Poesía de México
Poemas de Luis Ignacio Helguera
Luis Ignacio Helguera Lizalde (Ciudad de México, 8 de septiembre de 1962, 11 de mayo de 2003) fue un poeta, narrador, ensayista, crítico musical y ajedrecista mexicano. Nació en la Ciudad de México el 8 de septiembre de 1962; murió el 11 de mayo de 2003. Poeta, narrador y ensayista. Estudió Filosofía en la ffyl de la unam. Fue jefe de redacción de Pauta; miembro del consejo editorial de Letras Libres. Colaborador de El Nacional, El Semanario Cultural, La Gaceta del fce, La Galera, Letras Libres, Pauta, y Vuelta. Becario del fonca, 1991.
Peón
Nada.
Mover un peón sobre el tablero
nada más.
Peón cuatro dama.
Contra nadie.
Contra el hastío.
Contra la incertidumbre.
Contra la zozobra.
Contra el infinito.
Contra la nada.
Zugzwang
Las blancas están en zugzwang:
no les queda sino mover el rey
de un cuadro a otro
esperando maniobras terribles
contra su enroque sitiado:
mosca pataleando en la telaraña.
También yo estoy en zugzwang:
no me queda sino moverme
de un cuarto a otro
esperando malas noticias
inevitables
como la caída lenta de la noche.
¡ALCOHOL DEL 96!
Extraña, misteriosa, perturbadora incluso, es la vida
propuse, antes de subir a tribuna
hablar del síndrome de abstinencia
subí a tribuna y bajé de tribuna
con síndrome de abstinencia
me fui de bruces como si estuviera borracho
me hicieron torta Jorge y Lalo
me echaron agua en la cara y el pelo
la sesión seguía
yo no, ya no
me llevaron al salón aledaño y me recostaron en dos sillas
me quejaba de estertores alucinantes, dicen
la cara se me puso morada, negra
mulato azotado por el diablo encabronado del alcohol.
“Ya se nos peló”, dijo Carlos.
Una morena hermosa AA, vestida de negro, que estaba casualmente de
visita en el grupo, pidió alcohol del 96.
“Alcohol, alcohol”, gritaron los alcohólicos
locos por todo el edificiio.
Mi ángel de la guarda hizo un cucurucho con una página del Playboy de Lalo
regó mi ombligo de alcohol
volví en mí y atisbé la sonrisa
de la hermosa morena vestida de negro
no volví a verla, pero no se desdibuja en mi memoria quebrada
su sonrisa de Mona Lisa
afuera pasaban raudos los coches.
Extraña, misteriosa, perturbadora incluso, es la vida.
Intermezzo núm. 2, en si bemol, op. 117, de Brahms
A mi padre, Luis Ignacio Helguera Soiné
Sólo ahora, a los cuarenta años
comprendo por qué me recostaba en el sofá de la sala cada noche
cuando estudiabas ese Intermezzo de Brahms
porque expresaba tu carácter y tu fuerza y tu nobleza, que aprendí mal
y la caída de las hojas verdes y luego rojas, en los jardines que tuvimos
el luto otoñal de todo
y recuerdo cómo oyendo la radio estacionaste el coche en una calle
entre automóviles furiosos
para ponerte a llorar sobre el volante
disculpándote conmigo con el pañuelo en la cara
porque era un Nocturno de Chopin que tocaba tu madre
y recuerdo cómo me cargabas semidormido hasta mi cama
al terminar el Intermezzo de Brahms, cada noche
y tu carácter y tu fuerza y tu nobleza, que aprendí mal.
Postal de Brahms
Para Carlos Helguera
Esta vecina de mis padres en Chicago
ensaya todas las tardes el Andante un poco adagio de la Primera sonata para viola de Brahms
mientras piso las hojas rojas y anaranjadas de la Campbell Avenue
¿Por qué le obsesiona ese movimiento como a mí?
(porque no lo estudia: le obsesiona)
¿por qué pasan estas cosas, tío?
No toca nada mal la viola, aunque se atora en un pasaje difícil, como yo en la vida
Quisiera tocar el timbre de su departamento
hablar con ella de Brahms, de esa serenidad sublime
y admirar la belleza de su viola y su cabellera
y la expresividad de sus brazos y sus ojos
mientras me otrece un café o una copa
y hablamos del poder evocativo y las meditaciones otoñales brahmsianas
y del estatismo armónico extraño y sublime
en que flota un clarinete de pronto solista sobre el piano en el tercer movimiento
del Segundo concierto para piano y orquesta
y la invito a cenar en Belmont
¿Pero qué tal si es una güereja desabrida o una anciana decrépita
o un maricón pelirrojo o un gordo devorador de hamburguesas?
Sólo quedaría sellar una brahmsiana amistad y largarme
¿Por qué pasan estas cosas en la vida, tío?
¿Por qué se pregunta uno por qué, si la vida toda es naturalmente azarosa e indescifrable?
Hace años que me obsesiona la dulzura de este Andante
Brahms deshojaba lentamente en el pentagrama los árboles más bellos
Me invade la melancolía, pero no tengo el valor de tocar el timbre
Tal vez esa mujer espera a un brahmsiano que toque su timbre
Tal vez esa mujer sea tan solitaria y triste como yo
Tal vez esa mujer y yo podríamos amarnos, apadrinados por las barbas de Brahms
Tal vez sea la mujer de mi vida y me separan de ella la cordura y la cobardía y un timbre
Después de todo, la melancolía de los acordes
ambienta bien mi soledad
Me quedo con la belleza pura de la música
silbo la melodía y piso las hojas rojas y anaranjadas de la Campbell Avenue
y regreso con mis padres
Qué triste y hermoso y brahmsiano es el otoño en Chicago
Fábula I
El sapo y la rana se mostraban una noche lluviosa sus versos. Entre celebraciones, descubrieron de pronto, con asombro extraordinario, que habían escrito un poema -“Loa al charco”- idéntico, literal.
Pero en lugar de disputarse los derechos de autor del caso apoyándose en recuentos de circunstancias y argumentos diversos, y como eran animales irracionales, quedaron de acuerdo, con un unísono eructo, en que lo esencial era divulgarlo, y lo proclamaron anónimo.
Fábula II
Un gato se trepó al tejado y se puso a escribirle un poema a su amada. Jugando con los hilos de estambre de la luna, enarbolaba versos hábilmente: “Fatal lejanía…/ cuántas azoteas de por medio…” De pronto, sonó a sus espaldas un maullido sensual. Volteando atrás, el poeta vio a su novia, a su musa, y, recobrándose del sobresalto, le dijo, ya muy tranquilo, aunque molesto: “Vete, luego nos vemos. Me has interrumpido.”
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