Poemas:
El arauco domado (canto XI – fragmentos)
Así volvió rabiando nuestra gente
y ardiéndose en coraje de corrida
por verse de los bárbaros corrida
a vista de su ejército potente,
el cual, como el contrario ve de frente,
entrársele con furia esmedida,
movió su fuerza toda a recibillo
habiéndolo mandado su caudillo.
Mas el furor y estrépito era tanto
con que el poder incrédulo venía
que, salvo el valor de don Garcia,
en otro cualesquier causara espanto.
Estuvo por los suyos puesto a canto
de peligrar su crédito aquel día,
por solo haber tenido tal desorden
a no le hallar los bárbaros el orden.
***
Como las ondas temidas que vienen
sus vientres más que hidrópicos alzando
y el trono celestial amenazado
en dando con las peñas se detienen;
y como allí les hacen que se enfrenen
en su dureza el ímpetu quebrando
se ven así quebrar las Indas olas,
llagadas a las peñas españolas.
Mas bien, como esas ondas no pudiendo
romper por las barreras peñascosas,
revientan de coraje y espumosas
están, aún siendo frígidas, hirviendo,
así los enemigos no rompiendo
las contrapuestas armas poderosas
comienzan a hervir con nueva rabia
subiendo ya su cólera a la gabia.
Revuélvense con los campos en un punto
el poderoso Arauca y fuerte España,
cuya mezclada sangre al suelo baña,
nadando en ella el vivo y el difunto.
El humo, el fuego, el polvo todo junto
al sol, al cielo, al aire a la campaña
ofusca, ciega, turba y oscurece
y el mar de tanto golpe se ensordece.
Hasta ahora tuvimos…
Hasta ahora tuvimos por muy cierto
llevado (Delio) tras la simple gente
que navegar el Sol del rojo Oriente
adonde en lo cerúleo toma puerto.
Era guardando el orden, y el concierto
de la naturaleza providente,
que le manda asistir atentamente
acá en el vtreo mar, y allá en el muerto.
Mas, ya que habemos visto el nuevo rayo
del celestial ingenio, que os adorna,
gloria de nuestra edad en las postreras.
Hallamos ser aquello un solo ensayo
y una sombra de luz, que va, y que orna,
imitando su burla a vuestras veras.
FRESIA y CAUPOLICAN EN EL BAÑO
La fuente, que con saltos mal medidos
por la frisada, tosca y dura peña
en fugitivo golpe se despeña,
llevándose de paso los oídos,
en medio de los árboles floridos
y crespos de la hojosa y verde greña,
enfrena el curso oblicuo y espumoso,
haciéndose un estanque deleitoso.
Por su cristal bruñido y transparente
las guijas y pizarras de la arena,
sin recibir la vista mucha pena,
se pueden numerar distintamente;
los árboles se ven tan claramente
en la materia líquida y serena,
que no sabréis cuál es la rama viva,
si la que está debajo o la de arriba.
Aquí Caupolicano caluroso
con Fresia, como dije, sesteaba,
y sus pasados lances le acordaba
por tierno estilo y término amoroso:
no estaba de la guerra cuidadoso,
ni cosa por su cargo se le daba,
porque do está el amor apoderado,
apenas puede entrar otro cuidado …
Descienden al estanque juntamente,
que los está llamando su frescura,
y Apelo, que también, los apresura
por se mostrar entonces más ardiente;
el hijo de Leocán gallardamente
descubre la corpórea compostura,
espalda y pechos anchos, muslo grueso,
proporcionada carne y fuerte hueso.
Desnudo al agua súbito se arroja,
la cual con alboroto encanecido,
al recibirle forma aquel ruido
que el árbol sacudiéndole la hoja;
el cuerpo en un instante se remoja,
y esgrime el brazo y músculo fornido,
supliendo con el arte y su destreza
el peso que le dio naturaleza.
Su regalada Fresia, que lo atiende,
y sola no se puede sufrir tanto,
con ademán airoso lanza el manto
y la delgada túnica desprende;
las mismas aguas frígidas enciende,
al ofuscado bosque pone espanto,
y Febo de propósito se para
para gozar mejor su vista rara …
Es el cabello liso y ondeado,
su frente, cuello y mano son de nieve,
su boca de rubí graciosa y breve,
la vista garza, el pecho relevado;
de torno el brazo, el vientre jaspeado,
columna a quien el Paro parias debe,
su tierno y albo pie por la verdura
al blanco cisne vence en la blancura …
Va zabullendo el cuerpo sumergido,
que muestra por debajo el agua pura
del cándido alabastro la blancura,
si tiene sobre sí cristal bruñido;
hasta que da en los pies de su querido,
adonde, con el agua a la cintura,
se enhiesta sacudiéndose el cabello
y echándole los brazos por el cuello …
Alguna vez el ñudo se desata,
y ella se finge esquiva y se escabulle,
mas el galán, siguiéndola, zabulle,
y por el pie nevado la arrebata;
el agua salta arriba vuelta en plata,
y abajo la menuda arena bulle:
la tórtola envidiosa que los mira,
más triste por su pájaro suspira.
INCREPACIÓN DE GALVARINO
En medio viene el indio maniatado,
sirviendo a los demás de mofa y juego,
y echando por los ojos vivo fuego
su rostro ferocísimo y airado;
el cual, de golpes cárdeno, y manchado
de polvo, sangre, y más de enojo ciego,
la tierra turba y fiero en torno mira
y al techo celestial envuelto en ira.
Vestido de una rota camiseta,
que deja el muslo casi descubierto,
con arrogante paso y cuerpo yerto
camina al ronco son de una corneta;
grita le da la cáfila indiscreta,
y todos gran lanzada a moro muerto;
mas él encara en ellos de tal modo,
que con mirar se paga bien de todo.
Estira por quebrar el atadura,
que como está fortísima y revuelta,
no sólo no la rompe ni la suelta,
mas antes apurándola se apura;
y lleno de infernal desenvoltura,
al menos con la lengua que está suelta,
los hiere, los baldona, los agravia,
diciéndoles así, deshecho en rabia:
¿Pensáis que por llevarme desta suerte
ya me tenéis vencido, vil canalla,
o que forzado voy a la batalla
y riguroso trance de la muerte?
Pues, entended que el golpe menos fuerte
y más a mi contento es el pasalla;
por más pesado tengo y más esquivo
quedarme de vosotros hombre vivo.
Mas, aunque no lo puede hacer mi diestra,
no dejo de morir con alegría,
muriendo por la dulce patria mía,
que es una misma cosa con la vuestra;
y no es mi voluntad llamarla nuestra,
por no contarme en vuestra compañía,
ni conceder, ¡oh Chile!, que te llames
engendrador de hijos tan infames.
..¿De qué nación tan bárbara se sabe
que ofenda su linaje y propia tierra
por excusar el peso de la guerra,
juzgando que el servir es menos grave?
¡Traidores!, en vosotros sólo cabe
y en esos pechos pérfidos se encierra,
según lo que tenemos hoy delante,
atrocidad y crimen semejante.
Por no sufrir el peso de la lanza,
un peso para el hombre tan pequeño,
sufrís cargar la leña y aun el leño,
que suele ser la parte que os alcanza;
ponedme cada peso en su balanza
veréis, si ya no estáis en torpe sueño
que al cielo va de leve la primera,
y al suelo de pesada la postrera.
¡Que déis la libertad, ¡indignos della!,
por ser contra nosotros, en batalla!
¿Qué más pudiera hacerse por buscalla
de aquello que habéis hecho por perdella?
Así que así no veis que sin tenella
andáis con el acero y con la malla,
sin excusar trabajo de algún modo,
sino que le tenéis doblado en todo.
Pues, si pasáis la misma pesadumbre
tan libres como siervos, gente dura,
¿no fuera más honor y más cordura
pasalla en libertad que en servidumlbre?
¿No veis que un libre tiene dulcedumbre
para poder templar el amargura
del áspero trabajo más acerbo,
lo cual es imposible siendo siervo?
La natural premática, ¿no manda
que por la cara patria los mortales
padezcan todo género de males,
aunque hayan de morir en la demanda?
Mirad que cometéis maldad nefanda,
pues va contra las leyes naturales,
y que es monstruosidad tan gran flaqueza,
pues quita lo que da naturaleza.
¿Paréceos que es más lícita la guerra
contra el pariente propio y el amigo
que con extraño y áspero enemigo,
tirano usurpador de vuestra tierra?
Y si temor el ánimo os atierra
para seguir la causa que yo sigo,
temed morir mil veces con deshonra
y no una vez que muero yo con honra.
Yo muero, casta vil, porque defiendo
la tierra que pisáis y os ha engendrado;
vosotros, por haber degenerado,
pensando que vivís, estáis muriendo;
envidia me tenéis, a lo que entiendo,
yo lástima y pesar de vuestro estado,
y de que dejo carnes como aquestas”
en suelo que tal gente sufre a cuestas.
Biografía:
Pedro de Oña fue hijo del capitán Gregorio de Oña, que murió en un enfrentamiento con los indios araucanos durante la guerra de Arauco. Su madre fue Isabel de Villegas y Acurcio. Quedó huérfano a temprana edad y fue trasladado a Lima, donde obtuvo una beca para estudiar en el Real Colegio de San Felipe y San Marcos. Se graduó de licenciado en Artes y en Leyes en la Universidad Mayor de San Marcos.
Además de dedicarse a las letras, Pedro de Oña participó en varias expediciones militares y administrativas. Fue corregidor de Jaén de Bracamoros, Yauyos, Vilcabamba y Calca. Viajó a España y a otras ciudades del Virreinato del Perú. Murió en Calca alrededor de 1643.
Pedro de Oña escribió varios poemas épicos e históricos, pero el más famoso es Arauco domado, publicado en Lima en 1596. Se trata de una continuación de La Araucana de Alonso de Ercilla, que narra los hechos ocurridos entre 1557 y 1565 en la guerra entre los españoles y los araucanos.
Arauco domado consta de 20 cantos y más de 5000 versos en octavas reales. El poema tiene como protagonista al virrey García Hurtado de Mendoza, que fue el mecenas del autor. Pedro de Oña exalta las hazañas del virrey y su ejército, así como la valentía y el heroísmo de los indios araucanos. El poema tiene un tono épico y retórico, con abundantes descripciones, comparaciones y alusiones mitológicas.
Pedro de Oña también escribió otros poemas como El Ignacio de Cantabria (1608), sobre la vida de San Ignacio de Loyola; El Vasauro (1635), sobre la historia del Perú desde la conquista hasta el virreinato del conde de Chinchón; y El Temblor (1610), sobre el terremoto que sacudió Lima en 1609.
Pedro de Oña es un autor importante para la literatura chilena y peruana, ya que representa el inicio de la tradición poética criolla y el testimonio de una época marcada por el conflicto y el mestizaje.