Poemas:
Venecia
Aún la sigues soñando, y es tan plácida
como la rumorosa lejanía
donde se balancean los silencios.
Seda del mar, tapices
en fasto vespertino que provocan
ilusión prematura en los dorados,
cuando vuelven del sol a desangrarse.
El verano barroco
puede ser buena época
para un encuentro a solas con la estatua
más viril, cuyo rostro
posea la belleza del diablo.
Venecia y el amor, tu sueño húmedo
como una estancada cercanía
donde sigues hundiéndote con ellos.
Al filo del alba
La cal de las paredes
resbala por el aire.
El azulejo enmarca
peregrinos destellos.
Todo está en calma ahora.
Una extraña tiniebla
envuelve los perfiles
nocturnos. Cada instante
que pasa, resucita
convertido en recuerdo.
Pero toca a su fin tanta dulzura
cuando, al filo de alba,
me desatas de ti calladamente.
Argonauta
Intrépido muchacho
aquél… Buscó mi templo
entre cientos de islas
para verme de cerca,
por saber si era cierto que yo estaba
desnuda entre unas míticas columnas
cuyo blancor se alzaba sobre el índigo
sereno de las olas.
Bello muchacho aquél… Rozó mis piernas
que ardían con el sol, tentó mi talle
ceñido por la brisa, y en mis manos
sus dorados cabellos se prendieron.
Dulce muchacho aquél… Llegó a dormirse
junto a mi pedestal, mas con el alba
-siempre hay un alba-, regresó a su nave.
Nunca se han explicado los arqueólogos
estas huellas extrañas
en mi cuerpo de mármol.
Del propio ser
Es la segunda vez.
Como temblor de muerte,
azul de despedida,
sendero para un viento que destierra.
Ausencia y abandono
del propio ser. Locura sosegada
moviendo sus océanos.
Como ráfaga eterna,
como alas de mármol,
final para volver, ya sin principio.
Es la segunda vez que nace el cuerpo.
Hombres al natural
Son seres grises,
inequívocamente masculinos,
que lo mismo me envían
algún ramo de rosas
con cuatro plenilunios de retraso,
que intentan sorprenderme
al llegar en su lata
(léase coche) último modelo
donde se sienten mágicos.
Seres brillantes,
portadores de un agua de colonia
que anuncia su presencia
con cuatro primaveras de adelanto;
hombres al natural, de calle y riesgo,
que buscan evadirse
llevándome a cenar. Puedo ingerirlos
antes de que caduquen,
pero se me indigestan
media hora después, y no merece
la pena estropear esa velada.
Madre Naturaleza,
los pones a mi alcance, y agradezco
tus sabias intenciones.
Pero yo siempre he sido
inequívocamente femenina,
y declaro ante ti que cada vez
es mayor la distancia que nos une.
La estatua
A un paso de la vida te sitúas.
Tienes la pierna adelantada, el busto
semidesnudo, pero el tiempo impide
que cruces unos límites, que huyas
en su nombre. Tan sólo estás a un paso
de conocer tu territorio. Sientes
tu soledad de mármol enclaustrada
entre el viento y la lluvia. Ah, si el tiempo
pasara por ti misma, liberándote…
Apunte cotidiano
Esto que escribo ahora es un minúsculo
ensayo de mi vida,
solamente un intento
de llamar a las cosas por su nombre,
a los días de luz por su tristeza.
Esto que escribo ahora no tendría
la menor importancia, si no fuese
porque hay alguien que sigue
siendo mi punto de partida, el punto
que pongo en tantas íes como quedan
en pie tras un amago
de libertad con él, tras este intento
de ensayarme en su ausencia de mi vida.
Por no tener
Si yo hubiera tenido
las palabras exactas
para huir cuando, oscuro,
me cercaba el silencio;
si yo hubiera tendido
lo que a todos concede
la vida, para luego
morir en paz, quién sabe
si ahora escribiría
estos versos, como única
constancia de mis bienes.
Biografía:
María Sanz (Sevilla, 8 de enero de 1956), es una poeta y escritora española. Bachillerato Superior de Letras.