Poesía de Perú
Poemas de Odi Gonzales
Odi Gonzales, nacido en el fértil suelo de Calca, Perú, en 1962, es más que un poeta: es un tejedor de palabras que entrelaza los hilos de la tradición quechua con la modernidad literaria. Su infancia y adolescencia en las tierras cusqueñas moldearon su sensibilidad poética, mientras que sus estudios en ingeniería industrial y literatura en el Perú y su maestría en literatura latinoamericana en la Universidad de Maryland enriquecieron su perspectiva creativa.
Su obra, labrada en español y en el quechua cuzqueño, es un testimonio de la riqueza cultural de su tierra natal. En sus poemarios en español, como “Juego de niños” y “Valle sagrado“, Gonzales nos sumerge en paisajes vívidos y emociones profundas, mientras que en “Almas en pena” y “La escuela de Cusco” explora la identidad y la memoria colectiva del pueblo peruano.
Sin embargo, es en su incursión en la poesía quechua donde Gonzales alcanza nuevas alturas. Con “Tunupa: El Libro de las Sirenas“, nos lleva a las profundidades del alma andina, rescatando y revitalizando una lengua ancestral a través de versos que trascienden el tiempo y el espacio.
Pero el legado de Odi Gonzales va más allá de sus propias creaciones. Como traductor y defensor de la tradición oral quechua, ha dedicado su vida a preservar y difundir el patrimonio cultural de su pueblo. Su trabajo en instituciones como el Museo Nacional de los Indios Americanos y la televisión de National Geographic en Washington D.C. demuestra su compromiso con la promoción de la diversidad lingüística y cultural.
En resumen, Odi Gonzales es mucho más que un poeta: es un embajador de la cultura peruana y un guardián de la herencia quechua. A través de su poesía y su labor académica, continúa inspirando a generaciones presentes y futuras a celebrar la belleza y la profundidad de las raíces indígenas de América Latina.
Umantuu
dondequiera que vayas, sirena
del arco iris, llamadle
con tu tamborcillo tenaz
a mi alma que vaga de susto silente, cerril
desde su primer corte de cabello
atraedle pez-diva
con engaños y mimos
mostrándole perversa
tus rebasantes senos
de turbia leche dondequiera que te topes, invisible
flor de la niebla
arread a mi ánima que huye
con su asma y sus ejércitos imaginarios
encaminadle ya, silbadora insomne
por el jirón de los jilgueros por la senda
de los despeñaderos
dondequiera que llegues, errante
ninfa de los vendavales,
comparsa de aire puro conducid a mi alma extraviada
traedlo a rastras si no quiere venir
a este mi lecho de moribundo
Encantado
ya no reposa en mí, ya no
la descomunal fuerza
de un soplador de cuerno
del soplador
de las caracolas marinas que retumban
en las sienes
de los disidentes
cual res
desbarrancada
boqueo
en mi lecho de agua
¿qué extraño mal
me asedia
consortes gemelas?
¿será el resoplido
de los espíritus del limbo?
¿o tal vez
el hálito letal
de las fieras endebles?
en la nube de mi ojo inerte
sobrenada muerto
un diminuto pez
de los lagos gélidos
ya no reposa en mí, ya no
la descomunal fuerza
de un soplador de cuerno:
en el gramal
de los sueños ligeros
sólo recibo
el escupitajo de los rumiantes
CAMINA EL AUTOR
Un río
En mis ojos reteñidos de sangre
fragua un lodo
restos de aluviones seguidos
sedimentos
lava
Un río
En mis ojos discurren parcelas
huestes
por línea materna
familia numerosa
todo enterrado:
las veces que arranqué las canas
de las sienes de mi padre joven
el alma Vicente
Una manada de ciervos rojos en mis ojos
rojos
Y plantaciones de café
Pasturas naturales, zonas cocaleras
todo enterrado:
en las cuencas
abiertas por los aluviones
cunde el vocerío de las vendedoras de pan
turba
séquito de las bocacalles
todo enterrado:
el puro silbar de los pulmones de Bernaquito
asmático
el hermanito finado
de quien tuve que ponerme sus ropas
las herramientas-hechizo de mi padre carpintero:
gramil de a mil, sierras, garlopas que pulsaron sus manos
calientes
los blanquísimos sombreros con cintillo
azul oriente
sombreros de mestiza, galas de mi madre. Todo
enterrado
En mis orejas sucias / corral de llamas
niño andino
rebulle la carga
de los aluviones
Y surcos, terrones calcinados
por la úrea / pesticidas
suelos forrajeros
Todo enterrado
La dicción de los colibríes
disipa la niebla
de las cuencas bajas
RETABLO
Altareros. Fatigadas caravanas
Bordadoras de Coporaque
doncellas de abultada vulva según
el Inka
Un pájaro temblador de los sabanales
Un bandolero y su rabona procaz
Venidos de lejos
De las canteras de sal y piedra laja
De los confines de un imperio, polvo
De señoríos sitiados
saqueados
Arribaron al galpón
Al lecho del recién nacido
-frazadillas de alpaca bebé-
Con una plegaria común
CONQUISTA
Nina Sonqo,
obsecuente hija del caudillo de la irreductible nación Walla,
enemiga del Cusco; voluble, confinada en el balneario imperial
de Pachar, irrumpió en el lecho nupcial, en el harén
del Emperador y dijo: Señor,
¿Puedo asentar mi ollita en el fogón?
Y el Inka la hizo su concubina
UMANTUU
dondequiera que vayas, sirena
del arco iris, llamadle
con tu tamborcillo tenaz
a mi alma que vaga
/de susto
silente, cerril
desde su primer corte
/de cabello
atraedle pez-diva
con engaños y mimos
mostrándole perversa
tus rebasantes senos
de turbia leche
dondequiera que te topes, invisible
flor de la niebla
arread a mi ánima que huye
con su asma y ejércitos
/imaginarios
encaminadle ya, silbadora
/insomne
por el jirón de los jilgueros
/por la senda
de los despeñaderos
dondequiera que llegues, errante
ninfa de los vendavales,
comparsa de aire puro
conducid a mi alma extraviada
traedlo a rastras si no quiere
/venir
a este mi lecho de moribundo
- Sandra Cisneros
- Paul Laurence Dunbar
- Enrique P. Maroni
- Juan José Vélez Otero
- Lupercio Leonardo de Argensola
- Magaly Alabau
- Andrés Eloy Blanco
- Macario Matus
- Jamila Medina Ríos
- Héctor Hernández Montecinos
- Reneé Acosta
- Alberto Valdivia Baselli
- Esther Zarraluki
- Aimé Césaire
- Agustí Bartra
- Pedro Enríquez Martínez
- Guillermo Valencia
- Alejandra Pizarnik
- Humberto Costantini
- Luis Feria