Poesía de Cuba
Poemas de Nieves Xenes
En las brumosas tierras de Quivicán, nació en 1859 Nieves Xenes, una poetisa cuyas palabras vibraron entre los suspiros románticos y la modernidad del siglo XIX en Cuba.
Su infancia y adolescencia se ocultan en el velo del tiempo, pero a los 19 años, tras una temporada en la Finca La Esperanza, su familia se sumergió en los encantos de La Habana. Fue aquí donde, autodidacta, Nieves comenzó a tejer versos que fluían como ríos de pasión y patriotismo.
Los temas que acariciaron su pluma fueron los susurros del amor y el latir apasionado por la patria. En sus versos, Cuba se convertía en un lienzo pintado con las bellezas naturales que solo un alma poética como la suya podía revelar. Pero, entre las líneas, también se entretejía el destino cruel que la enlazó en un amor inalcanzable, una pasión fervorosa por el orador José Antonio Cortina, cuyo corazón nunca se desveló ante ella.
A medida que los años danzaban al compás del tiempo, Nieves Xenes, como una mariposa nocturna, se retiró del bullicio del mundo. La enfermedad de su madre y la suya propia se entrelazaron con las letras de su último capítulo. El 8 de julio de 1915, su pluma dejó de danzar, apenas siete meses después de que la vida se llevó a su madre.
Aurelia Castello, su amiga leal, se convirtió en la guardiana de sus versos. Después de su partida, la obra de Nieves Xenes emergió como un tesoro literario. Poemas como “Al pueblo de Cuba“, “Una confesión” y “Retrato nocturno” revelan la profundidad de sus emociones y la riqueza de su alma poética.
Así, en el susurro de las estrofas y el eco de su legado, Nieves Xenes se erige como una figura romántica y modernista, una poetisa cubana cuyo susurro poético sigue acariciando las almas que se aventuran en el rincón oculto de su obra.
Una confesión
¡Padre, no puedo más! mi amor refreno,
pero en la horrible lucha estoy vencida;
esta pasión se extinguirá en mi seno
con el último aliento de mi vida.
Cuando él no está a mi lado, desolada,
maldiciendo mi mísera existencia,
siento sobre mi frente fatigada
el peso abrumador de la conciencia.
Pero al verlo, olvidando mis enojos,
en vano a la razón ansiosa llamo,
y aunque callan mis labios, con los ojos
no ceso de decirle ¡yo te amo!
Vos me habláis de la gloria y del martirio,
del enojo del cielo que provoco,
¿pero no comprendéis que es un delirio
hablar de todo eso al que está loco?
¡Su amor! ese es el cielo que yo ansío
de mi pasión en el afán eterno,
y encuentro más terrible su desvío
que todos los tormentos del infierno!
¡Mis ansias ahogaré desesperadas,
pero él verá en mis ojos sus ardores,
porque siempre al mirarlo, mis miradas
serán besos de amor abrasadores!
¡En vano espero sin cesar rezando
encontrar en la fe consuelo y calma,
y en vano mis entrañas desgarrando
quiero arrancar su imagen de mi alma!
¡Mi amor es el incendio desatado
cuya llama voraz nada sofoca!
El torrente que rueda desbordado
arrastrando a su paso cuanto toca!
Decís que iré a la gloria si mi anhelo
logro vencer y de su lado huyo,
¿pero habrá alguna dicha allá en el cielo
comparable siquiera a un beso suyo?
Oyendo del deber la voz airada,
fuerzas a Dios para luchar le pido,
y al verlo, de pasión enajenada,
deber y religión, ¡todo lo olvido!
Vos, juzgando el amor a vuestro modo,
decís que no es un mal desesperado,
decís que con la fe se alcanza todo,
¡no sabéis qué es estar enamorado!
Os digo que prefiero, delirante,
de mi loca pasión en los anhelos,
la dicha de mirarle un solo instante
a la eterna ventura de los cielos!
¡Ay, padre! en vuestra santa y dulce calma
rogad a Dios que evite mi caída,
porque este amor se extinguirá en mi alma
con el último aliento de mi vida.
Al pueblo de Cuba
Pueblo que ayer, en lucha pavorosa,
tu libertad sagrada defendiste,
no pierdas el derecho que adquiriste
derramando tu sangre generosa.
No olvides en inercia vergonzosa
la empresa que valiente a cometiste;
no abandones la senda que emprendiste,
cumple abnegado tu misión gloriosa.
¡Heroico paladín de santa idea,
sé grande como ayer en la pelea,
no te ciñas tú mismo tu mortaja;
no en mezquinas e inútiles porfías
agotes tus potentes energías;
si libre quieres ser, piensa y trabaja!
Recordando a Oscar Wilde
De majestad y de grandeza llena,
por la atmósfera límpida y serena,
el aura vaga en su tranquilo vuelo,
y parece que toca
la gasa azul del cielo.
En su ascensión altiva que provoca
indefinible anhelo,
la sigue la mirada
absorta y encantada;
mas cuando baja al suelo,
al que cerca la mira,
su fealdad asquerosa
sólo desprecio y repulsión inspira.
Así a veces el genio que admiramos,
cuando su vuelo tiende
por la región del arte luminosa,
con su excelsa grandeza nos sorprende;
y si cerca su alma sondeamos,
con tristeza profunda
sólo en él encontramos
repugnante fealdad, miseria inmunda.
Día de primavera
De la arboleda hojosa en la espesura,
blando suspira el viento entre el ramaje,
y los pájaros lucen su plumaje
cantando sus endechas de ternura.
Su monólogo eterno el mar murmura
balanceándose en lánguido oleaje,
y tiende de su espuma el blanco encaje
de sus orillas en la roca oscura.
Las flores se abren frescas y rientes
derramando su esencia embriagadora,
la nube, de matices relucientes
en el azul del cielo se colora;
y magnífico el sol lanza a torrentes
los rayos de su luz deslumbradora.
Julio
Ostenta el campo su verdor lucido,
de intenso azul el cielo se colora,
y el Sol vierte su luz deslumbradora
ardiente como el oro derretido.
Es un amante de pasión rendido
ante la hermosa Cuba a quien adora,
que a su ávida caricia abrasadora
abandona su cuerpo enardecido.
Y en languidez erótica postrada,
voluptuosa, gentil y enamorada,
a sus besos ofrece incitadores,
perfumados con lúbricos aromas,
ya los erectos senos de sus lomas,
ya los trémulos labios de sus flores.
Boudoir
Del arte y la riqueza los primores,
blancas cortinas de ligero encaje,
caprichoso y magnífico mueblaje
de oro y seda de vívidos colores.
En un óleo se besan dos pastores
escondidos de un bosque entre el ramaje;
y airados luchan con igual coraje
en un grupo de mármol dos Amores.
Una ninfa gentil de porcelana
al viento esparce su cabello suelto
arqueando el talle en actitud graciosa.
Yacen en un diván dorado y grana
un libro, y un corsé blanco y esbelto,
y en un búcaro azul, muere una rosa.
- Manuel José Othón
- Rafael García Bárcena
- Carlos Illescas
- Félix Huamán Cabrera
- Manuel Silva Acevedo
- Miguel Arteche
- Francisco de Medrano
- Pablo de Rokha
- Alfredo Veiravé
- Miguel Labordeta
- José Pérez Olivares
- José Pascual Buxó
- Juan Luis Panero
- David Rosenmann-Taub
- María de los Reyes Fuentes
- Marie Ponsot
- Alberto Ángel Montoya
- César Toro Montalvo
- Ricardo Jaimes Freyre
- Manuel Magallanes Moure