Poemas:
Canario
(para Michael S. Harper)
La voz quemada de Billie Holiday
poseía sombras tantas como luces,
un candelabro afligido contra un piano brillante,
y la gardenia era su firma bajo esa cara arruinada.
(Ahora estás improvisando, tamborilero a bajista,
cuchara mágica, agula mágica.
Toma todo el día, si te necesita
– con tu espejo y tu pulsera de canto.)
El hecho es que el invento de la mujer sitiada
ha sido por el bien de afilar el amor en servicio de mito.
Si no puedes ser libre, sé un misterio.
Tarjetas educativas
Durante las mates yo fue la niña prodigio,
la custodia de naranjas y manzanas.
Dijo mi padre: Lo que no entiendes, domínalo.
Y el más rápido mi respuesta, pues
el más rápido vinieron las tarjetas.
Yo podía ver un capullo en el geranio del instructor,
y una abeja definida chisporroteando contra la hoja de vidrio húmedo.
Siempre rozaban los tuliperos después de un diluvio copioso
así que me plegué la cabeza mientras mis botas abofeteaban a casa.
Mi padre se ponía cómodo después de su trabajo,
relajándose con un jaibol y La Vida de Lincoln.
Después de la cena hacíamos practicar pues
yo subía la oscuridad antes de dormir, y antes de
una voz flaca siseé números múltiples
mientras yo giraba en una rueda. Tuve que adivinar:
Diez, yo seguía diciendo, Solo tengo diez años.
Viejo éxito
Llegué temprano a casa,
pero me paré en el acceso,
meciéndome al volante
como un pianista ciego cachado por una tonada
diseñada para más de dos manos tocar.
La letra era fácil,
canturreado por una muchacha muriendo del deseo
ser viva / descubrir un sufrimiento bastante majestuoso
para guiarse.
Apagué el aire acondicionado,
y me recliné para flotar en una capa de sudor,
escuchando su sentimiento:
Chico, ¿Adónde fue nuestro amor?
––un lamento que pillé con gula,
sin la menor idea de quien pudiera
mi amante o donde empezar a buscar.
El grillo primaveral considera el asunto de la Negritud
Solita, yo tocaba mis tonadas;
no conocí a ningún otro que podía acompañarme.
Claro, fueron tristes las canciones
–– pero agradable también, y no vendrían hasta que
el día se agotó. Sabes, ¿no?, la manera que tiene el cielo
de colgar sus últimas volutas radiantes?
Eso era cuando el dolor brotaba dentro de mí
hasta que no pude esperar; me arrodillé para rasparme limpia
y no me importó quien escuchara.
Pues los gritos y las chiflas, vinieron,
y la redada en tarros – y el trepar de patas.
Ahora vinieron otros: revolcados y enturbiados;
no supe sus nombres.
Éramos un farol musical;
los niños, dormían a nuestros suspiros.
Y si, de vez en cuando, uno de nosotros
se sacudió libre y cantó mientras trepaba al borde,
siempre se caía de nuevo.
Y esto les hacía reír y palmotear.
Al menos – en ese momento – entendimos
lo que les complacía
– y donde estuvo el borde.
Trans
“Yo trabajo mucho y vivo mucho menos de lo que pudiera,
pero la luna es hermosa y hay estrellas azules…..
Yo vivo la casta canción de mi corazón.”
(Federico García Lorca a Emilia Llanos Medinor, 1920)
La luna está en un estado de duda
sobre si deba escoger ser hombre o mujer.
Ha habido rumores y todo tipo de
alegatos, declaraciones atrevidas, embustes públicos:
Él es beligerante; Ella está deprimida.
Cuando él se disipa el mundo se balancea al filo;
cuando ella florece el crimen brota.
¡Oh, cómo vacila el impulso operístico!
Busca, querido/cosita,
en lo profundo del charco en blanco.
Deméter doliéndose
Nada podrá consolarme. Podrán traer seda
para que la piel suspire, regar rosas amarillas
a la manera de dignatarios maduros.
Podrán decirme una y otra vez
que soy insoportable (y lo sé):
aun así, nada transformará en maíz el oro,
nada será dulce para el diente que se clava.
No pediré lo imposible;
a caminar una aprende caminando.
A su tiempo olvidaré este vacío
desparramándose, quizá vuelva a reír
al ver un ave, quizás, dejando el nido—
pero eso no será felicidad,
pues la he conocido antes.
Perséfone, cayendo
Un narciso entre las hermosas flores
ordinarias, ¡uno sin igual! Ella jaló,
se agachó para jalar con más fuerza—
cuando, surgido de la tierra
en su destellante, terrible
carruaje, él reclamó lo que era suyo.
Se acabó. Nadie la oyó.
¡Nadie! Se había extraviado del rebaño.
(Recuerda: ve directo a la escuela.
¡Hazme caso, esto es importante!
No hables con desconocidos. No te alejes
de tus amigos. Baja la mirada.)
Así de fácil se abre
el foso. Así es como un pie se hunde en el piso.
Reamanecer
Imagina que despiertas
con una segunda oportunidad: el arrendajo azul
pregona su linda mercancía
y el roble aún de pie despliega
su sombra majestuosa. Si no miras atrás,
el futuro jamás sucede.
Qué bueno es levantarse con la luz,
con el aroma pródigo del pan—
huevo y salchicha en la parrilla.
El cielo entero es tuyo.
para que en él escribas, abierto
de par en par en una hoja en blanco. ¡Vamos,
apúrate! Nunca sabrás
quién anda ahí abajo, haciendo el desayuno,
si no te levantas a ver.
Biografía:
Rita Frances Dove, una destacada escritora, poeta y profesora afroamericana, ha dejado una profunda huella en el mundo de la literatura estadounidense. Nacida el 28 de agosto de 1952 en Akron, Ohio, Dove es miembro de prestigiosas organizaciones literarias, incluyendo la Academia de Poetas Americanos, PEN America, la Sociedad Filosófica Estadounidense y la Academia Estadounidense de las Artes y Ciencias. Su contribución a la literatura es tan significativa que en 1993 fue nombrada Poeta Laureada de los Estados Unidos, convirtiéndose en la autora más joven en ocupar ese cargo y la primera persona de ascendencia afroamericana en hacerlo.
La infancia de Dove estuvo marcada por una familia que valoraba la educación y el arte. Hija de Ray Dove, el primer químico afroamericano en trabajar para Goodyear, y Elvira Elizabeth Dove (de soltera Hord), Rita fue la segunda de cuatro hermanos. Durante sus años escolares, su pasión por la poesía floreció, al igual que su interés por la literatura alemana y su talento como violonchelista. Sus padres la alentaron en sus estudios, lo que le permitió obtener becas que le allanaron el camino hacia la educación superior.
Rita Dove obtuvo su licenciatura en Artes de la Universidad de Miami en 1973. Más tarde, en 1974 y 1975, amplió su horizonte estudiando literatura alemana, en particular el teatro expresionista y a Rainer Maria Rilke, en la Universidad Eberhard Karl en Tübingen, gracias a una beca Fulbright. Su dedicación la llevó al Taller de Escritores de Iowa en la Universidad de Iowa, donde en 1977 obtuvo un diploma de Maestría en Bellas Artes.
Su carrera docente y literaria ha sido igualmente impresionante. Entre 1981 y 1989, enseñó escritura creativa en la Universidad Estatal de Arizona, y desde 1989 es catedrática de literatura inglesa en la Universidad de Virginia. Su primer libro, “Yellow House on the Corner,” publicado en 1980, la catapultó a la fama literaria. Sin embargo, fue con su obra “Thomas y Beulah” que Rita Dove ganó el prestigioso Premio Pulitzer en 1987, consolidando su lugar en el panteón de los grandes escritores estadounidenses.
La poesía de Rita Dove es tanto lírica como reflexiva, explorando temas que abarcan la historia afroamericana y la experiencia negra en los Estados Unidos. Su obra no solo es un deleite para los amantes de la poesía, sino también un puente entre el pasado y el presente de una comunidad que durante mucho tiempo luchó por ser escuchada y comprendida.
Actualmente, Rita Dove reside en Charlottesville, Virginia, junto a su esposo, el escritor alemán Fred Viebahn. La pareja tiene una hija, Aviva Dove-Viebahn. Además de sus logros literarios, Dove ha recibido el título honorífico de doctora honoris causa de 25 instituciones académicas, un testimonio del impacto duradero de su contribución a la literatura y la cultura. Rita Dove es, sin lugar a dudas, una de las voces más influyentes y necesarias de la poesía estadounidense contemporánea.