Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Pedro Miguel Obligado

Pedro Miguel Obligado fue un poeta, profesor, ensayista, conferencista y guionista argentino que nació en Buenos Aires, Argentina, en 1892 y falleció en la misma ciudad en 1967.

ÍNTIMA

¿Qué soledad, Dios mío, qué soledad es ésta?
He derrochado en vano mi bondad y cariño,
como quien echa flores a un arroyo que pasa;
he puesto el corazón ante todas mis cosas,
como escudo, y lo han roto con violencia los golpes;
he querido tener una casa en las nubes,
donde abrir una puerta, fuese ver una estrella;
y el viento se ha llevado las nubes y los astros…
Y sin embargo tengo, como todos, un alma.

¿Qué soledad, Dios mío, qué soledad es ésta?
No encuentro quien me quiera; ¿no es cierto que parece
una frase tan sólo para la poesía?
Y es la verdad: no encuentro…Yo he visto la mirada
celeste del cariño; pero la he visto siempre
como se ve una estrella caer sobre la tierra
y que nunca desciende donde estamos nosotros…
He observado caricias que extenuaban dos manos;
y he oído palabras que eran besos con nombre,
como unos pajaritos que iban para otra selva…
Y sin embargo tengo, como todos, un alma.

¿Qué soledad, Dios mío, qué soledad es ésta?
Y la vida se vuela, y la paso diciendo
lo que dicen: – ¡ qué hueco!- En silencio me marcho.
La maldad y el desprecio, las vilezas y el odio,
no han sido mis torturas; tú, sólo, Indiferencia,
cual hija de la nada, me cerraste la vida
con tu puerta de mármol, a donde tantas veces
como una aldaba inquieta golpeó mi corazón…

Tú, sorda, no sabías lo que yo te decía,
y te pusiste el dedo en los labios: – Silencio -…
Te pedí: – Deja que entre a la vida. Yo busco
quien me quiera…- No oías y cerraste la puerta…
Y me he quedado solo, así como esos perros
que vagan por las calles, rogando con sus ojos
humanos, que los lleven al calor de un hogar…
Y me he quedado solo, como una hoja mustia
barrido por el viento, en una primavera…
Y sin embargo tengo, como todos, un alma.

No tiene importancia

Esta pena mía
no tiene importancia.
Sólo es la tristeza de una melodía,
y el íntimo ensueño de alguna fragancia.

-Que todo se muere,
que la vida es triste,
que no vendrás nunca, por más que te espere,
pues ya no me quieres como me quisiste-.

No tiene importancia
yo soy razonable;
no puedo pedirte ni amor ni constancia:
¡si es mía la culpa de no ser variable!

¿qué valen mis quejas
si no las escuchas;
y qué mis caricias, desde que las dejas,
quizá despreciadas porque fueron muchas?

¡si esta pena mía
no es más que el ensueño de alguna fragancia,
no es más que la sombra de una melodía!
ya ves que no tiene ninguna importancia

Soledad

¡soledad, soledad y siempre soledad!
palabras, ruidos, ecos; almas, tristezas, nada:
apenas un deseo de vivir y de amar.
Los días se deshacen como nubes ligeras;
y como todo pasa, ¿dónde está la verdad?
las ideas son chispas que descubren honduras,
y el placer más seguro, descansar, descansar.

El alma es como un pozo que contempla a una estrella
y que la siente dentro, sin tenerla jamás
las flores son tan bellas que duran un instante,
y el amor cuando nace, se alza a volar.
Y todo esto que digo, sólo son frases, humo
que el soplo de una noche de lluvia, apagará.
Hermano: estoy muy triste -¿me perdonas?- muy triste
-¡soledad, soledad y siempre soledad!

A UNA MUJER LEJANA

Como un jazmín perfuma, porque nos da su esencia,
tu belleza hace extraña música de tu ausencia.

Imposible y lejana, quizá no vuelva a verte,
ni después de las noches glaciales de la muerte.

Y por mucho que vuelen con las alas del viento,
no subirán mis rimas hasta tu sentimiento.

Aunque eres un pasado que no llegó a existir,
para mí, cual los sueños, eres del porvenir.

Nos unió un mismo viaje con diversos destinos,
y fue como un arroyo que se abre en dos caminos…

Tu gracia era , de triste , cual una poesía,
y tu pudor, de intenso, casi coquetería…

En tu boca ideal, como un beso muy ágil,
florecía una vida que de tan pura, es frágil.

Y tal como el espejo se ve a través de un monte,
recorría tus ojos que eran un horizonte.

Y porque te adoraba con íntima vehemencia,
si decía tu nombre, ya era una confidencia…

Me enseñaste el amor que soñaba mi anhelo,
como revela un astro la grandeza del cielo.

¡Eran nuestras dos almas, las riberas obscuras
de un río azul que hacía más blandas, las alturas!

Y ahora que te hallas lejos, sé que la dicha existe;
pero que siempre vuela, puesto que tú te fuiste.

¡Cuando se llevan alas es tan fácil volar!:
Y Tú eras una vela desplegada en el mar…

Todo un jardín marchito de florecer, me agobia:
¿Si me habrás olvidado? ¿Si estarás ya de novia?

Por suerte, la distancia suaviza lo imposible,
y se puede esperar en lo que no es visible.

Y así como la vida no impide que te quiera,
tal vez este cariño, con la muerte, no muera.

Mi corazón

Mi corazón, temblando, con latidos me dice:
-¿por qué, por qué, me entregas al primero que pasa
y dejas que una mano ciega me martirice,
o me suelte lo mismo que si fuera una brasa?

¿cómo no ves que nadie quiere llevar mi peso,
que nadie retribuye mi impávido cariño?
me destrozan mis alas amorosas, y en eso
soy semejante a un pájaro que está en manos de un niño

¡si supieras!… Hay seres que me dan contra el suelo,
hay otros que me hielan, y otros se divierten
como soy tan confiado, causo mucho recelo;
quienes mejor me tratan son los que no me advierten.

¿No sabes que padezco? ¿no sufres mi tristeza
desesperante y larga? ¡si ya no puedo más!…
Aumenta mi infortunio, con mi delicadeza.
¿Por qué me das a todos, por qué, por qué me das?-

siento en mí, cual gotera, su honda palpitación;
sus latidos son lágrimas que casi no contengo;
y le digo muy bajo: – corazón, corazón,
yo te doy porque tú eres lo más bello que tengo.