Poemas:
Gradas
a Ana María
I
Las estrellas nos miran lentamente
cierran sus ojos las bahías. El arco
de luz cerca los cabos en la ruta del fuego,
foques, banderas en las barcas, fosco
el fuego atónito de las naranjas,
en el aguanueva de los naranjales. Las bridas
de caballos pensados, pesados, imaginados,
lentamente nos guían igual que las estrellas,
cobarde noche, no puede con nosotros
tu oscuridad de marivientos
y raíces en el acantilado. Ah, todo canta, canta
en las encrucijadas del desierto: arco breve del mar.
Calamar, astro-nieve, lentamente
me deslumbran (el sol en las espumas
hace castillos breves de marinieve y trigo).
Los labriegos se mueven leve moverse
Como en casa de Brueghel, como
Los ríos se mueven; no, que se anudan
en las pinturas altas de balcones abiertos,
en las huellas en un sueño que reflejan
las purísimas
aguas de un ojo que no veo
ni puedo ver con ojos
carnales, oh dioses del mar, oh dioses encendidos.
(Grupo exacto e intacto de flores amarillas
en las sendas del bosque, en los atajos
de la vista me cercan, beben, cantan no,
no me cercan. Ah, barcas. Lentamente
los ángeles de viento y de poniente
ríen, las flores de los áloes
me esperan no sé dónde o lo sé poco,
más allá de las fuentes
oh barcas. Todo es ejercicio de belleza
sobre las olas azulencas.)
Los áloes, las miradas del cabo
mar adentro, flores de espuma, crecen.
Mediodía. Todo es silencio y en la roca
el mirar Tuyo crece, nunca
visible, mas visible eternamente
como la ola visible arena toda
como tronco y maderas todos leves
como la luz sencilla memoriosa
Mente.
(Chillan gaviotas-naves oro leve y Dios
pensar del pensamiento horrorizado el pico
restauradoramente-isleño y cree y creo
mimosaluzcongojahonestaohfleuve
de mirar irritado, malquiere, maloduele
oh barcas, barca, barcas
oh las barcas)
Una hoja navega en este río
y es verde y pura mar de luz y mar.
XI
Barcas de mar azul,
los olivos ramos y remos de todo pájaro
hablan, cantan, Gregorio, con luz
que no admite tinieblas. Se abren los libros,
se abren todos los signos barcas, barcas
las estrellas nos miran lentamente,
cierran sus ojos las bahías. El arco de la luz
a pesar de Dolor, canta, todo canta,
cuando las naranjas maduras, en el campo
verde caen y son luz,
ah, mar, de barcas, barcas, barcas,
en la bahía abierta, en el cristal
de la bahía de las barcas, barcas, cuando
las naranjas se abren en el cielo.
Cerezas
a Octavio Paz
en su aniversario
Rojas las cerezas,
rojo el claustro iluminado
de vidas limpias. Claridad.
¿El sol, cántico de fuego?
Rojas las cerezas
todo luz, todo mar
todo claustro.
Templo II
No sé si el tiempo nos busca anillo de luz
no sé si las naves azules
ven olas de luz en el camino
del templo. No sé si las miradas de las olas
renacen en las hojas, en las yedras,
en las arenas.
Las encrucijadas del viento, las ferias de la mañana
encienden, noche adentro,
las zarzamoras del fuego.
Mundo: ejercicio de los equilibrios leves
cae y no cae en el atardecer encendido,
no sé si nos ve en las yedras del templo.
¿Nos mira, nos mira, nos mira Sinnombre?
Sé que el silencio estalla
en las fresas vivas
de la tarde.
Biografía:
Ramón Xirau Subías (1924-2017) fue un poeta y filósofo de origen español, quien, exiliado en México, encontró un hogar espiritual y una voz en la tradición literaria mexicana. Nacido en Barcelona en el seno de una familia intelectual, Xirau fue marcado desde la niñez por una educación bilingüe en catalán y castellano, y por la influencia de su padre, el filósofo Joaquín Xirau. Su vida se desarrolló entre el exilio y la búsqueda, configurándose en un continuo tránsito entre el pensamiento y la poesía, entre la razón y el misterio.
La guerra civil española lo obligó a partir de su país en 1939, viajando primero a Francia y después a México. A los quince años, Xirau emprendió un viaje de resistencia y asombro, llevándose consigo una sensibilidad poética que florecería en el nuevo mundo que lo acogió. En México, encontró no solo la paz, sino también el amor: Ana María Icaza, pintora mexicana con quien compartió una vida de creación y reflexión. Su casa en San Ángel, en la Ciudad de México, se convertiría en un refugio para las letras y el pensamiento, un espacio donde sus alumnos, amigos y colegas hallaban inspiración.
Desde la filosofía, Xirau exploró el misterio de lo intangible, cuestionando el sentido del tiempo, el silencio y la existencia. Pero su mayor aporte fue su visión de la poesía como un medio de conocimiento, donde el lenguaje se convierte en revelación. En su obra Poesía y conocimiento, argumentó que la poesía es más que una expresión artística; es una forma de acceso a la verdad, una vía para comprender el mundo de una manera que escapa al análisis racional. Para Xirau, el poema es un universo en sí mismo, una ventana que permite intuir lo inasible de la realidad.
A lo largo de su carrera, Xirau desempeñó un papel fundamental en el ámbito académico mexicano, como investigador en la UNAM y miembro de El Colegio Nacional y la Academia Mexicana de la Lengua. Su cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras, y su rol como mentor cercano y afectuoso, lo consolidaron como una figura central para generaciones de pensadores. En cada encuentro con sus estudiantes, buscaba encender en ellos una llama por la interrogación y el descubrimiento, un impulso por explorar lo inexpresable.
En su filosofía y en su poesía, Ramón Xirau propuso que la razón y el sentimiento no se excluyen, sino que se entrelazan para ofrecernos una comprensión más profunda de la realidad. La poesía, para Xirau, es un acto de conocimiento y de amor, un puente entre el ser y la trascendencia.