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Poesía de Perú

Poemas de Oswaldo Reynoso

Oswaldo Reynoso, nacido en Arequipa el 10 de abril de 1931 y fallecido en Lima el 24 de mayo de 2016, es un ícono de la literatura peruana contemporánea. Miembro destacado de la «Generación del 50«, Reynoso es conocido por su narrativa audaz y poética que capturó las complejidades de la vida urbana y la juventud marginal en Perú. A pesar de no alcanzar inicialmente la fama internacional de sus contemporáneos como Julio Ramón Ribeyro y Mario Vargas Llosa, sus obras encontraron un lugar privilegiado en el corazón de los lectores y críticos peruanos.

Reynoso creció en una familia de tradición católica en el barrio de San Lázaro, Arequipa. Desde joven, desarrolló una pasión por la lectura, influenciado por la vasta biblioteca familiar y la Biblioteca Municipal de Arequipa. Fue en estos primeros años donde se empapó de las obras de escritores nacionales e internacionales, desde César Vallejo y Jorge Luis Borges hasta los simbolistas franceses como Rimbaud y Baudelaire.

Su educación en colegios católicos y laicas instituciones intelectuales, así como su participación en la huelga estudiantil contra la dictadura de Odría, marcaron profundamente su visión del mundo. Estos eventos influenciaron su decisión de mudarse a Lima en 1952, donde obtuvo una beca para estudiar en el Instituto Pedagógico Nacional, convirtiéndose en profesor en 1954.

Durante sus años en La Cantuta, Reynoso se relacionó con otros escritores y empezó a forjar su carrera literaria. Publicó su primer libro, el poemario «Luzbel«, en 1955, pero fue su colección de cuentos «Los inocentes» (1961) la que lo catapultó a la fama. Esta obra, que retrata la vida de jóvenes marginales en Lima, fue tanto aclamada como criticada por su realismo crudo y su lenguaje audaz.

Su primera novela, «En octubre no hay milagros» (1965), criticó abiertamente el clasismo y racismo de la sociedad peruana, desatando polémica y consolidando su reputación como un escritor provocador. Fundador del Grupo Narración junto a otros escritores, Reynoso utilizó la literatura como un medio para explorar y denunciar las injusticias sociales desde una perspectiva marxista.

En 1977, Reynoso se trasladó a China, donde residió durante doce años y continuó su labor como docente. Su regreso a Perú coincidió con el auge del conflicto interno y la controversia sobre su postura respecto a Sendero Luminoso. Pese a la persecución política, Reynoso siguió escribiendo y formando nuevas generaciones de escritores.

En los años 90, regresó a la publicación con obras como «En busca de Aladino» y «Los eunucos inmortales«, reflejando su experiencia en China y una perspectiva más introspectiva y homoerótica. En sus últimos años, recibió reconocimiento oficial y sus obras comenzaron a ser incluidas en los planes de lectura de colegios secundarios.

Oswaldo Reynoso murió en Lima en 2016, dejando un legado literario que sigue resonando en la cultura peruana. Su deseo de que sus cenizas fueran arrojadas al cráter del Misti simboliza su eterno vínculo con su tierra natal. Reynoso, con su estilo único y su compromiso con la verdad social, continúa inspirando a lectores y escritores, consolidándose como una figura indispensable en la literatura peruana.

Mandil blanco…

Mandil blanco
de la primera puesta
de la tarde colegiala
me llego a ti
con mis alfabetos de agua
y con los puros azules
azules de mis manos
y el azul del lápiz
con que escribí en el viento
mis palotas rotas
Qué fue de aquel
tu bolsón repleto
de mariposas de miel y brisas

Qué fue de aquella
mi pizarra
que marcó el luto de tus trenzas
Qué fue de la embriaguez
del vino de tus ojos
que maduraban en el mar
Ahora que el recuerdo
se pone tan difícil
vamos tomando las manos
de la tarde -la hermanita buena-
para jugar ronda
en torno de la muerte
Mandil blanco
da para mis manos
el frutos de un rostro.

Responso para un pequeño combatiente

Un sabor de durazno amanecido
recién maduraba en tu rostro
y te mataron cuando mirabas la tarde!

Te gustaba morder dulcemente un clavel
a orillas de la noche mientras cogías
del cielo un pájaro estrella
pero te mataron cuando mirabas la tarde!

Tus manos hacían veleros de papel
y la nieve escribía con fuego
en tus ojos la biografía de una niña
y te mataron cuando mirabas la tarde!

En las noches tus pies desnudos
iluminaban la hierba y tu pecho ardía
al contacto con el viento frío
pero te mataron cuando mirabas la tarde!

Y esa tarde abriste tu cuaderno de sangre.
Y esa tarde sembraron el dolor
en todos los surcos
y tocaste las campanas de junio.
Y esa tarde una bala rubricó
en tu frente
los cascos de la muerte.

Las estrellas lloraron en tu tumba.
El maíz mostró sus puños de sangre.

Las niñas que te amaban
bajaron de la escuela
con las trenzas deshechas
rompieron sus mandiles y pizarras
besaron tus heridas
y con agua de luna
lavaron tu cuerpo niño.

¡Y te mataron cuando mirabas la tarde!

El pecado hace del cuerpo…

El pecado hace del cuerpo un fruto oloroso

El tiempo es llegado
estoy listo para la cosecha
arráncame de mi lecho
y elabora con fuego mi sangre
hasta que mis ojos
se leven en llamaradas a la luna.

He caído y ya no podré agitar…

He caído y ya no podré agitar
mis alas ni mostrar mi corazón
como cerezo ardiente.

Lo único que me queda
es machacar mis ojos con la luz
y comer el fuego de la tierra.

He caído y el mar ha perdido
su inocencia y la ciudad
se ha convertido en impúdica
durmiente bendecida en el amor.

He caído un ángel ha quemado
el templo y un niño ha llorado
ahogándose en mis sueños.

He caído cuando dos cuerpos
desnudos
se matan en la noche.