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Martha Gularte

Foto de Manu en Unsplash

Poemas:

A la Memoria del Conventillo Mediomundo

“Ese día no jugaron
los niños del conventillo,
estaba triste Cuareim,
y hasta el ambiente más frío.
Los niños preguntaban: mamita,
mañana ¿a dónde nos llevarán?
Madres y abuelas lloraban,
no se podían conformar.
Los vecinos como siempre
cuchicheaban: los morenos se van,
el conventillo se muere
si la gente no está.
Y Cuareim se desmoronó
y las familias se fueron
deambulando por el mundo
por el maldito dinero.
Fueron manos malvadas
que derribaron mi alero.
Olvidaron que en Cuareim
negros y blancos crecieron.
Desalojaron y demolieron Ansina.
todo quedó en la nada,
la cuna del niño negro
que tanto necesitaba.
Porque siempre,
siempre fue Ansina y Cuareim
el gran orgullo del negro
que en las noches de Llamadas
hacían bailar al pueblo.
Conventillo de Cuareim,
tu Yacumenza no existe más.
Por las noches, cuando al pasar
parece que oigo aquel repicar,
surgen entre las sombras
aquellos días, de gran candombe,
qué hermoso fue.
Quiero volver a verte, mi conventillo,
por escuchar tus lonjas, yo esperaré.
Surgen de tus escombros
aquellas noches, noches de vino y canto,
todo se fue.
Quiero volver a verte mi conventillo,
y al levantar mi copa te brindaré.”

LA JUANA NEGRA

Con vestido de azucenas
ante Dios tú llegarás
y ángeles con arpas doradas
tu versos entonarán

Porque tu le cantaste a la vida
tu le cante al amor

Te perdiste entre las nubes
en alas de una canción

Biografía:

Martha Gularte, nacida Fermina Gularte Bautista en Paso de los Novillos, Tacuarembó, en 1919, fue una figura singular en la cultura uruguaya, una artista que dejó una huella imborrable tanto en el carnaval como en la poesía. Descendiente de esclavos brasileños, su infancia estuvo marcada por la adversidad, creciendo en orfanatos y rodeada de las sombras de un pasado que nunca la definió por completo, sino que fue el motor de su arte. Desde su temprana edad, ya en los asilos de Montevideo, tuvo un encuentro que la marcaría para siempre: la visita de la poetisa Juana de Ibarbourou. Aquella imagen de la gran autora, con su porte elegante y su belleza, encendió en Martha la chispa de la creatividad y el anhelo de un futuro que ella soñaba distinto. Sin embargo, aunque la admiración por la poesía era intensa, fue el baile, su pasión más ardiente, lo que la llevó a la fama.

A lo largo de las décadas de 1940 y 1950, Martha Gularte se consolidó como una de las vedettes más importantes del carnaval uruguayo. Su talento, belleza y magnetismo transformaron las comparsas, y bajo su iniciativa, la figura de la vedette se convirtió en el centro de atención de los desfiles. Los ritmos africanos que bailaba no solo eran el eco de su herencia, sino un testimonio viviente de la resistencia y la creatividad de la comunidad afrouruguaya. Su reinado como vedette no fue fácil; durante los años 60 y 70, se hizo famosa su rivalidad con Rosa Luna, otra destacada vedette, una rivalidad que alimentó la mitología del carnaval.

Pero Gularte no se limitó al espectáculo. En los años 90, publicó varios libros, entre ellos su autobiografía Con el alma y el corazón y El barquero del Río Jordán: Canto a la Biblia, una obra profundamente inspirada en textos bíblicos, donde mostró su faceta más reflexiva y espiritual. La poesía fue para Martha una segunda piel, una extensión de su vida en las letras. A través de sus textos, dejó constancia de su compleja existencia, de sus luchas y de sus victorias.

En 2001, poco antes de su muerte en 2002, Martha participó en la película En la puta vida, donde su figura una vez más resplandeció, dejando claro que su legado, tanto en el carnaval como en las artes, perduraría más allá de su tiempo. Desde su casa en el Barrio Sur de Montevideo, ejerció su propio reinado, un trono simbólico que nunca dejó de pertenecerle. Fue una pionera, una mujer que desafió las convenciones y se convirtió en un ícono de la cultura afrouruguaya.

Hoy, su nombre vive no solo en los libros que dejó, sino en el reconocimiento otorgado por el Senado uruguayo en 2015, al bautizar con su nombre la Escuela Rural N.º 22 de Paso de los Novillos. Martha Gularte fue mucho más que una vedette: fue una artista en toda la extensión de la palabra, una poeta de la vida y de su propia historia.

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