Poetas

Poesía de España

Poemas de Luis Barahona de Soto

Luis Barahona de Soto (Lucena, 1548 – Archidona, 5 de noviembre de 1595), poeta español de la segunda fase del Renacimiento.

Soneto del licenciado Joan de Faría, abogado y relator en la Real Chancillería de Granada.

El cofre de oro fino y margaritas,
con mil preciosas piedras esmaltado,
que al persa rey por guerras fue ganado
del macedón, con muertes infinitas,

gran Duque, que sus glorias resucitas
y en ánimo te le has aventajado,
para las altas obras fue guardado
que el singular Homero dejó escritas.

Otro más rico es bien que se procure
para éstas del gran Soto, si se mira
el don cual es y a qué señor se ofrece,

porque tan docto estilo en honra dure
de España, de quien Grecia ya se admira,
y el príncipe que tanto honor merece.

Soneto de don Manuel de Benavides, señor de Javalquinto y Estivel y mayorazgo de Almanzora.

Bellas redes de amor, madejas de oro,
sartas de aljófar, púrpura, ámbar, nieve,
del celebrado rostro, a quien se debe
la singular belleza de Medoro,

rendíos al santo y venerable coro,
del rojo Apolo y las hermanas nueve,
que es bien que el mundo y su riqueza apruebe
lo que da el cielo por mayor tesoro.

Y así como linaje y fortaleza
pospuso a la caduca hermosura,
la antigua reina del Catay señora,

posponga y rinda la mortal belleza
al vivo ingenio y ciencia eterna y pura,
y venza al fuerte y bello el sabio agora.

Soneto de Pedro de Cáceres de Espinosa

Sacad a luz de la tiniebla oscura
del Orco, a vuestra Angélica elegante,
cual su Eurídice tierno tracio amante,
aunque con más consejo y más cordura.

Bien pudo ser igual su hermosura,
y mucho el Orco al Orco semejante,
y que uno en Ebro y otro en Ebro cante,
mas grande es la distancia en la ventura.

Que aquella volvió el rostro inadvertida
a la prisión antigua, y no ha alcanzado
volverla el muerto Orfeo al ser perdido;

mas ésta, ya a la luz del sol salida
merced del canto de otro no igualado,
jamás verá la muerte ni el olvido.

Soneto de Joan de Sosa, a los lectores

Albricias los que tanto deseastes
ver la que viva tantos desearon,
pues si en aquello tanto trabajaron
en esto lo posible trabajastes.

Y aun pienso que en deseo les pasastes,
que no sé si en deseos os pasaron,
y al fin no se podrá decir que la gozaron
cual se podrá decir que la gozastes.

Gracias a nuestro insigne Barahona,
por quien está ya más enriquecida
Angélica, que no con su Medoro;

que si ella le dió aquél mortal corona,
dest’otro la recibe, y gloria, y vida,
que es más que Imperio, y que belleza, y oro.

Soneto del licenciado Joan de Faría, abogado y relator en la Audiencia de Granada

Dichosa edad que aquel siglo dorado
aventaja el febeo movimiento,
y en cuanto ha rodeado el firmamento
en nuestra España el fruto ha mejorado.

Con un Apolo nuevo, enamorado
de Dafne no, de Angélica contento,
sus lágrimas cantando y su lamento,
del árbol que ellas riegan laureado.

Parnaso y Citerón con nuevas flores,
adornan frente y sien del nuevo Apolo
por mano de sus musas, confesando,

se mueren por Angélica de amores,
después que está sus lágrimas cantando
nuestro español ibero, Soto solo.

Soneto de Gregorio López de Benavente

La fama que mil ojos trae contino,
y el tiempo cuyo vuelo no reposa,
perdieron curso, y vista, y pluma honrosa,
en una enfermedad que a ambos les vino.

A remediarse fueron al divino
Apolo, el cual con lengua generosa
les dijo: Medicina más preciosa
sin advertir se os queda en el camino.

Decilde a Soto que el licor suave
que por Medoro Angélica vertía
él mismo os administre, y seréis sanos.

Hiciéronlo, y él hizo lo que sabe,
y cada cual cobró más gallardía,
más ojos, plumas, lenguas, curso y manos.

El cofre de oro fino y margaritas

El cofre de oro fino y margaritas,
con mil preciosas piedras esmaltado,
que al persa rey por guerras fue ganado
del macedón, con muertes infinitas,

gran Duque, que sus glorias resucitas
y en ánimo te le has aventajado,
para las altas obras fue guardado
que el singular Homero dejó escritas.

Otro más rico es bien que se procure
para éstas del gran Soto, si se mira
el don cual es y a qué señor se ofrece,

porque tan docto estilo en honra dure
de España, de quien Grecia ya se admira,
y el príncipe que tanto honor merece.

A quién me quejaré de mi enemiga

¿A quién me quejaré de mi enemiga?
¿Al tiempo? No es razón, que me ha burlado.
¿Al cielo? No es juez de mi cuidado.
Ni al fuego, pues el fuego me castiga.

¿Al viento? Ya no escucha mi fatiga,
que está en mis esperanzas ocupado.
¿A Amor? Es mi enemigo declarado
y en condenarme piensa que me obliga.

Ya, pues ninguno de mi parte siento,
Filis ingrata, a ti de ti me quejo;
juzguen tus ojos, reos y testigos.

Y el tiempo, el cielo, el fuego, Amor y el viento
lloren mi muerte, pues mi causa dejo
en manos de mis propios enemigos.