Poesía de Uruguay
Poemas de Norma Suiffet
Norma Suiffet, nacida en Montevideo el 2 de septiembre de 1933, fue mucho más que una escritora uruguaya: fue una voz fundamental de la poesía latinoamericana del siglo XX. Hija de Raúl Abelardo Suiffet y Julia Juana Bianchi, Suiffet descubrió temprano su pasión por las palabras, una pasión que la llevó a formarse en la Universidad de Salamanca, donde obtuvo su diploma en Filología Hispánica en 1954. Este inicio académico marcó el rumbo de una vida dedicada a la docencia y a la creación literaria, forjando su nombre como profesora de Español y Literatura y como poeta de una sensibilidad inconfundible.
Como directora de la Casa del Poeta Latinoamericano en Montevideo, Suiffet se erigió en una figura central de la cultura literaria de Uruguay. Desde allí, junto a su esposo, el escritor Rubinstein Moreira, dio vida a la revista literaria La Urpila, un espacio de intercambio y promoción que se convirtió en punto de referencia para las letras de la región. La unión con Moreira no solo dio frutos intelectuales, sino también personales: su hijo, Igor Augusto, fue testigo de una vida familiar atravesada por la literatura.
La poesía de Norma Suiffet fue un puente entre lo íntimo y lo universal. A través de sus versos, reflexionó sobre el amor, el paso del tiempo y los paisajes de su Uruguay natal. Publicó varios libros que consolidaron su lugar en el panorama literario, y también exploró el ensayo como forma de diálogo con figuras clave de las letras uruguayas, como Juana de Ibarbourou, Emilio Oribe y José Enrique Rodó. Su capacidad para captar la esencia de sus contemporáneos y transformarla en análisis profundo refleja no solo su talento como escritora, sino también como lectora sensible y aguda.
Premiada en múltiples ocasiones, Norma Suiffet recibió el reconocimiento del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay en cuatro oportunidades (1958, 1967, 1970 y 1994), así como el galardón de Literatura de la Intendencia Municipal de Montevideo en 1960 y 1978. Estos premios son testimonio del impacto de su obra en su tiempo, pero su legado trasciende los laureles: permanece vivo en las páginas de su poesía y en la memoria de quienes la leyeron y la admiraron.
Norma Suiffet falleció el 13 de enero de 2013, pero su voz sigue resonando como un eco de sensibilidad, reflexión y belleza. Su obra nos recuerda que las palabras tienen el poder de iluminar los rincones más profundos del alma humana, y su lugar en la literatura uruguaya y latinoamericana es innegable, una luz que persiste.
La fuente
Hundí mis ojos en la fuente.
Su linfa era clara,
su chorro, cascada.
El agua entera se llenó de mi alma.
Saltaban gotas a mi pelo,
jugaban chorros con mis dedos,
y se enredaban hebras en mis pestañas.
Busqué en el fondo de la fuente
tu mirada.
La vi tan lejos, que me oprimí el pecho,
y el amor estalló con su rocío.
Pedí a la linfa
que me acercara el rostro tan querido
y sonrió el agua,
y te alejaste lento,
sin ver el ardor de mis ensueños,
el grito de mis ansias.
Hundí mis ojos en la fuente
y cascadas de amor
brotaron de ellos
por tu ausencia, tu ceguera de luz,
tu tiempo adormecido.
El chorro de cascada
fundió sus gotas con mi llanto,
y me volví fuente
para tener hundido en mi celaje
tu rostro, tu ser todo, tu amor,
tu vida entera.
Mis amores
Escucha mi voz que va clamando
los dolores y magnas ilusiones
que murieron sin luces ni esperanzas.
Escucha cómo lleno a los rocíos
de voces ancestrales
retorcidas en el centro de mi alma.
Escucha cómo desbordo flores en el llano
y pinto de colores imposibles
sus corolas y pétalos;
cómo vuelco a raudales
mis líquidos cristales en la lluvia
que fecunda y refresca.
Escucha mi desbordar eterno
entre las rosas y las nieblas,
entre los grises y lilas del ocaso,
en amaneceres húmedos de estío
y en las olas del mar.
¿Qué me dirás más tarde?
Yo sé que tú comprendes la grandeza
que hay en ella,
y me sabes sufriendo
como una lírica gota de fontana.
Yo sé que tú comprendes
de mi amor imposible
los golpes de mi alma.
Pero no los oculto en las cuevas
ni en los negros mares.
Mis amores imposibles
los regalo a la vida,
a mi vida,
a mi pobre existencia sin escalas,
sin descanso, sin sol;
los entrego a mi canto,
y vuelo con ellos en el pico
hasta lo alto de las nubes,
hasta el penacho de los Andes,
hasta las luces nocturnas de la luna.
Canto para vivir
porque sin vida,
ni amores imposibles,
naufraga mi voz en los espacios,
en ellos, donde estoy desde hace siglos,
como Jesús, crucificada.
La garza
Inconcebible choque de luz
que provocó relámpagos,
que ahogó tinieblas
y evaporó océanos.
Grito de garza herida entre las nubes.
Y fue cayendo… cayendo…
con lenta,
lenta distensión.
Se detuvo en el pico de una estrella,
en un monte de la luna,
en un rayo de sol,
en la comba de una nube,
en la copa de los astros,
en un árbol,
en un pétalo,
en el ala de una abeja,
y luego,
en el chorro sutil de la cascada
Así murió mi amor,
aquel,
el imposible.
Montevideo al viento
Cristales de gaviotas suspirando en la tarde.
Abanican palmeras tus espumas de plata.
Montevideo al viento, Nuestro Señor te guarde
sonriendo al espacio que tus faros retrata.
Sobre el Palacio Salvo el ocaso escarlata,
en la Gran Avenida, de color hace alarde
y rincones de sueño de las casas relata
la historia de los héroes que entre tus piedras arde.
Montevideo al viento, eres un sueño mío
que estremece sus alas en el temblor de estío
entre arrabales lentos de luna solitaria.
Y la gloria de un árbol cubierto de rocío
que vuelca madrigales a la vera del río,
Montevideo al viento, es tu voz centenaria.
Antes de la partida
Cuando partas tendrás un sueño cada noche
tejido eterno de cabellos míos
y una caricia enredada en cuatro labios.
Si interrogas al mar, saldrá de algas
cierta alada espiral de caracolas
a contarte de ausencias y de esperas,
acá, a lo lejos.
Todo será estrella, lumen y paisaje,
todo para ti, un cofre de rocío
y un hilo mío entre tus manos
proyectará mi canto a tu garganta.
Haré siempre retales para ti.
Recortaré cascadas con mis sueños
y enhebraré el lago con recuerdos
en una estela de perlas y esterlicias
de acá, a lo lejos.
Enarcaré corales de mis mares
para que rocen las olas con sus plumas
de centauros, quimeras y corolas.
No estaremos solos.
No habrá estrella enlunecida
que nos cante luces y mensajes.
El sol tendrá en sus rayos
la guirnalda de riscos y azucenas
que trasciende mi alma
de acá, a lo lejos.
Y hasta la urpila, la única, la nuestra,
empezará a cantar con voz inédita
para darte la risa del pequeño,
desde acá, hasta tu lejos.
- Alfredo Brandán Caraffa
- Aloysius Bertrand
- Gloria Posada
- Fadir Delgado
- Luciano Castañón
- Pierre Louÿs
- Gil Colunje
- Jim Carroll
- Elena Tamargo
- Olga Elena Mattei
- Esther Zarraluki
- Dana Gelinas
- Juan Cervera Sanchís
- Eduardo Embry
- Catherine Pozzi
- Joaquín Arcadio Pagaza
- Manu Cáncer
- Luisa Pérez de Zambrana
- Michel Butor
- Elman Trevizo