Poemas:
Nieve de primavera
Mira el cielo nocturno:
en mí poseo dos personas, dos clases de poder.
Estoy aquí contigo, en la ventana,
observando tu reacción. Ayer
la luna se alzó sobre la tierra mojada del jardín.
Hoy la tierra brilla igual que la luna,
como materia muerta, encostrada de luz.
Ahora puedes ya cerrar los ojos.
He escuchado tus llantos, también
los llantos anteriores a los tuyos,
y he sido sensible a sus demandas.
Te mostré lo que querías:
no la convicción sino el sometimiento
a la autoridad, que descansa en la violencia.
Amor bajo la luz de la luna
A veces un hombre o una mujer imponen su desesperación
a otra persona, a eso lo llaman
alternativamente desnudar el corazón, o desnudar el alma.
(Lo que significa que para entonces adquirieron una.)
Afuera, la tarde de verano, todo un mundo
arrojado a la luna: grupos de formas plateadas
que podrían ser árboles o edificios, el angosto jardín
donde el gato se esconde para revolcarse en el polvo,
la rosa, la coreopsis y, en la oscuridad, la cúpula dorada del capitolio
transformada en aleación de luz de luna,
forma sin detalle, el mito, el arquetipo, el alma
llena de ese fuego que en realidad es luz de luna,
tomada de otra fuente, y brilla
unos instantes, como brilla la luna: piedra o no,
la luna sigue estando más que viva.
El iris salvaje
Al final del sufrimiento
me esperaba una puerta.
Escúchame bien: lo que llamas muerte
lo recuerdo.
Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.
Y luego nada. El débil sol
temblando sobre la seca superficie.
Terrible sobrevivir
como conciencia,
sepultada en tierra oscura.
Luego todo se acaba: aquello que temías,
ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos.
Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar: lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:
del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celeste aguamarina.
El espino
Al lado tuyo, pero no
de tu mano: así te miro
andar por el jardín
de verano: las cosas
que no pueden moverse
aprenden a mirar. No necesito
perseguirte a través
del jardín; en cualquier parte
los humanos dejan
señal de lo que sienten, flores
esparcidas en el polvo del camino, todas
blancas y doradas, algunas
levemente alzadas
por el viento de la tarde. No necesito
seguirte adonde estás ahora,
hundido en la ponzoña de este campo, para
saber la causa de tu huida, de tu humana
pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa
dejarías caer todo aquello
que has acumulado?
Escila
No yo, tonta, no yo sino nosotras, nosotras: olas
azules y celestes como
una crítica al cielo: ¿por qué
atesoras tu voz
si ser algo es lo que sigue
a no ser nada?
¿por qué alzas los ojos?, ¿para oír
algo así como un eco de la voz
de dios? Sois todos iguales:
solitarios, de pie sobre nosotras, planificando
vuestras vidas absurdas; vais
donde se os manda, como todas las cosas,
donde el viento os plante, unos y otros
mirando siempre
hacia abajo, viendo alguna imagen
del agua y escuchando qué: olas,
y sobre las olas, pájaros cantando.
Lamium
Así se vive cuando tienes un corazón helado.
Como yo: entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría,
bajo las copas inmensas de los arces.
El sol apenas me alcanza.
A veces, al comenzar la primavera, lo veo elevarse a lo lejos.
Luego crecen las hojas sobre él, hasta cubrirlo todo.
Siento su brillo entre las hojas, vacilante,
como quien golpea un vaso con una cuchara de metal.
No todos necesitan de la luz
en igual medida. Algunos
creamos nuestra propia luz: una hoja plateada
como un sendero que nadie puede recorrer, un lago de plata
poco profundo bajo la oscuridad de los arces.
Pero esto ya lo sabes.
Tú y aquellos que piensan
que viven por la verdad, y en consecuencia,
aman todo lo que es frío.
Malahierba
Algo
llega al mundo sin ser bienvenido
y llama al desorden, al desorden.
Si tanto me odias
no te molestes en buscar
un nombre para mí: ¿necesitas
acaso un desdoro más
en tu lenguaje, otra
manera de culpar
a la tribu por todo?
Ambos lo sabemos,
si adoras a un dios, necesitas
sólo un enemigo.
Yo no soy el enemigo.
Sólo soy una treta para ignorar
lo que ves que sucede
aquí mismo en esta cama,
un pequeño paradigma
del fracaso. Una de tus preciosas flores
muere aquí casi a diario
y no podrás descansar
hasta enfrentarte a la causa, es decir,
a todo lo que queda,
a todo aquello que es más fuerte
que tu pasión personal.
No estaba escrito
permanecer para siempre en este mundo.
Pero por qué admitirlo, si puedes seguir
haciendo lo de siempre,
lamentándote y culpando,
las dos cosas a la vez.
No necesito que me alabes
para sobrevivir. Llegué aquí primero,
antes que tú, antes
de que sembraras un jardín.
y estaré aquí cuando el sol y la luna
se hayan ido, y el mar, y el campo extenso.
Y yo conformaré el campo.
Biografía:
Louise Elisabeth Glück, poeta visionaria, nació en la efervescente Nueva York el 22 de abril de 1943 y cerró los ojos al mundo en Cambridge el 13 de octubre de 2023. Su pluma, galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 2020, tejió versos que resonaron en la esencia misma de la existencia. La duodécima poeta laureada de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, su obra se convirtió en un faro poético que iluminó las complejidades de la vida.
Proveniente de una familia judía, Louise creció entre los susurros poéticos de Long Island. Su viaje literario comenzó en la George W. Hewlett High School y floreció en el Sarah Lawrence College y la Universidad de Columbia. En 1993, la corona de laureles Pulitzer reposó sobre su obra “El iris salvaje“, un destello de su maestría en la danza de las palabras.
Más allá de las letras, Glück se convirtió en maestra, compartiendo su sabiduría en el Williams College y la Universidad de Yale. Sus versos, como el vino añejo, ganaron profundidad con cada entrega. Once libros de poesía, desde “Averno” hasta “The Seven Ages“, revelan su habilidad para teñir la realidad con tintes poéticos. Sus ensayos, recopilados en “Proofs and Theories“, ganaron el prestigioso premio Martha Albrand del PEN Club Internacional.
La lluvia de premios no cesó; el National Book Critics Circle Award, el Premio Bollingen Prize de la Universidad de Yale y la distinción de Poeta Laureada Consultora de la Biblioteca del Congreso adornaron su carrera. Pero fue en 2020 cuando la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura, un reconocimiento merecido por su “característica voz poética, que con su austera belleza hace universal la existencia individual“.
Louise Glück, la tejedora de sueños con palabras, partió, pero su legado literario, inmortalizado en volúmenes como “Faithful and Virtuous Night“, sigue susurrando a las almas inquietas. Su poesía, un regalo atemporal, es un faro en la oscuridad, recordándonos que incluso en el silencio, las palabras de Glück siguen danzando en el viento de la eternidad.