Poemas:
El Pasado
La deuda está saldada,
El veredicto dicho,
Las furias aplacadas,
La peste está detenida.
Los destinos hechos;
Gira la llave y traba la puerta,
Dulce es la muerte para siempre.
Ni elevadas esperanzas, ni antiguos disgustos,
Ni odios mortales, pueden entrar.
Todo está ahora seguro e inalterable;
Ni los dioses pueden sacudir el Pasado;
Moscas – a la puerta adamantina
Clausurada para siempre.
Nadie puede volver allí,-
Ni un ladrón muy atildado,
Ni Satán con un truco espléndido
Puede filtrarse por la ventana, fisura o agujero,
Para anudar o desatar, agregar lo que faltaba,
Insertar una página, fraguar un nombre,
Mejorar o terminar lo que está cerrado,
Alterar o enmendar un hecho eterno.
Los ojos llenos de alegría
Los ojos llenos de alegría de ese muchacho caprichoso y salvaje
Dibujan su órbita como meteoros, bordeando la oscuridad
Con su rayo secreto. Saltan sobre la línea del horizonte
En pos del privilegio de Apolo: miran a través del hombre
Y de la mujer, del mar y de las estrellas: miran la danza
De la naturaleza y miran más allá, a través de las lenguas
Y de las razas y de los confines del tiempo. Esos ojos
Miran el orden musical y la armonía de los poetas
Que en el Olimpo cantaron a las divinas ideas.
Esos ojos nos hallarán siempre jóvenes;
Siempre nos mantendrán así.
Jornadas
Hijas del Tiempo, las hipócritas Jornadas,
embozadas y mudas como derviches descalzos,
marchan una tras otra en fila interminable,
con diademas y con fagots en las manos.
A cada cual ofrecen dones a voluntad,
pan, reinos, estrellas, y el cielo que las sostiene.
Yo, en mi jardín florido, contemplé tal boato,
olvidé mis deseos matutinos,
con premura tomé unas pocas yerbas y manzanas,
mas la Jornada dio vuelta y se alejó en silencio.
Demasiado tarde, bajo su hilatura ceremoniosa,
miré el desprecio.
Uriel
Cayó en los períodos antiguos
cual el alma encuestas melancólicos,
o alguna vez el tiempo salvaje acuñaron sí
en meses de calendario y día.
Este fue el lapso de Uriel,
¿Qué aconteció en el paraíso.
Una vez, entre las Pléyades caminar,
Seyd escuchó a los jóvenes dioses hablan;
Y la traición, demasiado tiempo reprimida,
a sus oídos era evidente.
Los jóvenes deidades discuten
leyes de la forma, y solo metro,
orbe, la quintaesencia, y los rayos de sol,
Lo que subsiste más, y lo que parece.
Uno, con tonos bajos que deciden,
y la duda y el uso reverendo desafió,
con una mirada que resuelve la esfera,
y se agitaron los demonios por todas partes,
dio a su divina sentimiento
contra el ser de una línea.
“Línea en la naturaleza no se encuentra,
la unidad y el universo son redondas;
en vano producido, todos los rayos de retorno;
Mal bendeciré, y el hielo se quemarán.”
Como Uriel habló con penetrantes ojos,
Un estremecimiento en todo el cielo;
La popa viejos dioses de guerra sacudieron la cabeza,
los serafines mal vistas desde Myrtle-cama;
Parecido al festival santo
La palabra erupción no presagiaba nada bueno para todos;
El equilibrio de haz del Destino estaba doblado;
Los límites del buen y mal se partieron;
Fuerte Hades no podía mantener su propia,
pero todo se deslizó a la confusión.
Un auto-conocimiento triste, marchita, cayó
en la belleza de Uriel;
En el cielo una vez eminente, el dios
se retiró, esa hora, en su nube;
Ya sea condenado a la larga giro
En el mar de generación,
o por el conocimiento crecido demasiado brillante
Para golpear el nervio de la vista débil.
Inmediatamente, un viento olvidar
estola sobre el tipo celeste,
Y sus labios se mantuvo el secreto,
Si en cenizas el fuego de la semilla dormía.
Pero de vez en cuando, las cosas de habla verdad
Avergonzados de velo alas de los ángeles;
Y, shrilling del curso solar,
o de la fruta de la fuerza isquémica,
la procesión de un alma en la materia,
o el cambio de exceso de velocidad del agua,
o fuera del bien del mal nacido,
se oyó la voz de desprecio querubín de Uriel,
y un rubor tiñó el superior del cielo,
y los dioses se estrecharon, que no sabían por qué.
Biografía:
Ralph Waldo Emerson (Boston, Massachusetts, 25 de mayo de 1803 – Concord, Massachusetts, 27 de abril de 1882) fue un escritor, filósofo y poeta estadounidense. Líder del movimiento del trascendentalismo a principios del siglo XIX, sus enseñanzas contribuyeron al desarrollo del movimiento del «Nuevo Pensamiento», a mediados del siglo XIX.