Poetas

Poesía de Uruguay

Poemas de Matilde Bianchi

Matilde Bianchi, nacida en Montevideo en 1928, es una figura esencial en la poesía uruguaya del siglo XX. Su vida y obra están impregnadas de una sensibilidad aguda y una voz lírica que, a lo largo de los años, se consolidó como una de las más auténticas de su tiempo. Poeta, crítica literaria y profesora, Bianchi supo conjugar su pasión por las letras con una profunda reflexión sobre la condición humana, tejiendo en cada uno de sus versos un universo de emociones y pensamientos que resuenan con una claridad penetrante.

Su primer poemario, Cenit bárbaro, publicado a los 23 años, reveló su talento precoz y su capacidad para capturar la esencia de lo cotidiano con una mirada profunda y, a veces, descarnada. A lo largo de su vida, su poesía evolucionó, pero siempre mantuvo ese hilo conductor de sinceridad emocional y compromiso con la realidad social y política de su entorno. Su poema Cantar del Che, recitado en 1967 en la explanada de la Universidad de la República, es un ejemplo claro de su implicación en los acontecimientos de su época, resonando como un grito poético y político que aún perdura.

La obra de Bianchi es diversa y rica en matices. Desde la nostalgia y el dolor en Adiós a la sopa de cebollas hasta la exploración del amor y la memoria en Razones de amor, cada uno de sus libros refleja una etapa de su vida, un fragmento de su alma poética. Su estilo, marcado por una sencillez aparente y una profundidad sorprendente, logra tocar fibras sensibles en los lectores, conectando lo íntimo con lo universal.

En 1973, la vida la llevó a España, donde se radicó en Madrid en 1976. Allí, lejos de su Uruguay natal, continuó su labor literaria, integrando la tertulia Fabro junto a otros destacados escritores latinoamericanos. En esos años, también dirigió el Taller de Poesía del Instituto de Educación Integral y colaboró con prestigiosas revistas españolas como Ínsula y Triunfo, consolidando su influencia en el ámbito literario iberoamericano.

Matilde Bianchi regresó a Uruguay en 1982, trayendo consigo una experiencia enriquecida por sus años en Europa. Su poesía, ya madura, seguía explorando nuevos territorios del alma y del lenguaje, culminando en obras como Déjame caer como una sombra y Aquendelmar, que capturan la esencia de una poeta en constante evolución, pero siempre fiel a su voz interior.

Su legado no solo reside en sus obras publicadas, sino también en su labor como jurado en diversos concursos literarios y en su influencia como crítica. Bianchi no solo escribió poesía, sino que vivió poéticamente, dejando una huella imborrable en la cultura uruguaya y en el corazón de aquellos que tuvieron el privilegio de conocer su obra.

Matilde Bianchi falleció en 1991, pero sus versos siguen vivos, resonando en las páginas de la literatura uruguaya y más allá. Su poesía es un recordatorio de que, en medio de la vorágine del mundo, siempre hay espacio para la belleza, la reflexión y la palabra justa. Su obra sigue siendo un faro que ilumina, con su luz propia, el vasto océano de la literatura.

II

Hace no sé cuánto
que pido perdón
por no haber muerto a tempo.

No se trata de perder la juventud
la cabellera rubia
o las piernas hermosas.

Pido perdón
— yo que lo quise tanto—
por no haberlo querido mucho más.

Pido perdón

por las palavras gastadas
que utilizo en la classe.

Y perdón por decir buen día
cuando debiera despedirme
internarme
entre los médanos y pinos
que amé tanto
camino de mi casa floreada
y mi camino.

Pido perdón a todos:
sólo puedo ofrecer
aquellos tornasoles
y esta espuma.

SONSONETE

Quiero quedarme así con el silencio
de la memoria de todas esas cosas
que llenaron tu vida y esta vida
que te ofrecí a cambio de una rosa.
Como la rosa de Martí, tu rosa
fue compañera y franca, a veces roja
en noches de vigilia apasionada
donde el amor pudo cambiar la historia.
En nombre del padre y del clavel
se fue callado aquel único hijo
y en nombre de la rosa atravessamos
la desmesura oscura y no pudimos
trocar aquel amor por este olvido.
Rosa y fervor, afanes y bravura
se ocultaron incluso a los amigos
que nos viern partir desesperados
y nos vieron volver entristecidos.
Al cabo, pues, de tanto itinerario
quiero quedarme marchitamente rosa
en un jardín pequeño, fabricado
con estas pobre flores primorosas.
Si al fin me diste el cabo de una rosa
debo decir por la dicha cumplida
que prendí mi pelo al cabo y navegué
como pude, por aguas de esta vida.

***

Al Dr. R. Caritat

Me llevo el mar,
me llevo las guirarras,
me llevo l´Accordeoniste
grabado por Edith Piaf
que escuchaba
mientras tomaba té
en la mesa de pino.
Me llevo las enredaderas
de jazmín del país
que hay en el mundo.
Me llevo la palidez casi dorada
de la hija que no tuve.
Y a mí misma, a mí misma,
me estoy llevando,
me llevo.

MALENA

Puedo tocar tu nombre
puedo medirte en el adiós
puedo incansablemente repetir
la memoria de tu pelo amargo
tu afinada cintura de alcohol
puedo imitarte la penumbra
considerar la grieta de tus ojos
tu negro vestido desdentado
los yuyos que te apretaron la garganta
las bujías rotas

por sueños que no parpadearon.
Puedo hablar de tus hombros aguantando el olvido
vaticinar las argolas de humo que preguntan
mientras responde el bandoneón sin lástima
puedo gritar que quisiste fugarte de la noche
buscar un sitio desmesurado de retamas
pero la noche te sometió a su lamento bárbaro
te marcó a fuego lento con la letra de un tango
y desde entonces
sólo pudiste hablar de amor o muerte.

N0CTURNO

Tango
nocturno
virazón felina de las noches
llegaste agrietado a anémonas
con tus sirenas de escamas estreladas

y tus zaguanes y tu piano menudo
llegaste modesteando la queja
con tu estola de cafés empanados
arrastrando candilejas de estaño
llanto que no quisimos
humo que aluna vez besamos
llegaste Nocturno tango mío
nocturnal de fracasos
y amarras peligrosas
Escondiendo claveles de frío
doliendo bandoneones de penumbra
fuiste abriendo las llagas del otoño
y llegaste
Quién rezumará las tristezas
ahora que otras historias empiezan
ahora que no valen cuchillos
ahora que la ciudad trasiega su pequena venganza
em outra furia
ahora que la guitarra buscará outro canto
cantará otro destino
y la noche parirá personajes inéditos
entonces tango cualquer día
nos passamos todos a degüello.