Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Luis Amado-Blanco

Luis Amado-Blanco. Nace el 4 de abril de 1903 en Asturias, España. A los pocos meses de su nacimiento se traslada, junto con su familia a Avilés.

Siguiendo las indicaciones de su padre, en 1916, comienza estudios de peritaje industrial en la Academia de la Inmaculada, pero la muerte de este, acaecida en 1917 cambia sus planes y acaba titulándose como odontólogo en Madrid, en 1929.

En 1934 es enviado a Cuba, donde tenía vínculos familiares, como corresponsal del Heraldo de Madrid, para cubrir los acontecimientos en la isla tras la caída del régimen de Gerardo Machado.

De regreso a España le sorprende el alzamiento del general Franco veraneando en Soto del Barco, en casa de la familia de su esposa Isabel Fernández, con la que había contraído matrimonio en 1930.

La Familia decide salir de Asturias a través de Santander y pasando por Francia dirigirse a Cuba. El 3 de octubre de 1936 llega a Cuba donde contacta con las instituciones españolas pro-republicanas llegando a presidir la sección de cultura de Izquierda Republicana y participando en las actividades del Circulo Republicano Español. Colabora también con varias revistas y publicaciones, entre ellas la revista Nuestra España dirigida por Álvaro de Albornoz. Tras revalidar en la Universidad de la Habana su título de Odontología, vuelve a ejercer su profesión.

En 1950 preside la Agrupación de Redactores Teatrales y Cinematógrafos. Tras el triunfo de la revolución cubana, en 1959, fue jefe del Departamento de Teatro, Música y Ballet cargo que compaginó con tareas docentes como profesor de Lengua Española y Literatura.

En 1961 se traslada a Portugal donde ocupa el cargo de embajador durante seis meses y un año más tarde es nombrado embajador, con carácter simultáneo ante la UNESCO y la Santa Sede. En este último cargo, de embajador en Roma, permanecerá hasta  su muerte en 1975.

Asturias:

Tierra verde, manchada por la minas
y endulzada de orbayo, donde todo
se desvanece en gris lejanía …
Cumbres de nieve y sol, cansados valles,
puertos y playas de una mar bravía.
¡Aunque no quiera, tiene que sonar
un poco a gaita el ritmo de mi lira!

El romance de la niña de Covadonga

La hija de la lavandera
lavaba de noche y día;
alboreando, pañales
teñidos de purpurina,
y en los ocasos, enaguas
muy sucias de luna fría.

-También lavaba luceros
Con el jabón de su risa.-

Poema desesperado

a la muerte de Federico García Lorca

El frío de los robles
está cuajado en ruda primavera

¡Federico García Lorca, quién te viera!

¡Quien te viera! ¡Quien te viera!
-¡Ay, amor! ¡Ay, alegría!-
Tu luto vengo llorando
¡Ay, Federico García!

Moreno de sal y escama
voz de trueno en lejanía.
¿Quién te llevó? ¿Quién te trajo?
¿Quién te dio la mano fría
para tu mano caliente
de senos y de sonrisas?

¡Ay! ¿Quién te robó el lucero
que en tu corazón lucía?

Rencor de sepulturero,
señoritos de rapiña
sin romances en el pecho,
sin fuentes ni siemprevivas,
una noche te mataron
con el puñal de la envidia.

Claustro

Todo giraba en derredor del vértigo:
la vaca triste de campana fina,
la silla patriarcal de bendiciones
y el noble carro del esfuerzo lleno.
El caballo, la niña, los ancianos,
la torre y su veleta, aquel retrato
que miraba mi infancia y nuestra dicha;
el pino familiar,
la casa gris, que al borde de la espera
sus ocasos de humo desleía.

Todo, madre, mi madre,
todo era lodo y maldición en alto,
mientras los hombres, con la bocas secas,
rugían imprecando la desgracia.