Poesía de Francia
Poemas de Paul Éluard
Eugène-Émile-Paul Grindel, conocido universalmente como Paul Éluard, es una de las voces más vibrantes y esenciales de la poesía francesa del siglo XX. Nacido en Saint-Denis el 14 de diciembre de 1895, su vida y obra reflejan una pasión inquebrantable por la palabra como instrumento de belleza, protesta y redención. Desde una infancia feliz marcada por una temprana enfermedad que lo alejó de los estudios, hasta su papel como enfermero en la Primera Guerra Mundial, Éluard siempre mantuvo una sensibilidad que lo distinguió como poeta del alma y testigo de su tiempo.
Fue en Suiza, entre los paisajes del sanatorio de Davos, donde conoció a Gala, su primera musa, con quien inició un viaje creativo y amoroso que marcaría los inicios de su carrera literaria. Su primer poemario, El deber y la inquietud, emergió en 1917 como una declaración de intenciones, donde ya se vislumbraba su inclinación hacia el dadaísmo, movimiento en el que se integró de la mano de figuras como Tristan Tzara. Su contribución fue más que significativa, dando forma a la efervescencia de la vanguardia antes de la llegada del movimiento a París.
Su obra, profundamente influenciada por las turbulencias de su vida personal, se erigió como un espejo de sus crisis amorosas, políticas y existenciales. Tras separarse de Gala, quien halló en Salvador Dalí un nuevo compañero y destino, Éluard volcó su melancolía en poemas que revelaban su vulnerabilidad y genio, como L’Amour la poésie. En 1926, con Capitale de la douleur, alcanzó la cúspide de su reconocimiento, una obra que consagró su estilo onírico y apasionado, una mezcla de dolor, amor y surrealismo.
Políticamente comprometido, Éluard encontró en el comunismo y la resistencia un espacio para canalizar su indignación frente a las injusticias del mundo. Su poema Liberté, escrito en 1942, se alzó como un emblema de la resistencia francesa durante la ocupación nazi. Fue aquí donde su poesía trascendió lo íntimo para convertirse en un grito colectivo, una llamada a la libertad que lo obligó a vivir en la clandestinidad.
El amor, constante motor de su existencia, encontró nuevos nombres y rostros. Tras la muerte de Nusch Éluard, quien fuera su segunda esposa y musa predilecta, halló refugio en Dominique, a quien dedicó Le Phénix. Este poemario simboliza el renacimiento tras el dolor, la lucha entre la muerte y la vida, una danza entre la desesperanza y la sensualidad.
Paul Éluard murió el 18 de noviembre de 1952, dejando un legado inquebrantable de poesía comprometida y emotiva. Su tumba en el Cementerio del Père-Lachaise, en París, se erige como un silencioso tributo a quien vivió y escribió con una intensidad que aún resuena. Éluard no solo fue poeta de su tiempo, sino de todos los tiempos, un espíritu que supo transformar sus heridas en versos inmortales.
La enamorada
Ella vive de pie sobre mis párpados
Sus cabellos están entre los míos
Tiene la forma exacta de mis manos
Y el color de mis ojos que la miran
Ella se hunde entre mi propia sombra
Como una piedra en el azul del cielo.
Ella tiene los ojos siempre abiertos
Y me impide dormir con su mirada
A plena luz sus sueños luminosos
Hacen evaporar todos los soles
Sus sueños me hacen sollozar reír
Y hablar sin tener nada que decir…
A medianoche
Se abren puertas se descubren ventanas
Un fuego se enciende y me deslumbra
Todo se decide encuentro
Criaturas que yo no he deseado.
He aquí el idiota que recibía cartas del exterior
He aquí el anillo precioso que él creía de plata
He aquí la mujer charlatana de cabellos blancos
He aquí la muchacha inmaterial
Incompleta y fea bañada de noche y de miseria
Cargada de absurdas plantas silvestres
Su desnudez su castidad sensibles de cualquier parte
He aquí el mar y barcos sobre mesas de juego
Un hombre libre otro hombre libre y es el mismo
Animales exaltados ante el miedo con máscara de barro
Muertos prisioneros locos todos los ausentes.
Pero tú por qué no estás aquí tú para despertarme
A toda prueba
VI
Quiero besarte te beso.
Quiero dejarte te enojas.
Pero al límite de nuestras fuerzas
te pones una armadura más peligrosa que un arma.
IX
Fantasma de tu desnudez.
Fantasma hijo de tu simplicidad.
Pueril domador sueño carnal
de imaginarias libertades.
X
Pluma de agua clara frágil lluvia.
Frescor velado de caricias,
de miradas y de palabras.
Amor que vela lo que yo amo.
Bella y semejante
Un rostro al fin del día
Una cuna entre las hojas muertas del día
Un ramo de lluvia desnuda
Todo Sol oculto
Toda fuente de los espejos en el fondo del agua
Todo espejo de los espejos rotos
Un rostro en las balanzas del silencio
Un guijarro entre otros guijarros
Por las frondas de los últimos resplandores del día
Un rostro semejante a todos los rostros olvidados.
Desfigurada apenas
Adiós tristeza.
Buenos días tristeza.
Estás inscrita en las líneas del techo.
Estás inscrita en los ojos que amo.
Tú no eres exactamente la miseria,
pues los más pobres labios te denuncian
por una sonrisa.
Buenos días tristeza.
Amor de los cuerpos amables,
potencia del amor ,
cuya amabilidad surge
como un monstruo incorpóreo.
Cabeza sin punta,
tristeza bello rostro.
El ave Fénix
Soy el último en tu camino
la última primavera y última nieve
la última lucha para no morir.
Y henos aquí más abajo y más arriba que nunca.
De todo hay en nuestra hoguera
piñas de pino y sarmientos
y flores más fuertes que el agua…
Hay barro y rocío…
La llama bajo nuestro pie la llama nos corona.
A nuestros pies insectos pájaros hombres
van a escaparse
Los que vuelan van a posarse.
El cielo está claro, la tierra en sombra
pero el humo sube al cielo
el cielo ha perdido su fuego.
La llama quedó en la tierra.
La llama es el nimbo del corazón
y todas las ramas de la sangre
Canta nuestro mismo aire..
Disipa la niebla de nuestro invierno
hórrida y nocturna se encendió la pena,
floreció la ceniza en gozo y hermosura
volvemos la espalda al ocaso.
Todo es color de aurora.
El espejo de un momento
Disipa el día,
Muestra a los hombres las imágenes desligadas de la apariencia,
Quita a los hombres la posibilidad de distraerse,
Es duro como la piedra,
La piedra informe,
La piedra del movimiento y de la vista,
Y tiene tal resplandor que todas las armaduras y todas las máscaras
quedan falseadas.
Lo que la mano ha tomado ni siquiera se digna tomar la forma
de la mano,
Lo que ha sido comprendido ya no existe,
El pájaro se ha confundido con el viento,
El cielo con su verdad,
El hombre con su realidad.
Íntimas
Te deslizas en la cama
De leche helada tus hermanas las flores
Y tus hermanos los frutos
Por el rodeo de sus estaciones
En la aguja iridisada
En la cadera que se repite
Tus manos tus ojos y tus cabellos
Se abren a los crecimientos nuevos
Perpetuos
Espera espera espera
Que vas a sonreírte
Por primera vez
Espera
Que vas a sonreírte
Para siempre
Sin pensar en morir.
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