Poetas

Poesía de Perú

Poemas de Manuel Ascencio Segura

Manuel Ascencio Segura y Cordero, nacido en Lima el 23 de junio de 1805, es un faro de la literatura peruana, símbolo del costumbrismo en los albores de la república. Con su pluma, Segura capturó la esencia de un Perú en transformación, reflejando con agudeza y humor los valores democráticos y populares de una sociedad recién emancipada. Su teatro, junto con el de Felipe Pardo y Aliaga, con quien a menudo polemizó, es el pilar del teatro nacional peruano. En sus obras, Segura utilizó voces y giros populares que resonaron profundamente en el corazón de la nueva sociedad peruana.

Hijo de Juan Segura, un teniente del ejército español, y de la limeña Manuela Cordero, Manuel creció en el barrio criollo de Santa Ana. A los trece años, se enroló en el ejército realista, combatiendo al lado de su padre en la batalla de Ayacucho. Tras la derrota de los realistas, Segura se unió a las filas patriotas y alcanzó el grado de capitán. Su primera comedia, «La Pepa«, escrita entre 1833 y 1834, criticaba la prepotencia militar, aunque no llegó a representarse.

Segura vivió en carne propia las guerras civiles que sacudieron el Perú tras su independencia. Fue seguidor de Felipe Santiago Salaverry y luchó contra la invasión boliviana, sobrevivió a duras penas tras ser prisionero y, tras la derrota de la Confederación Perú-Boliviana, regresó al ejército bajo el mando del general Agustín Gamarra. Finalmente, se retiró en 1842 como teniente coronel, dedicándose luego a la burocracia en el Ministerio de Hacienda.

Durante estos años, Segura también floreció como escritor, colaborando en periódicos como «El Comercio» de Lima y fundando su propio periódico, «La Bolsa«, donde publicó artículos costumbristas y sátiras que capturaron con maestría la vida limeña. Su sátira alcanzó su apogeo con obras como «La Pelimuertada«, en la que atacaba con ingenio a su rival Felipe Pardo.

En el ámbito teatral, Segura fue una figura central. Estrenó obras significativas como «El sargento Canuto» y «Ña Catita«, piezas que reflejaban las tensiones y contradicciones de su tiempo. En 1845, se casó con Josefa Fernández de Viana y se trasladó a Piura, donde continuó su producción literaria.

De regreso a Lima, ya afectado por problemas de salud, Segura dedicó sus últimos años a la literatura y a animadas tertulias literarias. Sus obras, que abarcan desde el drama hasta la sátira y los artículos de costumbres, lo consagraron como el gran cronista de su tiempo. Murió el 18 de octubre de 1871, dejando un legado invaluable en la literatura peruana.

Manuel Ascencio Segura, con su capacidad para capturar la voz del pueblo y su agudo sentido del humor, se erige como una figura fundamental del costumbrismo y el teatro peruano, inmortalizando en sus obras el espíritu de una nación en busca de identidad y democracia.

A LAS MUCHACHAS

Niñas que leyendo aquesto
Mostraran ceñudo el gesto,
Sí, las hay;
Pero que de lo leído
Saquen el fruto debido,
No las hay.
Niñas pulidas y bellas
Como el sol y las estrellas, sí, las hay;
Pero de tal condición
Que no tengan presunción,
No las hay.
Niñas que a los doce abriles
Cuentan las gracias a miles,
Sí, las hay;
Pero que estén sin su mueble,
Aunque en edad tan endeble,
No las hay.
Niñas que a dos, tres y cuatro
Les dicen: yo te idolatro, sí, las hay;
Pero niñas que por esto,
Logren casarse más presto,
No las hay.
Niñas que, en la edad del amor,
A todos muestren rigor,
Sí, las hay;
Mas que de tal entremés
No se arrepientan después,
No las hay.
Niñas solteras de treinta
Y aún de cuarenta y cincuenta,
Sí, las hay;
Que no se quiten los años,
No las hay.
Niñas que a un tonto sonríen
Y de él a solas se ríen,
Sí, las hay;
Mas niñas que por el pronto
No quieran pillar un tonto,
No las hay.