Poesía de Uruguay
Poemas de Líber Falco
Líber Falco, nacido el 4 de octubre de 1906 en el barrio Jacinto Vera de Montevideo, es una de las voces más genuinas y conmovedoras de la poesía uruguaya. Hijo de un peón de panadería, su vida sencilla y humilde lo conectó profundamente con el mundo cotidiano, un universo que plasmaría con sensibilidad única en sus versos. Sus primeros poemas, escritos a los dieciséis años, ya anunciaban a un creador que encontraría en la sencillez del lenguaje la llave para abrir las puertas de lo trascendental.
A lo largo de su vida, Falco desempeñó diversos oficios: fue empleado de imprenta, peluquero, vendedor de pan y corrector de pruebas. Su capacidad de observar el mundo con ojos líricos lo acompañó en cada una de estas experiencias, transformando lo ordinario en materia poética. Contrajo matrimonio a los 29 años, pero no tuvo hijos, dedicándose en cambio a una paternidad espiritual que se extiende a través de su obra y de los artistas que ha influido.
Falco fue un lector apasionado, admirador de Dostoyevski, Tolstói y Romain Rolland, así como de poetas como César Vallejo, cuya última etapa marcó profundamente su sensibilidad. Perteneció a la llamada “Generación del Centenario”, junto a figuras como Emilio Oribe, Carlos Sabat Ercasty y Paco Espínola, quienes, como él, buscaron una expresión literaria que resonara con el Uruguay de su tiempo.
Su labor literaria despegó en 1937, cuando asumió la dirección de la revista Banderín, que solo llegó a publicar cinco números. Más tarde, colaboró en otras publicaciones, como la revista Asir, que se convertiría en un espacio clave para su desarrollo y el reconocimiento de su obra. Sus libros Cometas sobre los muros (1940), Equis andacalles (1942) y Días y noches (1946) son testimonio de su búsqueda constante de un lenguaje poético que abrazara lo cotidiano con profundidad filosófica.
El libro Tiempo y tiempo, inconcluso al momento de su fallecimiento el 10 de noviembre de 1955, fue publicado póstumamente por sus amigos de la revista Asir. Este gesto solidario es fiel reflejo de la comunidad literaria que Falco cultivó a lo largo de su vida. Su obra, de raíz popular y profundamente humana, ha trascendido generaciones, inspirando a músicos como Eduardo Darnauchans, Jorge Lazaroff y Daniel Viglietti, quienes convirtieron sus versos en canciones memorables.
Líber Falco no solo capturó la esencia de su tiempo, sino que legó una poesía que sigue dialogando con las inquietudes del presente. En sus palabras resuena una verdad simple y universal: la belleza habita incluso en los rincones más humildes de la existencia.
Extraña compañía
A Arturo Sergio Visca
Porque estoy solo a veces,
porque sin Dios estoy, sin nada,
ella viene y muestra su rostro y ríe
con su risa helada.
Viene, golpea en mis rodillas,
huye la tierra entonces
y todo acaba sin memoria, y nada.
Sin embargo, con ella a mi costado
yo amé la vida, las cosas todas;
lo que viene y lo que va.
Yo amé las calles donde,
ebrio como un marino,
secretamente fui de su brazo.
Y a cada instante, siempre, en cada instante
con ella a mi costado,
del mundo todo, de mis hermanos
lejano y triste me despedía.
Mas tocaba a veces la luz del día.
Con ella a mi costado,
ebrio de tantas cosas que el amor nombraba,
como a una fruta
tocaba a veces la luz del día.
Y era de noche a veces y estaba solo,
con ella y solo;
pero la muerte calla
cuando el amor la ciñe a su costado.
Oh triste, o dulce tiempo cuando acaso
velaba Dios desde muy lejos.
Mas hoy ha de venir y ha de encontrarme solo,
ya para siempre desasido y solo.
Despedida
A mis compañeros y compañeras de Corrección
y Talleres del diario Acción
La vida es como un trompo, compañeros.
La vida gira como todo gira,
y tiene colores como los del cielo.
La vida es un juguete, compañeros.
A trabajar jugamos muchos años,
a estar tristes o alegres, mucho tiempo.
La vida es lo poco y lo mucho que tenemos;
la moneda del pobre, compañeros.
A gastarla jugamos muchos años
entre risas, trabajos y canciones.
Así vivimos días y compartimos noches.
Mas, se acerca el invierno que esperó tantos años.
Cuando el sol se levanta despertando la vida
y penetra humedades y delirios nocturnos,
¡cómo quisiera, de nuevo, estar junto a vosotros
con mi antigua moneda brillando entre las manos!
Mas, se acerca el invierno que esperó tantos años.
Adiós, adiós, adiós, os saluda un hermano
que gastó su moneda de un tiempo ya pasado.
Adiós, ya se acerca el invierno que esperó tantos
años.
Lo que fue
Vienes por un camino
que mi memoria sabe,
y me detengo entonces
indagándote el rostro.
Mas ¡ah!, ya no es posible
siquiera, no es posible
detenerte un instante.
Todo está muerto, y muerto
el tiempo en que ha vivido.
Yo mismo temo, a veces,
que nada haya existido;
que mi memoria mienta,
que cada vez y siempre
–puesto que yo he cambiado–
cambie, lo que he perdido.
Luna
Tan perfecta y blanca.
¡Tan alta!
Tan lejana y blanca.
Lejos de la muerte,
y de la vida lejos.
Lejos de los llantos.
De las risas, lejos.
¡Tanto!
No sabe esta luna
cómo todo es triste.
Cómo es bello el mundo
y la misma muerte acaso,
acaso, es volver sin irse.
Sola arriba, sola.
Tan perfecta y blanca.
¡Tan alta!
¡Tan lejos de todo!
Nada arriba, nada.
Ella sola y nada.
Ahora
Dame tu mano y vamos
entre la tarde, tristes,
a recordar los días
que se fueron.
Aquella mi pobre casa
donde en dura pobreza
debimos la dulzura,
aquélla ya no existe.
Eras alegre entonces
y a veces eras triste.
Mas, dame tu mano ahora,
oh, amor, dame tu mano y vamos
a recordar siquiera,
lo que ya no existe.
Apunte
Cantan allá abajo.
Unos muchachos cantan
mientras la Luna arriba,
como una blanca flor nocturna
derrama su esplendor sobre la Tierra.
Cantan allá abajo
y el canto sube.
Entre la noche sube
como un rezo.
Juventud
Era alegre la tarde
y alegre era la risa.
Todo era alegre y bueno
y arriba estaba el cielo.
Oscuro a veces, pálido a veces,
ausente a veces, estaba el cielo.
Mas era azul y blanco y bueno.
Y era el cielo.
La moneda
Mira cómo los niños,
en un aire y tiempo de otro tiempo,
ríen.
Cómo en su inocencia,
la Tierra es inocente
y es inocente el hombre.
Míralos cómo al descubrir la muerte
mueren, y ya definitivamente
ya sus ojos y dientes
comienzan a crecer junto a las horas
Deja que ellos guarden sin saberlo,
el secreto último de su inocencia
nuestro último sueño, ya olvidado.
Cuando todo termine,
deja que un niño lleve
nuestra única y última
moneda.
Regreso
A Mario Arregui
Allí golpea lejos sobre el mar la lluvia.
Desde siempre y siempre.
Desde quién sabe qué oscuro designio,
allí golpea y golpea la lluvia sobre el mar.
¡Oh! inmemorial paisaje.
Monstruo paciente y solitario,
mar amargo, agua última
donde un hombre y su miedo
huyen, beben y vuelven
en secreto y solos.
Cuando de allí se vuelve
nada alcanza en la Tierra y todo es triste.
Sin embargo, con urgencias de ahogado
uno pregunta y llama, y otros nos oyen;
porque es preciso juntos, enterrar la muerte.
Y aunque llueve también sobre la Tierra
y sobre los campos y ciudades llueve,
lejos quedó lo que no tiene nombre
y alguien con visceral memoria
se rescata y vive.
Entonces, sí, qué alegría, sentir que estamos vivos,
ir por las calles con cantos de borracho
y sobre tantas cosas inefables y tristes,
poder de nuevo y otra vez, recuperar los días.
Así de oscuro, de embebido o muerto,
un hombre lleva su alegría por la tierra.
Visita
A esa hora de la madrugada,
hora en que los enfermos mueren,
en que los cristales se enfrían,
en que Dios nos olvida,
a esa hora la vi.
Una lenta lava triste, caminaba su cara.
Mano de hueso, pie de sombra oscura,
la boca manándole negruras,
junto a mi cama estaba.
Decadencia
Qué milagro el día.
Y cada día –entonces– qué milagro.
¿Cómo diré ahora que te amaba,
si pasó tanto tiempo
si apenas lo sabía entonces?
¿Cómo diré que tú vivías,
que yo te vi
y que otros te miraron?
Última cita
Ya por el aire navega tu memoria
y todo viene a mí como fue entonces.
¡Oh! sueño, ensueño, tiempo y tiempo
para siempre y siempre detenido.
Monstruosamente múltiple
se alza
se alzaba el mar sobre los malecones
mordiendo los costados de la tierra.
Y tú tuviste miedo, frío, amor tuviste.
Y amor hubo, miedo, amor, en nuestros corazones.
Cuando entonces por eso
se puebla el mar a tu conjuro
y un aire conocido dispone sus fantasmas,
y yo estoy solo, y la furia del mar puebla la tierra,
seres de niebla, blancos, se sientan a mi lado
y conmigo conversan como hermanos.
Luego vienes tú, flotando como harina
Y silenciosa y blanca, fina y fría
vas diciendo tu nombre, hermana mía,
y en el aire derramas tu aire triste.
Mas, ya no basta tu nombre y su dulzura
cuando ahora, el recuerdo de todo me golpea.
Tú del mar venida, hecha de bruma acaso,
o de los sueños acaso rescatada,
vete y déjame solo.
Deja morir lo que ha muerto.
Lo que hemos dejado morir,
muerto de frío
del otro lado de los sueños, sueña.
Del otro lado está, y para siempre,
en un atardecer de mar y olvido.
Cantar
Ya todos ya se fueron.
Ya todos ya te olvidan.
Y tú quedaste solo,
tú solo con tu vida.
- Enrique Banchs
- François Coppée
- Hart Crane
- Evaristo Carriego
- Clara Janés
- Adrián Santini
- Aníbal Cristobo
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- Pedro Henríquez Ureña
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