Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Julio E. Miranda

Julio E. Miranda Luque, un escritor de vasta trayectoria, nació el 27 de junio de 1945 en La Habana, Cuba, y trazó su camino literario hasta Mérida, Venezuela, donde falleció el 14 de septiembre de 1998. Su legado es un tejido variado de poesía, narrativa, ensayo, traducción y crítica, erigiéndose como un faro en el firmamento de las letras cubano-venezolanas.

Desde temprana edad, Miranda mostró una inclinación rebelde y comprometida. A los 16 años, su desafío al gobierno lo llevó tras las rejas por más de un mes, marcando el inicio de una vida de disidencia y búsqueda. Su exilio lo llevó a Miami y luego a España, donde sus pasos se entretejieron con la poesía y la lucha antifranquista. Su formación como filósofo y su efímero noviciado dominico en Granada dejaron huellas profundas en su obra.

El París de finales de los sesenta se convirtió en el crisol donde Miranda forjó su identidad intelectual. Allí se nutrió del fervor multicultural y fermento creativo, gestando ideas que florecerían en sus escritos posteriores. Su regreso a Venezuela en 1968 marcó el comienzo de una prolífica carrera literaria, caracterizada por la fundación de revistas, proyectos editoriales y una incansable actividad como escritor y editor.

La poesía fue el hilo conductor de su obra, aunque su pluma también exploró los vericuetos de la narrativa y el ensayo. Títulos como «Maquillando el cadáver de la revolución» y «Vida del otro» son hitos en su producción poética, donde la rebeldía y la introspección se entrelazan en versos cargados de significado. Miranda, a menudo, se definía más como poeta que como narrador, encontrando en la poesía un medio para expresar su visión del mundo y su lucha interior.

Su labor como crítico e investigador abarcó un espectro amplio de expresiones artísticas, desde la cinematografía hasta la literatura. En sus análisis, Miranda desentrañaba las complejidades del arte, reflexionando sobre el papel del crítico y la naturaleza misma de la creación. Su incisiva pluma abordó tanto la literatura cubana como la venezolana, dejando un legado de textos rigurosos y provocativos.

Julio E. Miranda, el poeta invisible, trascendió fronteras geográficas y literarias, dejando una huella imborrable en el paisaje cultural de América Latina. Su obra, impregnada de rebeldía y lirismo, sigue resonando en las mentes y corazones de aquellos que buscan la verdad en las palabras. Su legado perdura como un faro de inspiración para las generaciones venideras, recordándonos que en la oscuridad siempre hay una luz que guía el camino.

Un poema como una bala

Un poema como una bala
no tiene nunca su eficacia
aunque logre imitar su silbido

Un poema como la lluvia
lo más que hace es dejarte
ridículamente mojado

Un poema como el amor
llega siempre demasiado pronto
o demasiado tarde

Escribirás de nuevo
un poema
como un poema

Análisis

siempre desnudo en sueños
huyendo de las alambradas
siempre humillado y desnudo
preservando los lentes
para ver las miradas viéndolo
desnudo correr y tropezar
de un muro a otro
bajo los reflectores
y si de pronto a salvo
a salvo y vestido y en su casa
gentes sin rostros o
con todos los rostros entran y
examinan desgarran pisotean
y desaparecen: entonces corre
desnudo huyendo de las alambradas
-tiene sueños de judío- dice el
analista riéndose y él mismo
se ríe hasta que un nuevo
reflector lo desnuda

ella sonríe con sus ojos veloces

ella sonríe con sus ojos veloces: todas
esas cosas pasan en una página? Sonríe
ahora con sus labios él se aferra
a los bordes del vaso y logra al fin
salir aunque con manchas de humedad: ella
sonríe como la música de cien espejos rotos
cuyos fragmentos abren limpiamente
cien mil heridas: sobre la nieve hay
huellas y esa historia del hombre de papel
es un poco infantil no te parece? Ciego
cae de espaldas al mar desde la mesa mientras
oye su voz burlona recitando: el hombre de papel
enamorado inventa
un poema con el que ella
juega en sueños
sin saberlo siquiera -él dice:
pero no siendo narrador
no logra involucrar
a ambos en una misma
historia verosímil
piafan caballos enseñando sus grandes dientes
puertas se cierran en hilera un viento se desata y
volando graciosamente
ella olvida el poema -dice ella
él no la olvida a ella — dice él
entonces
el hombre de papel
dobla la página

Danza

Bailo
con mi hija en brazos.

Comencé
para calmarla.
Hace rato que duerme
cesó la música
y yo sigo bailando.

He improvisado una danza algo salvaje:
vueltas a derecha e izquierda
ritmadas por golpes de talón
y gritos sofocados.

Se ha hecho de noche.
La cuna quedó atrás
el cuarto quedó atrás
la casa quedó atrás.

Avanzo
mientras bailo
por una tierra de incendios y humaredas.

Bordeo los cráteres
busco aberturas en las alambradas
evito los cadáveres

Las trincheras me obligan a dar largos rodeos.

Bailo y avanzo
giro, vigilo y giro.
Afortunadamente
mi hija sigue durmiendo.

la belleza de mi mujer

la belleza de mi mujer no resiste al tiempo
la belleza de mi mujer está hecha de tiempo
la belleza de mi mujer cuece en el horno del tiempo
y cruje entre mis brazos