esté solo en el mundo
sin ti y sin mí, sin dioses y sin víctimas,
más solo que yo por ser más hondo,
caminará sin término, luz en la noche,
oscura forma en la luz,
buscándote y buscándome.
Y yo estaré ya muerto
devuelto al calcinado desierto
y no tendré ya una sola gota de sangre
ni una noche atormentada
ni un ágil deseo que darte
no tendré ni siquiera esta miseria
para darle alimento
cuando me sobreviva luminoso y hambriento
TESTAMENTO
En la agónica gota de un reloj cuya máquina
he descubierto en vano, voy captando la huella
del tiempo en esta trampa de lodo y de ceniza
que soy. Yo mismo ahora ya no recogería
los restos de mí mismo que han dejado el silencio
la espera, las mujeres y la angélica
curiosidad de mí mismo hasta el crimen mismo.
No me atrevo a poner ya las manos sobre mí
ni aún en la sombra por lo que el tacto me revelaría
de llagado y de oscuro en mi materia.
No me atrevo en la noche a preguntarme nada
por no hallar en mi oído la respuesta del eco,
de la repetición de otro reloj.
Y no resistiría verme al espejo por miedo
a mi piedad estéril y terrible
que caería sobre mí mismo.
Sólo las huellas de estas gotas del tiempo en mi ceniza,
la mecánica sangre sistemática,
mis vellos que se erizan en esta tormenta
de la soledad desencadenada como una seca lluvia.
Sólo la indiferencia
de un Dios que no me castiga todavía
y que me envuelve en una ahumada pausa
de niebla. Sólo el desprecio de olvidarme
como un objeto desarticulado
en una amarga música
en un silencioso vino
en una luz opaca.
No me quedaba ya más que un silencio
en que tenderme, en que soñar. Y ya lo he roto.
Y las palabras, todas las palabras
con que lo perforé de extremo a extremo
han partido de mí y no podría repetirlas siquiera
aún huecas, aún metálicas, aún muertas.
Y no me queda ya del tiempo
más que esta gota agónica y eterna
que cae sobre mí de todos los relojes,
que parecen maquinarias de cera.
Y perdido el silencio, y la palabra,
hago este testamento
para dejar al viento lo que queda de mí,
testigo mudo y lejano de mí mismo,
sombra de soledad, sombra de espera.
Conversación con un retrato
En el diámetro variable de los meses
los días son los mismos silencios
las noches son los mismos ojos
los mismos ojos que te miran
contenida en el ataúd transparente de tu imagen de joven.
Ahora no puedes ya decirme:
—Estás enamorado de un retrato
al que dejé de parecerme
viviendo.
Estás enamorado de un retrato
y no fue ése nuestro trato.
Recuerdo las comidas, ilusiones cortas en los trenes largos
y los cuartos de hotel con camas siempre,
para tu retrato y para mí, gemelas y nupciales.
¿Para qué fui al Sur musical
donde los negros son los negativos olvidados de los blancos
si no había de encontrarte allí?
Si no había de encontrarte
sino en la torturante presencia de tu ausencia,
sino como se encuentra el Norte —tu Maine— al otro extremo.
Ahora que las últimas tardes de aire luminoso
atestiguan en New Haven,
la muerte perfumada de las wisterias y las lilas,
la momificación de las camelias,
ahora que tú misma no eres ya
más que tu nombre y tu retrato
tiempo en el tiempo
ahora que tú misma eres menos real
que los fantasmas que caen del hombre en el otoño de oro
menos real que yo muerto en tu vientre
menos real que yo que mis palabras
tus ojos me siguen a izquierda y a derecha desde tu retrato.
¿Y qué dirás cuando los entreabras
y adviertas que has dejado prendida la memoria
como una lámpara?
¿Y qué dirás de la fidelidad de tu retrato
en mi vida sin norma?
Futilidad de las palabras
futilidad del silencio
pureza del objeto.
Este retrato tuyo que me mira
y que quisiera devolverme a la vida,
hablarme.
Esta tortura fiel, puntual de tu mirada
que lo penetra todo y que no mira nada.
La angustia infantil apretada
en tu garganta de niña enfermiza
y la luz sobre tus cabellos.
Siento que me devoras y que me amas
ahora que no eres ya sino tu retrato
y el silencio sombra de mis palabras.
Si quiero por las estrellas
saber, tiempo, dónde estás,
miro que con ellas vas
pero no vuelves con ellas.
¿Adónde imprimes tus huellas
que con tu curso no doy?
Mas ¡ay! que engañado estoy,
que giras, corres y ruedas:
tú eres tiempo, el que te quedas,
y yo soy el que me voy.
Sangre, corres por mis venas,
y piel, en la mía pones
misteriosas sensaciones,
y voz, en mi voz resuenas.
El hueco de que me llenas,
el vértigo a que me lanzas,
los miedos, las esperanzas
en que eres yo sin ser mía,
con la angustia y la alegría
en que yo muero y tú danzas.
¿Cómo eslabonas, vida, con la muerte?
¿Cómo decides el final destino
del que siguió tu acerbo desatino,
del niño que te cortejó sin suerte?
¿Qué le das cuando todo ya le advierte
que ha llegado a un crucero del camino,
que no puede ir atrás, que ningún vino
le valdrá la ganancia de perderte?
Vida, muerte, ¿qué importa? Las gemelas
se incrustan en la carne igual que puntas
lanzadas por un arco, paralelas.
Si vives lo que mueres, ¿qué te apuntas?
Si mueres lo que vives, ¿por qué celas?
Marchan ciegas las dos, sordas y juntas.
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