Poesía de España
Poemas de Pedro Garfias
Pedro Garfias Zurita (Salamanca, 27 de mayo de 1901 – Monterrey, México, 9 de agosto de 1967) fue un poeta español de la vanguardia inicialmente ligado al Ultraísmo.
A mi padre
¿Por qué no hablamos nunca, largamente,
tú y yo padre, cuando esto era posible,
como dos hombres, como dos amigos
o dos desconocidos que se encuentran
en el camino y echan un cigarrillo
y se sientan al borde de la vida
mirando pasar la tarde y el camino
y hablan, hablan y callan, pausas de humo,
miradas vagas, las palabras caen
y se quedan flotando en el silencio,
a veces dicen su verdad primera,
el origen, la fuente, y se desnudan,
las palabras desnudas amanecen,
por qué no hablamos nunca, solos, largo?…
Coplillas a un poeta muerto
Combatió con los nombres
y los redujo a cero.
Y se fue con los hombres,
a fuer de hombre sincero.
Caminó por el río
constelado de hervores
o celeste de frío
con los mismos fervores.
Tuvo un bote, una vela,
una mar, un empeño.
Y este viento que hiela
no le cuajó su sueño.
Se fue por donde vino
¡ay, Dios, de qué manera!
con un fuego de vino
quemando su quimera.
Fue tan triste su suerte,
vivió tan solo y viejo,
que ni su propia muerte
acompañó el cortejo.
Y se fue buen camino,
caminante serrano
derecho a su destino,
con su vida en la mano.
Cuando me tiro de noche…
Cuando me tiro de noche
en el ataúd del lecho
que es menos duro que el otro
porque ya sabe mis huesos,
me pongo a mirar arriba
los astros de mis recuerdos.
Aquél que se abrió de pronto
cuando todo era misterio.
El otro que se apagó
antes de sentirse abierto.
A veces grito iracundo:
aquí me falta un lucero,
aquí me sobra una estrella.
¿Quién hizo este firmamento?
Una voz piadosa dice
que no es cielo sino techo.
Por mi vida, grito yo,
dejadme saber mi sueño.
Donde yo pongo los ojos
todo es cielo.
Llanto sobre una isla
Ahora
Ahora sí que voy a llorar sobre esta gran roca sentado
la cabeza en la bruma y los pies en el agua
y el cigarrillo apagado entre los dedos…
Ahora
Ahora sí que voy a vaciaros ojos míos, corazón mío,
abrir vuestras espitas y vaciaros
sin peligro de inundaciones.
Ahora voy a llorar por vosotros los secos
los que exprimís vuestra congoja como una virgen sus pechos
y por vosotros los extintos
que ya exhaláis vapor de hieles.
Ahora voy a llorar por los que han muerto sin saber por qué
cuyos porqués resuenan todavía
en la tirante bóveda impasible…
Y también por vosotras, lívidas, turbias, desinfladas madres,
vientres de larga voz que araña los caminos.
Un llanto espeso por los pueblecitos
que ayer triscaban a un sol cándido y jovial
y hoy mugen a las sombras tras las empalizadas.
Y por las multitudes
que pasan sus vigilias escarbando la tierra…
Un llanto viudo por los transeúntes
tan serios en el ataúd de su levita.
Ahora
Ahora voy a llorar mis llantos olvidados
mis llantos retenidos en su frente
como pájaros presos en la liga.
Los llantos subterráneos
los que minan el mundo y lo socavan
los que buscan la flor de la corteza
y el cauce de la luz, los llantos mínimos
y los llantos caudales acudan a mis ojos
y fluyan en corriente sosegadas
a incorporarse al llanto universal.
Sobre esta roca verdinegra
agua y agua a mi alrededor
ahora si voy a llorar a gusto.
Entre España y México
A bordo del Sinaia
Qué hilo tan fino, qué delgado junco
de acero fiel nos une y nos separa
con España presente en el recuerdo,
con México presente en la esperanza.
Repite el mar sus cóncavos azules,
repite el cielo sus tranquilas aguas
y entre el cielo y el mar ensayan vuelos
de análoga ambición, nuestras miradas.
España que perdimos, no nos pierdas;
guárdanos en tu frente derrumbada,
conserva a tu costado el hueco vivo
de nuestra ausencia amarga
que un día volveremos, más veloces,
sobre la densa y poderosa espalda
de este mar, con los brazos ondeantes
y el latido del mar en la garganta.
Y tú, México libre, pueblo abierto
al ágil viento y a la luz del alba,
indios de clara estirpe, campesinos
con tierras, con simientes y con máquinas;
proletarios gigantes de anchas manos
que forjan el destino de la Patria;
pueblo libre de México:
como otro tiempo por la mar salada
te va un río español de sangre roja
de generosa sangre desbordada.
Pero eres tú esta vez quien nos conquistas,
y para siempre, ¡oh vieja y nueva España!
El iba solo…
Él iba solo
tambaleándose…
Borracho de amor,
borracho de hambre,
borracho de alcohol,
quién sabe.
Él iba solo
tambaleándose.
Lleva la cruz al hombro…
Lleva la cruz al hombro,
tres veces no, mil veces caído y levantado;
ya su vida es escombro;
va por la calle ya crucificado.
No pavor, sino asombro,
verlo lo mismo y ya transfigurado.
Nadie lo nombrará, ni yo lo nombro,
ni nadie lo ha nombrado.
No resucitará,
nadie le rezará,
nadie balbuceará por la noche su nombre.
Dejó toda su sangre repartida.
Más que su muerte le duró su vida:
¡no era Dios, era hombre!
Nuevos acordes
A Juan Naves
Sé que si le grito fuerte
el silencio se acongoja.
Sé que si la piso duro
es la piedra la que llora.
Sé que si camino aprisa
se me derrumban las hojas.
Por eso voy con cuidado,
acariciando las formas,
mirando a un lado y al otro
y respetándolas todas.
Que hay quien se duele del cuerpo
y a mí me duelen los hombres
y las cosas.
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