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Roberto Ibáñez

Foto de Jose Chomali en Unsplash

Poemas:

Viaje por los huesos

Ahora viajo de incógnito por el haz de mis huesos
Por planicies unánimes de horizontes ilesos.
Entre blancuras solas,
¡ah, qué música inerte!
Oigo en noche lejana de cedrón y amapolas
el beso original que fundó tanta muerte.

En estos huesos puros, de terrestre destino,
bajo intemperies lácteas, mi mañana adivino.
Y en sus solas blancuras
De apariencia esteparia,
reconocer no puedo mis cenizas futuras,
mi austera calavera, puntual y solitaria.
Pero ahora en mis huesos, genealógicos, fieles,
un suave ayer recobro de memorables mieles,
Con una luz antigua
de absorta primavera,
ese candor ingrávido todavía atestigua
la niñez celestísima, la sonrisa primera

Huesos donde mi muerte infantil reposaba,
por un tímido ruego contenida su aljaba.
Desde el ampo risueño,
aún mí madre me mira.
Ya, con mentón vencido, no calla hasta en el sueño.
Ya, con semblante alegre, se levanta y respira
¡Ay huesos, huesos míos, de entornada memoria
que abro con una clara lágrima expiatoria!
Tal en una cisterna
de dócil resonancia,
en los átomos tibios oigo la voz paterna
como en aquel domingo flamante de la infancia.

El prisionero

“Que por mayo era, por mayo …”

Ya oigo la voz del río y su conjuro,
ya la rosa levísima presiento,
ya al ave escucho de lejano acento,
y con mis manos ensangriento el muro.

¡Recobrar, recobrar el reino puro!
¿No me reclama el río, claro y lento?
¿No me nombra la rosa desde el viento?
¿No me responde el pájaro en lo oscuro?

Pájaro que no sé sí me responde,
si canta en mi o a incógnita distancia
Intima rosa que no sé si esconde

en la fronda o el sueño su fragancia.
Río que llega ya no se de dónde,
si de su sierra azul o de mi infancia.

Ser

Como una gota el mar de donde brota,
dice esta vida sin menguante.
Pregona eternidad, y es un instante.
Proclama infinitud, y es una gota.

Pródigo de tu lumbre sin derrota,
soy tu mínimo rayo, oh Sol gigante,
y hacia ti vuelo, oh Música radiante,
me identifico en ti, como una nota.

Sólo es olvido de tu amor la muerte,
desesperanza de tu absorto día,
que es no morir, pensarte y conocerte,

Yo estaba en ti, como en la fuente ignota,
equivocando patria y agonía.
Y soy en ti, como en el mar la gota.

Narciso ciego

Narciso, no el de ayer. Ciego Narciso,
rosa a rosa profiero tu blancura:
sola del tacto, trémula escultura
coreada en un secreto paraíso.

Sola del tacto, y del cristal sumiso
que da clara progenie a mi figura.
¿Qué dios, sin abolir mi forma pura,
vedarme el goce de su lumbre quiso?
Si en el crujido de mi fronda flava
oigo al Otoño fatigar su aljaba,
yo en la fuente que absorta me recibe
creo a ciegas un mágico reflejo.
¡Ay, no puedo heredarme en el espejo,
pero el espejo por mi imagen vive!

Narciso estéril

Allí al cielo cristales de la fuente.
Al sueño, allí, da al ruiseñor cristales
¡Oh perfección que enamorada sales
a pedir testimonio transparente

¡Ay no saldrás de tu dominio ardiente!,
¡Lloro en la luz tus muertos esponsales,
que velando sus diáfanos umbrales
niega el cristal imagen a mí frente!
Como el cristal morada a esta mirada,
al árido esplendor de mí belleza
rehúsa el ruiseñor su melodía.
Orfebre sólo de mí oscura nada,
hoja ya soy donde el otoño empieza,
¡Ay, cuánta muerte en esta muerte mía!

Narciso heroico

¡Adiós, oh ruiseñor que aún en la umbría,
das a mi sueño fiel, lengua secreta:
como en tu dulce rama recoleta,
en mi memoria cantarás un día!
¡Oh fuente, adiós! Sostén la imagen mía
ya en su tersura de cristal completa.
Seré tu soledad, oh fuente quieta,
como tú fuiste, oh fuente, mi agonía.
Si abdico y parto hacia la tierra obscura,
en puntual esplendor mi imagen dejo
antes que el tiempo rinda mi hermosura.
Hacia la muerte o la vejez me alejo.
¡Oh fuente, quede en ti mi imagen pura,
quede sin mi, como en divino espejo!

Biografía:

Roberto Ibáñez nació en Montevideo el 13 de enero de 1907 y desde muy joven se vio envuelto en el universo de las palabras. Su vida estuvo marcada por una pasión inquebrantable por la literatura, no solo como creador, sino también como crítico, ensayista y docente. Su nombre resuena en la tradición literaria uruguaya como una voz lúcida y comprometida con la exploración estética y el análisis profundo de la poesía y la prosa de su tiempo.

Ejerció la docencia en la Facultad de Humanidades y Ciencias, donde dirigió la cátedra de Literatura Uruguaya con un rigor intelectual que lo convirtió en una figura clave en la formación de nuevas generaciones. Su vocación no se limitó al aula; en 1947 fundó el Instituto Nacional de Investigaciones y Archivos Literarios de Montevideo, que dirigió con la convicción de que la memoria literaria debía ser preservada y cultivada. También fue profesor de literatura en la enseñanza secundaria, extendiendo su influencia más allá del ámbito académico.

Más que un estudioso de la literatura, Ibáñez fue un poeta de sensibilidad refinada. Su obra dialoga con las grandes corrientes poéticas del siglo XX, mostrando una preocupación constante por la identidad, la palabra y el tiempo. En su trayectoria no solo se dedicó a la creación, sino también a la crítica, ejerciendo un análisis minucioso y apasionado que enriqueció el pensamiento literario de su país.

Su vida estuvo ligada a la de la también poeta Sara de Ibáñez, con quien compartió no solo un vínculo amoroso, sino una profunda afinidad intelectual. Juntos formaron un dúo de relevancia en la literatura uruguaya, aportando una mirada complementaria sobre la poesía y sus caminos.

Roberto Ibáñez falleció el 28 de agosto de 1978, dejando un legado que trasciende las fechas y los nombres. Su voz sigue presente en la poesía, en los ensayos y en la memoria de quienes buscan en la literatura un reflejo de la condición humana.

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