Poesía de México
Poemas de Manuel Maples Arce
Manuel Maples Arce, nacido el 1 de mayo de 1900 en Papantla, Veracruz, es una figura emblemática del vanguardismo literario latinoamericano del siglo XX. Poeta, abogado, diplomático y escritor, Maples Arce es conocido por fundar el movimiento Estridentista, que rompió con las convenciones artísticas de su tiempo.
La infancia de Maples Arce transcurrió en el puerto de Tuxpan, donde su padre trabajaba como juez. Fue aquí donde entró en contacto con las primeras chispas de la renovación industrial y tecnológica que influirían en su obra poética. En 1914, se trasladó a Xalapa para continuar su educación, viviendo de cerca los tumultuosos eventos de la Revolución Mexicana.
En 1920, publicó su primer libro, “Rag: Tintas de abanico“, una colección de narraciones en prosa que reflejan la estética decadente del modernismo. Sin embargo, fue en 1921 cuando realmente sacudió el panorama literario con su “Comprimido Estridentista“, un manifiesto publicado en la hoja volante Actual, donde arremetió contra el arte académico y llamó a los jóvenes artistas a unirse a la vanguardia.
Su primer poemario, “Andamios Interiores: Poemas radiográficos” (1922), consolidó su posición como líder del Estridentismo. Durante este periodo, Maples Arce se rodeó de otros artistas vanguardistas como Fermín Revueltas, Arqueles Vela y Germán List Arzubide, quienes junto a él conformaron el núcleo del movimiento. Publicaciones como la revista “Irradiador” y su segundo libro, “Urbe: Superpoema bolchevique en cinco cantos” (1924), destacaron por su estilo innovador y su compromiso con las causas sociales.
En 1925, tras completar sus estudios de derecho, regresó a Xalapa, donde desempeñó diversos cargos en el gobierno estatal gracias a su amistad con el gobernador Heriberto Jara. Allí, impulsó la revista “Horizonte“, que se convirtió en un vehículo fundamental para la difusión del Estridentismo.
Su carrera diplomática comenzó en 1935 y lo llevó a representar a México en países como Panamá, Chile, Colombia, Japón, Canadá, Noruega, Líbano y Pakistán. Esta experiencia enriqueció su perspectiva y se reflejó en su obra, que incluye ensayos como “El paisaje en la literatura mexicana” (1944) y “El arte mexicano moderno” (1945).
Maples Arce también fue un destacado antologista, compilando la “Antología de la poesía mexicana moderna” en 1940, un libro esencial para comprender la poesía de vanguardia en México. Su obra abarca diversos géneros, desde la crítica literaria hasta las memorias, destacándose por su estilo incisivo y su compromiso con la renovación artística.
Manuel Maples Arce falleció el 26 de junio de 1981 en Ciudad de México, dejando un legado literario que continúa inspirando a nuevas generaciones de escritores y artistas. Su vida y obra son testimonio de una época de efervescencia cultural y de un espíritu inquebrantable en la búsqueda de nuevas formas de expresión.
Saudade
Estoy solo en el último tramo de la ausencia
y el dolor hace horizonte en mi demencia.
Allá lejos,
el panorama maldito.
¡Yo abandoné la Confederación sonora de su carne!
Sore todo su voz,
hecha pedazos
entre los tubos de la música!
En el jardín interdicto
-azoro unánime-
el auditorio congelado de la luna.
Su recuerdo es sólo una resonancia
entre la arquitectura del insomnio.
¡Dios mío,
tengo las manos llenas de sangre!
Y los aviones,
pájaros de estos climas estéticos,
no escribirán su nombre
en el agua del cielo.
Tras los adioses últimos
Tardes alcanforadas en vidrieras de enfermo,
tras los adioses últimos de las locomotoras,
y en las palpitaciones cardíacas del pañuelo
hay un desgarramiento de frases espasmódicas.
El ascensor eléctrico y un piano intermitente
complican el sistema de la casa de ‘apartmentes’,
y en el grito morado de los últimos trenes
intuyo la distancia.
A espaldas de la ausencia se demuda el telégrafo.
Despachos emotivos desangran mi interior.
Sugerencia, L-10 y recortes de periódicos;
¡oh dolorosa mía
tú estás tan lejos de todo,
y estas horas que caen amarillean la vida!
En el fru-fru inalámbrico del vestido automático
que enreda por la casa su pauta seccional,
incido sobre un éxtasis de sol a las vidrieras,
y la ciudad es una ferretería espectral.
Las canciones domésticas
de cocos a la calle.
(¡Ella era un desmayo de pretigios supremos
y dolencias católicas de perfumes envueltos
a través de mis dedos!)
Accidente de lágrimas. Locomotoras últimas
renegridas a fuerza de gritarnos adiós
y ella en 3 latitudes, ácida de blancura,
derramada en silencio sobre mi corazón.
Prisma
Yo soy un punto muerto en medio de la hora,
equidistante al grito náufrago de una estrella.
Un parque de manubrio se engarrota en la sombra,
y la luna sin cuerda
me oprime en las vidrieras.
Margaritas de oro
deshojadas al viento.
La ciudad insurrecta de anuncios luminosos
flota en los almanaques,
y allá de tarde en tarde,
por la calle planchada se desangra un eléctrico.
El insomnio, lo mismo que una enredadera,
se abraza a los andamios sinoples del telégrafo,
y mientrass que los ruidos descerrajan las puertas,
la noche ha enflaquecido lamiendo su recuerdo.
El silencio amarillo suena sobre mis ojos.
¡Prismal, diáfana mía, para sentirlo todo!
Yo departí sus manos,
pero en aquella hora
gris de las estaciones,
las palabras mojadas se me echaron al cuello,
y una locomotora
sedienta de kilómentros la arrancó de mis brazos.
Hoy suenan sus palabras más heladas que nunca.
¡Y la locura de Edison a manos de la lluvia!
El cielo es un obstáculo para el hotel inverso
refractado en las lunas sombrías de los espejos;
los violines se suben como la champaña,
y mientras las ojeras sondean la madrugada,
el invierno huesoso tirita en los percheros.
Mis nervios se derraman.
La estrella del recuerdo
naufragada en el agua
del silencio.
Tú y yo
coincidimos
en la noche terrible,
meditación temática
deshojada en jardines.
Locomotoras, gritos,
arsenales, teléfrafos.
El amor y la vida
son hoy sindicalistas,
y todo se dilata en círculos concéntricos.
Paroxismo
Camino de otros sueños salimos con la tarde;
una extraña aventura
nos deshojó en la dicha de la carne,
y el corazón fluctúa
entre ella y la desolación del viaje.
En la aglomeración de los andenes
rompieron de pronto los sollozos;
después, toda la noche
debajo de mis sueños,
escucho sus lamentos
y sus ruegos.
El tren es una ráfaga de hierro
que azota el panorama y lo conmueve todo.
Apruo su recuerdo
hasta el fondo
del éxtasis,
y laten en el pecho
los colores lejanos de sus ojos.
Hoy pasaremos junto del otoño
y estarán amarillas las praderas.
¡Me estremezco por ella!
¡Horizontes deshabitados de la ausencia!
Mañana estará todo
nublado de sus lágrimas
y la vida que llega
es débil como un soplo.
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