Poetas

Poesía de Perú

Poemas de María Emilia Cornejo

María Emilia Cornejo fue una poeta peruana que nació en Lima en 1949 y murió en 1972, a los 23 años de edad. Su obra, breve pero intensa, se inscribe en la Generación del 70 y se caracteriza por su tono erótico, rebelde y confesional.

Cornejo estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde participó en el taller de poesía dirigido por Hildebrando Pérez Grande y Marco Martos. También viajó a México, donde comenzó a escribir con más disciplina. Se casó con Oswaldo Márquez, un estudiante de ingeniería, con quien tuvo un aborto prematuro que le causó una profunda depresión. Se separó de su esposo y se mudó a Caja de Agua, una barriada al norte de Lima, donde buscaba experimentar una vida diferente junto a un grupo de amigos, entre los que estaba Susana Villarán, futura alcaldesa de Lima. Allí se suicidó con una sobredosis de pastillas.

Su poesía se publicó póstumamente en la revista Eros, bajo el seudónimo de María Márquez, y en diversas antologías y ediciones críticas. Es considerada la iniciadora de la poesía erótica femenina en el Perú y una de las voces más originales e influyentes de su generación. Algunos de sus poemas más conocidos son «Soy la muchacha mala de la historia», «Como tú lo estableciste» y «Entro lentamente por tus venas».

la casa
nuestra casa,
hoy es
un libro,
una flor,
un bosque
y un río.
es un amigo,
un saludo,
música ligera
en soledades
invernales;
y es
tu mano en la mía
juntos,
tu cuerpo y yo.

***

entro lentamente por tus venas
hasta inundar
todos los rincones de tu cuerpo
rescato tu nombre milenario
en cada arteria
te pierdo y me encuentro
en la profundidad de tu mirada
sin compañía alguna
invado tus pulmones
y vivo
y me recreo
con el aire que respiras
avanzo por debajo de tu piel
y organizo con exactitud
el metabolismo de tus penas
y tu cuerpo se convierte
en la zona sagrada de mi vida.
sin embargo,
hoy es mañana
y mañana será nunca.

***

de día
mi cuarto es primavera
de flores y rosas
y
cuando llega la noche
es aquel viejo reloj
cansado y sin horas
que espera,
y simplemente espera
al tiempo
que viene en mi contra.

es sólo el tiempo
que viene en mi contra
y no me deja morir
porque
ya no
ya no le temo a la muerte
pues
sentada junto a ella
hoy
ya no tengo
la culpa
de
sentirme sola.

***

siempre supe que te encontraría
en alguna vieja calle de Lima.
desde entonces
preparo cuidadosamente nuestro encuentro.

***

te beso en los ojos, en la cóncava mudez de tu inocencia,
te beso y todo tu cuerpo se viste con flores de un canto primaveral,
te beso y conviertes las cosas en hechos silenciosos y llenos de asombro,
te beso al fin
te beso.

***

después de un lento aprendizaje
puede reconocer sin equivocarme
las formas de tu cuerpo,
besar tiernamente tus mejillas
y saber con exactitud
las dimensiones de tu falo.
ahora, cada encuentro se convierte
en el hecho cotidiano de besarse
meternos en la cama y repetir
los movimientos del amor.
tu cuerpo se estremece a cada orgasmo,
yo te pido más
y en la necesidad de recuperarte
mis labios exploran tu pubis,
para entonces
cansado y sudoroso.
mis senos abrigan tu sueño.

***

debí seguir tus consejos,
no leer más a Kafka
ni frecuentar esos cafés
que tú sí frecuentas;
pero es tarde
hace frío
y estoy sola.

Terriblemente tuya

terriblemente tuya
acudo noche a noche a la inquietud de tu cama,
bric-a-brac, bric-a-brac, bric-a-brac,
los grillos nos espían
un torrente de mariposas
cubre la desnudez de nuestros cuerpos
y celosamente conservan las ondulaciones de tu talle.
Yo guardo en mi memoria.
tus labios explorando mi cuerpo.
de dia
mi cuarto es primavera
de flores y rosas
y
cuando llega la noche
es aquel viejo reloj
cansado y sin horas
que espera
y simplemente espera
al tiempo
que viene en mi contra.
es solo el tiempo
que viene en mi contra
y no me deja morir
porque
ya no
ya no le temo a la muerte
pues
sentada junto a ella
hoy
ya no tengo
la culpa
de sentirme sola

Soy la muchacha mala de la historia

soy
la muchacha mala de la historia,
la que fornicó con tres hombres
y le sacó cuernos a su marido.

soy la mujer
que lo engañó cotidianamente
por un miserable plato de lentejas,
la que le quitó lentamente su ropaje de bondad
hasta convertirlo en una piedra
negra y estéril,
soy la mujer que lo castró
con infinitos gestos de ternura
y gemidos falsos en la cama.

soy
la muchacha mala de la historia.

Como tu lo estableciste

sola,
descubro que mi vida transcurrió perfectamente
como tú lo estableciste.

ahora
cuando la sensación de algo inacabado,
inacabado y ajeno
invade de escrúpulos mis buenas intenciones,
sólo ahora
cuando me siento en la mitad de todos mis caminos
atada a frases hechas
a cosas que se hacen por haberlas aprendido
como se aprende una lección de historia,
puedo pensar
que de nada sirvieron los consejos
ni las interminables conversaciones con tu madre,
y esas largas horas de mi vida
perdidas
en aprendizajes extraños
sobre pesas y medidas,
colores
y
sabores
y
en el vano intento de ir tras el sol
tras el vuelo de los pájaros,
de repente quiero acabar
con mi baño de todas las mañanas,
con el café pasado,
con mi agenda cuidadosamente estructurada
de citas y visitas
a las que asisto puntualmente;
pero es tarde
hace frío
y estoy sola.

Timida y avergonzada

tímida y avergonzada
dejé que quitaras lentamente mis vestidos,
desnuda
sin saber qué hacer y muerta de frío
me acomodé entre tus piernas
¿es la primera vez?
preguntaste,
sólo pude llorar.
oí que me decías que todo iba a salir bien
que no me preocupara,
yo recordaba las largas discusiones de mis padres,
el desesperado llanto de mi madre
y su voz diciéndome:
“nunca confíes en los hombres”.

Comprendiste mi dolor
y con infinita ternura
cubriste mi cuerpo con tu cuerpo,
tienes que abrir las piernas, murmuraste,
y yo me sentí torpe y desolada.