Poetas

Poesía de Uruguay

Poemas de Laura Cesarco Eglin

Laura Cesarco Eglin, nacida el 4 de agosto de 1976 en Montevideo, Uruguay, es una poeta cuya obra revela una sensibilidad profunda y multifacética, arraigada en la experiencia humana y los múltiples matices del lenguaje. Además de poeta, es traductora y profesora de creación literaria en la Universidad de Houston-Downtown, lo que le ha permitido entrelazar sus pasiones literarias y pedagógicas. Con su trabajo como cofundadora y editora de Veliz Books, Cesarco Eglin demuestra su compromiso no solo con su propia escritura, sino con la promoción de voces literarias diversas en un ámbito bilingüe y culturalmente plural.

La obra poética de Cesarco Eglin, marcada por una intimidad reflexiva y una constante búsqueda de las conexiones entre el tiempo, la memoria y el lenguaje, abarca tanto lo personal como lo colectivo. Su primer poemario, Llamar al agua por su nombre (2010), ya mostraba esa habilidad para transformar lo cotidiano en algo profundamente poético. Con Sastrería (2011), la poeta uruguaya revelaba su capacidad para tejer palabras con precisión, como si cada verso fuera una puntada que hilvana experiencias y emociones.

La exploración del tiempo y la respiración como metáforas centrales aparecen en su obra bilingüe Time/Tempo: The Idea of Breath. En Los brazos del saguaro (2013), Cesarco Eglin aborda el desarraigo y el paisaje, mientras que en Volver en tinta/Reborn in Ink (2019), profundiza en la transformación, el renacimiento y el poder restaurador de la palabra escrita.

El trabajo de Laura Cesarco Eglin no solo se destaca por su habilidad para crear imágenes evocadoras y un ritmo delicado, sino también por su capacidad para trascender fronteras idiomáticas y culturales. En su poesía y traducción, hay un constante diálogo entre el ser y el decir, donde la palabra cobra vida y respira en múltiples lenguajes. Con Life, One Not Attached to Conditionals (2020), su poesía reafirma su lugar en el panorama literario internacional, consolidándose como una voz que, desde el sur, se expande hacia el mundo, evocando lo que es esencialmente humano.

Aguacero

La ansiedad de un cielo gris
apelotonado en tonos de nubes
descargándose a cántaros para reciclar el mar
para liberar las ganas de pelar
gritos, dejarlos desnudos
en truenos roncos y relámpagos
el mar sigue lamiendo la arena
para moldearla más que el viento
las pisadas que ahuellan
se borran desapareciendo
como te desaparecieron a vos
dejándome sin una huella menos
con cada pregunta que me negué a contestar
mientras hoy el gris se hincha
de todo el llanto, relampaguean imágenes
que entre picana y picana es
lo que queda de vos.

No hay afirmaciones sin vueltas

Que la noche menos pensada
me afirme en la matriz
y se descuelgue el cielo
con golpe seco
el cocinero parte el huevo
el tenedor esparce la yema

Que se alejen de mí
como cardumen espantado
los lunares sin menguantes
claras batidas en nieve
parte de la receta la yema del índice
une el pote con el verbo tragar

Que en los días distraídos
sacuda el índice y lea diferente
Que la nieve caiga ruidosa para algunos
se pise sintética para otros
el horno devuelve
el escarbadientes limpio, la torta agujereada

Pandereta

Tus hechos
como aretes
te rodean.
Hermosa
y también
esclava.

No se contiene en botella

No estoy preparada para tragar
el instante, ni siquiera
entiendo en intuición al paladar
degustando madera o frutas, ese proceso
de restriego cuando se desarma
la pulpa de la cáscara y la uva
se reduce en tiempos y tramas
encerrada en una etiqueta Malbec
mientras trato de decidir
a la altura de qué uva estoy
me fermento descartando
el instante por el vino

Relaciones escritas

A ella le gusta escribir con los dedos
No lo haría de otra manera
Se acabó el lápiz tocando el papel, apretando
donde sabe que marca, registra

Ella siente la arena
cediendo ante sus letras
Azúcar rubia pero con el inconfundible ruido a más
Un sintético contrariado por el mar

Traza sobre tu espalda ensayos
Cuando te dormís recoge las palabras
desparramándolas por la memoria
untando recuerdos con su voz

La yema contra el vidrio frío después que abrió
su boca bien cerca y sin rozar sopló del otro lado de la lluvia
Con su dedo borra el aliento
y con sus manos letradas desempaña

manos que aclaran
frotándose contra los ojos también pueden borrar
Los silencios son parte del abecedario.

Miedos: lo recurrente

Ya me fui de ese lugar,
la que esquiva sueños
porque les adjudica un clavel
que se desgarra y destiñe
en toda gota que pasa
por las ventanas y de blanco
a nada, nadie
se fue y se va cada año,
cada lluvia, cada florería
de la mano de lo que se suelta
como si se quisiera
quedar andando hacia allá
cuando acá es todos los días
esa misma
flor.

Tuco con una buena pasta

El vómito de Federico Roca
fotograma fotograma fotograma
cayéndose por las escaleras
el marco del escalón hace los cortes
desde Federico a mi memoria en fotografía
los fideos yéndose
cayendo en bilis
mi recuerdo va en contra de esa corriente
las escaleras de la escuela
borrar evidencias para limpiar rastros, Celeste vino
a buscar el vómito, su trabajo la obligaba a eso
el mío a disputar la basura
que Celeste barre en una película

Federico Roca cayéndose
miraba sabiendo que él se había ido
los fideos que vi
Recuerdo el vómito de Federico Roca cayéndose
por las escaleras de la escuela.

Cuentagotas

La lluvia demora el tiempo a veces
mojando, a veces, golpetea
pudiendo ser
música, liberación
o violencia.

Si te gusta el verde
seguramente siempre
tengas un paraguas a mano
y te atrevés a dejar
un codo o la mochila o el gamulán
por fuera para fundirse en él.

Una gota y otra
embarran, mojan, cambian
el tiempo.

El apego al minuto anterior
demorado a veces, sincopado otras
no toma en cuenta los tonos de
verde de cada brizna, cada brisa
que separa el cabello
en paraguas.

Insurgencia

Me creció un pomelo
en el estómago, hace ya
unos días que decide
en qué dirección abrirá
los gajos, los tejidos que
van a rasgarse, los que se van
a acomodar. Y no tengo
que hacer nada de eso.
Un pomelo entiende y yo
no irrumpo. Esto es un capítulo
aparte de la digestión. Si observo bien
adentro, cada bolsita de jugo—
la poética de lo amargo tiene color
amarillo. Invita a hacerme de
filamentos, agasajar así
al pomelo, escucharlo.

M.C. ESCHER

es el espacio entre la boca y las escaleras
que suben y bajan y dan vértigo porque
así es pronunciar, una palabra ya te hace
y te puede deshacer cuando te dicen:
cáncer.
Es el ir y venir de una biopsia
a un diagnóstico a una operación y todo el tiempo
intentar recordar que yo soy la que estoy
entre el verbo ser y estar.

De Rusia a Lituania una frutilla

La única Rusia que conozco
está en klubnika—una frutilla
no es lo mismo cuando rasgo
la primera capa de piel roja
sabiendo que Rusia se fue en
las semillitas que la lengua a veces
toca, algunas
palabras, pero de algunas no se tiene
a Rusia, aunque hay algo en cómo
mi abuelo sostiene una frutilla
para dármela, cierra los ojos, los dos
pero sé que todo el tiempo está
pensando en mí que nunca
fui a Rusia, ni a Lituania, y como
frutillas como si todavía estuviera ahí