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Luis Landriscina

Poesía

Foto por Laura Chouette en Unsplash

Poemas:

Chaco

Chaco, provincia pujante
en la vida de la Patria,
tierra que antaño fuera
rugir de tigres y hachas,
de gentes que por poblar
morían a punta de lanza,
porque el malón no perdona :
su defensa es la matanza.

Tierra de selvas tupidas
y también de extensas pampas,
de chacras entre los montes,
de mucho tiempo sin agua,
de cañadas y de esteros,
de bichos de toda laya,
de las mangas de langostas
matadoras de esperanzas.

Tierra de surcos rebeldes
que a veces no devolvían
lo que el hombre les prestaba,
de obrajes con jornaleros
que vuelcan su alma en el hacha.
Sus vidas son de los montes,
de las miserias y farras.

Pero al telón de ese Chaco
el tiempo lo va cerrando,
y donde el tigre rugía
hoy hay tractores arando.
Se acabaron los malones,
las tribus se han vuelto mansas,
y están chuceando la tierra
con rejas en vez de lanzas.

Ramillete de indios fuertes
de melancólicas razas,
son también hijos del monte,
simbólicos como el hacha.
Y no es de menos valor
el gringo de tierra extraña
que se metió en nuestros montes
y luchó en pos de sus ansias.
Tuvo que afrontar mil contras,
ahuyentar penas que matan,
y en la lucha por la vida
aprendió a querer mi Patria.

Ese puñado de cosas,
más voluntad y esperanza,
fueron levantando el Chaco
al nivel de sus hermanas.
Hoy sigue golpeando el hacha
y la reja no descansa.
Por eso los pueblos brotan
como por arte de magia,
los caminos se hacen anchos,
se va agrandando la Patria,
y el algodón de las chacras
va curando las heridas
de los quebrachos que sangran.

Chaco, provincia querida
que al progreso se encamina,
hoy, hoy abraza a sus hermanas
de esta mi tierra argentina.

Y pensé en voz alta…

¿Por qué será que de niño
Mientras te veía tejer,
No pensé que tus agujas
Iban tejiendo vejez?

¿Por qué será que de niño
Nunca me puse a pensar
Que cambiaba tus caricias
Tal vez por irme a jugar?

¿Por qué será que hace falta
Llegar a hombre y pensar,
Para añorar como niño
Lo que has dejado pasar?

Quiero encontrar tu regazo,
Jugar contigo esta vez,
guardar besos en tu pelo
mientras te miro tejer.

Quiero enredarme en tus lanas
Y que vuelvas a correr
Por castigar travesuras
Que te he quedado a deber.

Quiero gritar que ya hombre
Me siento niño otra vez,
Para cantar como hombre
Lo que de niño olvidé.

Y alzo mi canto por todos
Los que han dejado pasar
Lo hermoso de tu existencia
Tal vez por irse a jugar.

Maestra de campo

Por la pereza del tiempo
el otoño estaba tibio,
ya que en el Chaco, el verano
es como dueño del sitio.
Y a veces demora en irse
sin importarle el destino.
Por eso es que aquella tarde
cuando bajó en la estación
del lerdo tren en que vino
su cuerpito era una brasa
por nuestro clima encendido.
Y se quedó en el andén
como asustada y con frío
por ser mucha juventud
pa´terreno tan arisco.
A más mujer, buenamoza
y en pago desconocido.
Y allí se quedó parada
en vago mirar perdido por,
por querer disimular
su temor a estar tan sola
y sin saber el camino.
Pero al momento nomás,
las toscas manos de un gringo,
callosas de tanto arar
y de pelearlo al destino
se acercaron bondadosas
y con ternura de niño
le dieron la bienvenida
en nombre de la escuelita
que hace mucho la esperaba
triste en el medio del monte
pa que alegrara a sus hijos.
Subieron al viejo carro
de aquel colono sufrido, y
y comenzaron a andar
entre una nube del polvo
por el reseco camino.
Cuando llegaron al rancho
la noche ya había encendido
sus farolitos del cielo
y el canto triste del grillo,
y fue por eso tal vez
que entre las cuatro paredes
de aquel su humilde cuartito
una angustiosa tristeza
entraba a clavar cuchillos
como queriendo matar
esa noble vocación
que en su pecho había nacido.
Pero llegó la mañana
y el sol con todo su brillo
desdibujó las tinieblas
que habían querido torcer
las huellas de su destino.
Y aunque llorando por dentro
masticando soledad
en aquel lejano sitio
puso firmeza en el paso
y fue a buscar el amor
de aquel puñado de niños
que hace mucho la esperaba
en la escuelita de campo
clavada en pampa del indio.
Y desde entonces su vida
se hizo horcón de guayacán
se hizo paredes de adobe
se hizo terrón para el quincho
y armó con todos sus años
aquel rancho para el alma
con un letrero invisible
que decía en letras de amor
“Aquí hay saber y cariño”.
Y fueron 30 los años
y fueron muchos los niños
que luego se hicieron hombres
y mandaron a sus hijos.
Ella, ella no pudo tenerlos
porque la flor de su vida
se marchitó entre los montes
y nunca llegó el amor
a golpear en la ventana
de su rancho de cariño.
La escuela, la escuela
le había pedido
hasta ese sacrificio
que se quedase soltera
porque precisaba intacto
todo el amor que tuviera
para entregarlo a los chicos.
Y en eso, en eso de darlo todo,
un tibio día recibió
en una nota oficial
algo que la estremeció:
después de mucho esperar
el concejo le anunciaba
que había sido jubilada
en premio por su labor.
¿Era premio o era castigo?
Mil veces se preguntó.
No se vaya señorita,
quédese a vivir aquí,
si nosotros la queremos
por qué se tiene que ir.
Esas voces y unas manos
que se agitaban sin ruido
fueron únicos testigos
de aquella amarga partida.
Ella entraba en el olvido
allí dejaba sus años
allí dejaba su vida.
La polvareda del sulky
y manitos color tierra
fueron su único homenaje
en aquella despedida.
¡Adiós señorita Rosa!
¡Adiós maestra de campo!
En usted a todos les canto
los maestros de mi tierra
no sé si mi estrofa encierra
y expresa lo que yo siento,
pero tan solo pretendo
oponer a tanto olvido
mi simple agradecimiento,
ya que la Patria les debe
el más grande y merecido
de todos los monumentos.

Biografía:

Luis Landriscina (Colonia Baranda, Chaco; 19 de diciembre de 1935), es un humorista, actor y cuentista argentino famoso por su estilo narrativo y su humor basado en los usos y costumbres regionales del país y el Río de la Plata. Incursionó en cine, teatro, televisión y radio. Multifacético, también incursionó en otra de sus pasiones: el automovilismo y los viajes.

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