Poemas:
¡Dios está aquí!
El Poder de Dios, su verdadera fuerza
en el milagro de la Naturaleza está.
Todo es así, ¡tan sencillo, tan bello y natural!
No necesitamos, a Dios, lejos ir a buscar.
Tampoco se precisa ir al templo a rezar.
¡Dios está aquí! En el hogar, en el huerto y en el jardín.
En los valles soleados y en las abruptas montañas.
En el rumor del mar y en las olas gigantescas.
En los lagos, ríos y frescas quebradas.
En las flores, los árboles y los frutos de la tierra.
Podemos escuchar su voz en la suave brisa y en el viento.
¡Dios está aquí!, en todo lo que vemos y nos rodea.
Levantemos los ojos y miremos alrededor.
Abiertos los ojos del alma, a la Naturaleza,
en el momento preciso, tú comprenderás la Verdad.
En cada hoja verde y tierna,
en cada planta que nace, un milagro hay.
En cada botón que se entreabre en el jardín,
en la lozanía y la turgencia de cada pétalo,
en los colores y en el aroma de las flores,
en la fragancia de las frutas dulces en sazón,
¡en todo lo hermoso que nos rodea, un milagro hay!
¡Dios está aquí!, en todo.
En el cielo diáfano, en la lluvia y en el Sol,
en los frondosos árboles, en el llano y en la selva,
en cada bestia y cada pájaro que vive, Dios está.
Escondido está, en el profundo secreto de la Vida,
en el maravilloso despertar de la Naturaleza
que cada año se renueva, por causas desconocidas.
Guiada por leyes infalibles y perfectas
cada año se renueva la naturaleza,
al sentir el fresco beso de la lluvia
y ante el tibio abrazo del sol.
El Milagro de la Vida irrumpe y la simiente germina,
y los campos se visten de brillante verdor.
La sabia Ley de la conservación de las especies, se impone.
Los seres vivos responden al empuje del instinto
con requiebros, cánticos o danzas de amor.
Multiplícanse y crecen las especies.
Es el eterno renovarse de la Vida.
Es el eterno renovarse de la Madre Naturaleza,
que silenciosa y sabia mantiene el equilibrio ecológico.
Nadie sabe cómo o por qué.
De repente todo cambia y se inicia
la gran actividad del mundo vivo.
El Poder de Dios está en cada acto de la Naturaleza.
Está allí cuando la célula vegetal despierta
y la rica savia irrumpe y aparecen las yemas vegetales.
¡Es el milagro de la Vida!
De pronto todo lo vivo se integra
a la gran Sinfonía de la Vida.
¡Dios está aquí en todo lo que nos rodea!
Miremos alrededor, en la alegría de la Vida, Dios está.
Vieja tierra
Imperceptiblemente, mis pies se despegan de ti.
Atrás queda tu verde-azul rostro invernal.
Abajo se entremezclan miles de surcos de esperanza.
Son geométricas líneas que juguetean caprichosas
entre pintorescos caseríos de la lontananza.
Ante mis ojos aparecen prometedoras montañas.
Plasma tu rostro orgía de lujurioso verdor.
Parajes desconocidos, la obscura selva esconde.
Valles secretos que atesoran, rica fauna y flora.
Lares que el aventurero pie azuerense nunca holló.
¡Tierra virgen y hermosa!
Fémina incorrupta y misteriosa
que el velo de tu virginidad con celo guardas.
Por siglos, en lo profundo de tu seno has ocultado
ignotas riquezas de opulento y metálico brillo.
Hermética, de la codicia humana te has alejado.
Tierra generosa, tierra amiga.
En tu faz, el milenario tiempo, mil arrugas formó.
Desenfrenada hecatombe de prehistóricos tiempos,
a tu corteza, con indeleble huella, deformó.
De tu añeja y resquebrada faz
parten arrugas como de invisible vértice.
En las lomas caprichosas hacia el valle descienden.
Y como fértiles y verdes abanicos, abriéndose van.
El lujurioso verde de tu epidermis, el hombre ha roto.
Cual sangrantes llagas, luces las heridas de la erosión.
El cruel y afilado acero, tu vívido ropaje ha cercenado.
La indiscriminada tala de tus bosques, te desangró.
Y sin piedad, cada marzo el fuego te ha calcinado.
Vieja Península de Azuero,
¡gravemente herida estás!
En las impenetrables selvas y bosques vírgenes y sellados,
las aguas reverberan entre el obscuro verdor;
son cristalinas viajeras de los acantilados
que a su paso dan vida a la Selva, con amor.
Saltarines chorros por las pendientes caen.
Y cual mágicos espejos, refulgen con los rayos del sol.
Vieja Tierra amiga,
¡gravemente herida estás!
Anchos ríos de nutritiva y fértil linfa,
serpenteando descienden y el valle van a buscar.
En agitados y locos remolinos danzando van.
Alegres y ondulantes, sus aguas viajando van.
Empujados, corren hacia su último destino: ¡El Mar!
Vieja Península de Azuero,
¡gravemente herida estás!
Tu fértil y verde selva tropical
es cerrado Paraíso, en las alturas colgado.
Exuberante, tu virgen y verde vegetación
sus retorcidos dedos vegetales ha levantado.
En la intrincada maraña de la selva,
con ansiedad te levantas para la Luz buscar.
Hermosa y vieja Península de Azuero,
¡gravemente herida estás!
Montaña santeña. Selva húmeda y tropical.
En tus predios se impone la Ley del más fuerte.
Enredada maraña de débiles saprófitas
sin piedad, la rica savia
a los imponentes gigantes succionan con avidez.
Con febril y traicionero abrazo de Judas,
al altivo gigante se amarran
y poco a poco lo estrangulan lentamente.
Hermosa y triste tierra mía,
¡herida de muerte hoy estás!
Tierra mía
Hermosa y ancha tierra mía,
cálido refugio de la raza humana,
nunca sabremos valorarte, generosa tierra.
Ignorantes e inconscientes, te hacemos daño.
Tu fertilidad y tu belleza destruímos.
Ardientes soles te están quemando
y norteñas brisas resecan tu delicada piel.
Cada abril estás en ardiente espera,
cual ansiosa y núbil joven
sueñas con el fresco y amoroso beso de la lluvia.
Tu vegetación marchita y agobiada
extraña ya el vaho oloroso de la tierra mojada
que cada mayo embriaga mis sentidos.
Tibio olor a tierra mojada, que anhelante aspiro
y se adentra en mi alma.
¡Esperado milagro de abril y mayo,
húmedo ósculo de la lluvia
que la sedienta tierra jubilosa recibe
en las ardientes noches de insomnio,
como un milagro! Están olvidadas…
Amorosa tierra, novia fiel,
Jubilosa con el baño de la lluvia temblará.
Como un milagro eterno e imperecedero,
dentro de ti mil simientes germinarán.
Bajo el cálido abrazo del padre sol
el paisaje de tu faz cambiará.
Tu fértil vientre nuevas vidas dará.
Las maduras simientes que dentro de ti escondes,
¡como magia, llenas de energía se entreabrirán!
Largas raíces tus entrañas horadaran,
buscando sustancias nutritivas.
Ríos de savia por tus células vegetales viajarán.
Y ante los asombrados ojos del mundo
la vieja y sabia naturaleza,
como una bella sinfonía de colores, florecerá.
¡Y rugió la montaña!
¡Y rugió la montaña!…
y se obscurecieron los cielos.
Vomitando abruptamente
obscuridad, viento, agua y fuego.
¡Y rugió la montaña!…
y se abrieron los cielos.
De su ancho vientre abierto,
manantiales y torrentes cayeron.
¡Y rugió la montaña!…
Del vientre negro y profundo del cielo
poderosos rayos y estremecedores truenos
por el gran Valle se oyeron.
Algo misterioso y profundo
cambió el mundo entero.
Obscuras y amenazadoras nubes
cubrieron la bóveda del cielo.
Poderoso galopar de desbocados corceles,
en la lejanía, con eco ensordecedor resuena.
Ante la fuerza de huracanados vientos,
el mundo entero se inclina reverente.
El persistente golpeteo de la lluvia
con su impacto, ¡aplastar al mundo parece!
Un mundo de seres vivos sedientos
apaga su sed y se agita alegremente.
El torrente de la lluvia
bullanguera crece ¡y crece!
La sedienta tierra, cual esponja seca,
su calor y su sed apaga ávidamente.
¡Y rugió la montaña!…
y se obscurecieron los cielos.
Vomitando abruptamente
electricidad, viento, agua y fuego.
Mi viejo limonero
Querido y viejo Limonero,
¡cuán preocupada estuve por ti!
En la tristeza amarillenta de tus hojas
la amenaza de tu muerte intuí.
Alarmada por ti, quise tu vida prolongar.
Con afán, abono y riego, cuidados te prodigué.
Viejo y querido Limonero,
en el vergel de mi patio tu verdor faltó.
Un día de radiante sol mi patio se llenó,
y tu alegre follaje de azahares se vistió.
Un día hermoso, tus incontables y menudas florecitas,
con el aroma de tu perfume, todo mi patio llenó.
Gracias a la Madre Tierra doy,
porque con la fértil savia de su vientre te alimentó.
Gracias, viejo y fiel Limonero, por regalarme
de tus flores el aroma, y de tus frutos su dulzor.
¡Y volvió a florecer el Macano!
¡Y volvió a florecer el Macano!
Y sus desnudas ramas
de dorado ropaje de oro y sol se vistieron…
Eternos, revivieron los añosos Robles,
y sus desnudas y viejas ramas
de profusos matices rosas y lilas, nuevamente se vistieron…
Otra vez el amarillento campo estival
de un arco iris de brillantes colores,
con bellas florecillas, se llenó.
¡Y volvió a florecer el Macano!
Y sus desnudas ramas
de dorado ropaje de oro y sol se vistieron…
Nuevamente este soleado verano,
el nevado manto de madroños y laureles
con su alba nieve estival
la llegada del alegre verano anunció.
¡Loado sea Dios que,
nuevamente este verano,
la sinfonía esmeralda de los cañaverales
a mis ojos contemplar permitió!
¡Y volvió a florecer el Macano!
Y sus desnudas ramas
de dorado ropaje de oro y sol se vistieron…
Las manitas de mis nietos
Las manitas pequeñitas
de mis nietos,
¡tan suavecitas y tiernas ahora!,
¿qué serán más tarde?
Manitas suaves y dulces
que hoy beso con tanto amor,
¡tan delicadas ahora!,
¿qué serán más tarde?
¿Serán acaso manos toscas y fuertes,
manos que cada día con esfuerzo trabajarán
para extraer de las fértiles entrañas de la tierra
frutos nutritivos y dulces, productos de su sudor?
¿Serán acaso manos de músico,
manos que con delicadeza arrancarán
hermosos arpegios y dulces melodías
que el ámbito del mundo inundarán?
¿Serán acaso manos diestras de artista,
que con la magia del pincel y el color
bellas formas de luz y movimiento
con su paleta multicolor el mundo llenarán?
¿Serán acaso laboriosas manos de escritor
que con su ágil pluma en el papel imprimirán
ideas, planes y razonamientos
que al intelecto y a la ciencia asombrarán?
Manitas suaves y amadas,
que acaricio como a delicada flor.
Mientras voy acunando ese tierno cuerpecito,
voy tejiendo sueños futuros, con amor.
Dulce misterio
Dulce y tierno capullo,
que escondido palpitas
en el tibio regazo maternal.
Dime tú, si puedes,
¿cuál tu sexo será?…
¿Serás acaso una dulce niña,
que con suaves manitas de seda
nuestros rostros cansados recorrerás?
¿Una pequeña que, con gestos de coquetería innata,
dulce y femenina, a su madre imitará?
¿Serás acaso un fuerte varoncito,
serás cual te sueña papá?…
¿Serás a la vez inteligente y ágil,
intrépido niño que cada día y hora,
un mundo nuevo descubrirás?
Tierna criaturita, tan sólo sé
que tus inquietos piececitos
nuestra vieja casa, entera recorrerán.
Tan sólo sé que todos ya te soñamos,
ya anhelamos pronto poderte acunar.
Hoy tan sólo eres
capullo tierno, a punto de nacer.
Delicado y dulce, como un sueño
tibio y palpitante, te ocultas
en el calor del regazo maternal.
Tierno y palpitante capullo:
hoy eres, de la Vida, el Gran Secreto.
Eres incógnita que pronto se despejará.
Frágil criatura, hoy guardas tú el secreto.
Adivinar quisiera, ¿cómo serás?
¡Criatura frágil y misteriosa,
que palpitas en el tibio claustro maternal!
Todos alrededor tuyo tejemos sueños.
Por ti, ¡echamos nuestra imaginación a volar!
Desde las alturas de Los Buhos
A mi esposo
El amó estas alturas.
Amó esta imponente visión
que con su inmensidad llena mis ojos.
Paradisíaco y solitario paraje,
sinfonía de terrenos quebrados,
ondulaciones caprichosas suben y bajan.
Y allá a lo lejos… en la lontananza,
detrás de las montañas,
el gran litoral de Búcaro.
Lejano vislúmbrase el azul verde del mar,
el Pacífico con sus olas coronadas de espuma.
Amplias playas que brillan con sus arenas blancas,
grandioso espectáculo desde estas alturas.
Te sientes como si pisaras la cumbre del Mundo.
Encima de ti, ¡nada!…
Solamente, colgada en lo alto,
la amplia y azul bóveda del cielo,
y acaso un pájaro errante y solitario
que sin rumbo, perezoso y abúlico
por el viento Norte, se deja llevar…
El amó también este grandioso silencio.
Profundo y solemne silencio. Imponente y místico,
que infunde un sentimiento de religioso respeto.
Inmerso en esta soledad, como santuario natural,
rodeado sólo de los sonidos propios de la Naturaleza,
el espíritu humano parece entrar en íntima comunión,
con el gran Misterio de la Vida.
Este sublime sentimiento pocos lo conocen,
porque ciegos pasan por la vida,
sin ver, sin percibir este prodigioso mundo,
tal como nuestro Dios lo creó.
Hermoso y limpio, todo aquí es así.
Hermoso, limpio y natural.
El cielo está tan cerca ¡que casi lo podemos tocar!
Livianas y albas nubes, raudas pasan;
cual flotantes algodones viajan por el cielo.
El aire enrarecido y fresco penetra hondo.
La brisa azota con fuerza el rostro.
Te sientes transportada a un mundo diferente,
¡y una alegría de vivir te invade!
Algo grande sientes dentro de ti.
El éxtasis te llena el alma
y el oxígeno embriaga tus sentidos.
Si tú, algún día subes a esta cumbre del mundo,
sentirás que te invaden sensaciones nuevas.
Sentirás un renacer interno.
Sentirás la plenitud de la Vida.
Y sin duda, aprenderás como él
a amar la grandiosidad del Gran Balcón de Azuero.
Playa de Guararé
Tratando de huir del tórrido calor tropical,
buscamos un fresco Refugio
en la tranquila Playa de Guararé.
Bajo la sombra de amplios portales,
disfrutamos del paisaje, en la rústica Cabaña.
Nuestros ojos descansan en la solitaria playa.
Disfrutando plenamente del paisaje marino,
de pesadas y agotadoras jornadas nos alejamos.
Sedientos venimos en busca de silencio y Paz.
Nuestro vínculo familiar crece y se fortalece.
Recostados en hamacas y colchonetas,
nuestras miradas se pierden entre la espuma del mar.
En el agitado océano, la verde línea del horizonte
con clara visibilidad destaca la redondez de la Tierra.
En el Refugio de nuestra Cabaña solitaria,
salobre y fresco aire marino aspiramos con fruición.
Sopla fresca brisa, y livianas nubes blancas se dejan llevar.
Bajo la bóveda celeste vemos pasar
aves marinas en formación angular.
La magia del inmenso y agitado mar nos atrae.
Aves marinas con caprichos del viento planean.
Un cardumen atrae cientos de pelícanos
que en picada se lanzan al mar.
Garzas, patos silvestres y gaviotas van pasando al atardecer;
van en busca de un Refugio nocturno, en la Piedra del Farallón.
Raramente nos visita una solitaria Águila Pescadora.
Por horas, altiva se detiene sobre un alto estacón.
Desde allí, meditabunda y silenciosa nos observa,
como si se complaciera oyendo los sonidos de la charla familiar.
Buscamos lanchas de pescadores en la lejanía.
Como un imán, nos atrae la magia del Mar.
El eterno oleaje besa las calientes arenas.
Irresistible en su belleza, nos envuelve el rumor del Mar.
La canción del mar
Océano infinito y hermoso,
azul esmeralda eres hoy.
La grandiosa inmensidad de tus aguas
llena mis ojos y refresca mi alma.
Mar inmenso, tus aguas se agitan,
ondulante te meces en eterno vaivén.
Tus olas juguetonas, una tras otra,
las calientes arenas de la playa van a besar.
¡Mar grandioso!,
de brillante azul cobalto eres hoy.
Tus aguas subyugan con su belleza,
luciendo matices pasteles al sol.
Eres cual arcoiris reluciente
cuando el brillo del sol comienza a despertar.
Si estás caprichoso y agitado,
crespones de encaje luce tu opalino azul.
Si la tempestad se acerca,
eres obscuro y amenazador.
Tus altas y poderosas olas,
respeto y temor me infunden.
¡Mar grandioso!
Mis ojos en tu belleza se recrean.
Brillantes cristales de arena,
con el sol mañanero, en sus reflejos reverberan.
Bajo tus tibias y salobres aguas,
pequeños guijarros de colores aparecen.
Por la diáfana bóveda del cielo
cruzan airosas bandadas de aves;
aves marinas en ordenada formación angular.
Con sus alas abiertas, elegantes planean,
y perezosas abúlicas, por el viento se dejan llevar.
¡Te amo, Mar ancho y profundo!
Amo tus amplias y tibias playas,
y amo tu brillante y cálido sol.
Amo tu bravura y tu imponencia.
Amo tu serenidad y tu Paz.
Amo tu silencio misterioso y nocturnal.
Amo las noches de plenilunio
y amo las obscuras noches tachonadas de estrellas.
Amo la fuerza del viento viril,
que barre tus aguas sin piedad.
Amo de tus olas la música incesante
que repite intermitente su rumor.
Olas incansables que nunca se detienen,
incansables y tesoneras;
nos regalan la eterna melodía del Mar.
La muerte del árbol
Un lamento doloroso hoy estremece la selva…
Hoy el mundo del Bosque apesadumbrado está.
El temblor del árbol repiten las nubes y el viento.
Un grito de peligro por toda la Selva resonó.
Brilla amenazante el bruñido acero del hombre;
los gigantes pobladores de la Selva temblando están.
El espectro de la Muerte, con su negro manto,
sobre el gran Bosque se cernió.
Hoy un lamento doloroso a la Selva estremece…
Hoy el mundo vivo del Bosque apesadumbrado está.
Indefenso e impotente el gigante de la Selva,
bajo el certero filo del acero, herido de muerte cayó.
La música del viento, la alegría y la Paz del Bosque,
todo ese hermoso mundo verde, ¿dónde está?…
Aguijoneada por el dolor, la selva grita y se estremece.
Las nubes y el viento lo repiten,
y como un doloroso eco, lejos lo llevarán.
Biografía:
Sara Raquel Muñoz, nacida en Santiago de Chile el 8 de marzo de 1923, emigró a Panamá en 1947 junto a su esposo, el Dr. Joaquín Pablo Franco Sayas, y se estableció en la ciudad de Las Tablas. Conocida como Raquel Muñoz de Franco, se destacó como escritora, principalmente en el género de la poesía.
En 1996, publicó la colección completa de sus versos bajo el título “Vivencias y poemas”, que fue presentada en la Universidad de Panamá. Además de su carrera literaria, Raquel Muñoz de Franco fue una pionera en la reforestación y la ecología en la región panameña de Azuero.
Falleció el 19 de diciembre de 1998 en la ciudad de Chitré. Su obra literaria destaca por exaltar la valentía y el tesón del hombre campesino que tumba el monte para sustentar a su familia, al mismo tiempo que aboga por la protección de estos montes. Esta perspectiva, en la que se evidencia su profundo conocimiento del quehacer campesino, es uno de los rasgos más destacados de su obra.