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Poesía de España

Poemas de Juan Rodríguez del Padrón

Juan Rodríguez del Padrón, también conocido como Juan Rodríguez de la Cámara, es una figura fascinante en la literatura española del siglo XV. Nacido en Padrón en 1390, en el seno de la prestigiosa Casa de la Cámara, su vida y obra están marcadas por la mezcla de realidad y ficción amorosa que tanto intrigó a sus contemporáneos y sigue capturando la imaginación de los lectores actuales.

Desde temprana edad, Rodríguez del Padrón mostró un espíritu aventurero que lo llevó a ser soldado bajo el reinado de Juan II. Sin embargo, su trayectoria militar fue solo una fase transitoria antes de que tomara los hábitos franciscanos, influenciado por miembros de su familia cercanos a la Orden Franciscana Reformada. Este cambio de vida refleja una búsqueda profunda de sentido y espiritualidad, una dualidad que también permea su obra literaria.

Rodríguez del Padrón es una figura clave en la evolución de la literatura sentimental. Su obra “Siervo libre de amor” es un testimonio de su capacidad para mezclar la prosa con la poesía, creando un género que influiría en generaciones futuras. Admirador del trovador Macías, “el Enamorado“, Rodríguez del Padrón se inspiró en su estilo y en los ideales de la novela cortés, donde la “cortezia” –una virtud adquirida a través del amor– otorga un carácter aristocrático al hombre.

La vida de Rodríguez del Padrón está envuelta en un halo de misterio y leyenda. Su relación con la literatura italiana y las cortes europeas se forjó durante su estancia en Italia junto al Cardenal Juan de Cervantes. Este contacto con la cultura renacentista enriqueció su obra, impregnándola de referencias a autores clásicos como Ovidio, Virgilio, Dante y Petrarca. En su obra “La Cadira de honor“, estos influencias se hacen particularmente evidentes.

Las especulaciones sobre sus amores trágicos han dado lugar a diversas biografías noveladas, como la “Vida del trovador Juan Rodríguez del Padrón“, que apareció en el siglo XIX. Estas narraciones, aunque no siempre fidedignas, han contribuido a construir la imagen romántica del poeta, entrelazando su vida con sus pasiones y desventuras amorosas. La leyenda cuenta que mantuvo amores secretos con una reina de Castilla y posteriormente con la reina de Francia, historias que, aunque posiblemente ficticias, reflejan el poder evocador de su narrativa.

A pesar de las escasas certezas sobre su vida, es innegable que Rodríguez del Padrón recibió una excelente educación, posiblemente en Salamanca. Su conocimiento de la literatura clásica y contemporánea, junto con su habilidad para integrar elementos de la poesía cortesana de su época, como los decires narrativos del Marqués de Santillana, se reflejan en toda su obra.

Juan Rodríguez del Padrón, quien pasó sus últimos años en el Monasterio de Herbón hasta su muerte alrededor de 1450, sigue siendo una figura enigmática y esencial en la literatura española. Su legado perdura no solo por sus contribuciones al género de la ficción sentimental, sino también por la rica amalgama de vida y literatura que ofrece a través de sus escritos. En su obra, encontramos no solo la voz de un poeta y fraile, sino también la de un hombre que vivió intensamente entre la espada y la pluma, entre la realidad y el mito.

El planto que fizo la Pantasilea

Yo sola menbrança sea,
enxemplo a todas personas,
la triste Pantasilea,
reina de las Amazonas.

Héctor que gloria posea
amé, por donde muriese
el triste que amar desea
y a mi planto et fin hobiese.

Sola yo, reina amazona,
nascí porque amar debiese
Héctor más que otra persona
¡Cuitada, que nunca lo viese!

Sola yo, la mal fadada,
quiso amor que fenesciese,
amando, et non fuese amada,
nin quien amé conosciese.

Por fama fui enamorada
del que non vi en mi vida;
por armas vencí, cuitada,
e fui por fama vencida.

Yo vengué la reina Ortía
de Hércules et Minelida
domé la gente de Siria,
salvaje, ensoberveçida.

Di vengança de Theseo
a Hipólito ofendida,
vencí al rey Oriseo,
cobré la Siria perdida;

en historias quantas leo
non fallé quien me venciesse,
salvo amor et buen deseo
de un solo que bien quisiesse.

Sentiendo por quien moría
la cruel guerra en que fuese
partí de mi señoría
valer lo que me valiese;

faziendo la luenga vía
contra las partes de Frigia,
las buelfas mortal fería
en el desierto de Libia.

Los alárabes combatía
vencí los fuertes serenios,
gané por donde venía
fasta los montes armenios;

caminando en claro día,
deseo que me guiaba,
vi Troya do parescía
e sus torres demostrava.

¡Quánta fue mi alegría!
¡Quánto va del que bien ama!
Cada paso que movía,
plazer se me acrescentava;

vi la grand cavallería
e gente muy hordenada
de los griegos que movía,
por me vedar la entrada.

A las horas yo sandía
por ver el que deseava,
¡qué fechos de armas fazía
et de qué son peleava!

ya el sol se retraía
e la hueste bien reglada,
quando amor et su valía
les ganamos la jornada.

Yo venciendo, que temía,
siempre teme quien bien ama,
que en tal son no plazería
al poseedor de la fama;

perlas, oro febrería,
vestí a la puerta timblea,
verde y blanco chapería
mis donzellas por librea.

¡Con qué honor me rescebía!
Príamo, rey soberano,
duques que non conoscía,
reys et pueblo troyano,

Héctor sólo fallescía,
sin pena nin gloria alguna,
quando reinar atendía,
la rueda bolvió Fortuna.

Saliendo a rescebirme
el buen rey et su compaña,
non pudo encobrirme
su dolor et quexa tamaña;

sospirando en le dezir
por ver el que bien quería,
respondiome: tu plazer
hoy fenesce en este día.

Seyendo alegre et plazentera
con el gesto que esperaba
de Héctor que muerto era
a mí la nueva llegada.

¡Oh, maldita sea la fada
cuitada que me fadó!
¡Oh madre desventurada
la que tal fija parió!

Amazona, reina triste,
del dios de amor maltractada,
en fuerte punto nasciste
o en alguna hora menguada.

¡O triste! mejor me fuera
que nunca fuera nascida;
a lo menos non oviera
la muerte tan conoscida.

Cuitada, triste seyendo,
en mi fortuna pensando;
mis cuitas dolor plañiendo
con dios de amor razonando;

Venus seguiendo tu estoría,
en mi daño consentiendo,
hasme levado la gloria
de amores que non entiendo.

Venus do tanto servicio
que te fize atribulada,
de oración et sacrificio
¿Qué galardón es sacada?

¡Oh triste yo, sin ventura,
un amor tan deseado
la muerte que non se cura,
habérmelo así levado!

¡Maldito sea aquel día,
Archiles, en que nasciste!
Buen Héctor ¿qué te fazía
que tanto mal le faziste?

¡O reina! ¿do tu gemido
tu sospiro et tu quebranto?
Coraçón endurescido,
¿cómo non mueres de espanto?

Señor, mientras tu biviste,
de mí fuiste bien amado;
agora, pues feneciste,
nunca serás olvidado.

El buen Héctor enterrado
donde quiera que estoviere,
de mí será acompañado,
cuitada, mientras biviere.

¡O reina desconsolada!
sé que me pueden llamar
la más triste apasionada
de cuantas saben amar.

E aquellas que non te amaron,
Señor, como yo te amé
de sola vista goçaron
¡mezquina! que no goçé.

Bien escura fue mi suerte,
mi quebranto et mi dolor,
non deve refusar muerte
la que pierde tal señor.

A mis cuitas remediava
cuidando que resurgía;
mas cuando bien lo mirava
mayor planto et cuita avía.

Ya el día fallescía
et la noche se aquexava,
mi alma se escurescía
e mi plazer se apocaba

porque partir me fazían
donde el buen Ector estava,
mis dolores más crescían
et mi plazer se apocava.

SIETE GOZOS DE AMOR

1

Ante las puertas del templo
do recibe el sacrificio
Amor, en cuyo servicio
noches y días contemplo,
de tu caridad demando
obedescida, Señor,
aquesta ciego amador,
el qual te dirá cantando,
si d[e]él te mueve dolor,
los siete gozos d[e]amor.

Primer gozo

El primer gozo se cante:
causar la primera vista,
que la señora bien quista
comiença se del amante,
quando a la ley verdadera
fe muestra de bien amar,
le plaze de se tornar
ciego de ombre que era
ha creer y afirmar
o morir o defensar.

Yo sólo dirán que fue
el ciego contemplador
que cegó tu resplandor
la ora que te miré.

El sol no pudo causar
con toda su claridad
lo que tu sola beldad;
mas no es de maravillar;
¡O si tanta o la meitad
fuesse la tu piedad!

De moverte a compasión
no te deves retraer
yo ver bien y conoscer,
aunque ciego, mi passión.

La pena del pensamiento
y deseo no cumplido
aunque el sentido he perdido,
con doble sentido siento:
quanto más mi muerte pido,
se dobla más mi sentido.

Segundo gozo

El primer gozo fenesce
sin fenescer dessear:
el segundo es de cantar,
la contra de él no fallesce.

El qual, según la fe nuestra,
en que soy el más costante,
es aquel primer semblante
que la señora demuestra
al siervo dende adelante.

Solo yo, triste, diré
deste plazer no gozando,
que nuestra ley, más amando
de lo que manda, passé.

Amador que tanto amasse
no digan que ser pudiesse;
yo sólo dirán que fuesse
aquel que la ley passasse
de amar y amor venciesse.

En boz más triste que leda
el segundo ya canté;
si de él por ti no gozé,
por falta de amor no queda.

El que ha de aver victoria,
sin tu bondad ofender
en amar yo he de ser
de quantos posseen la gloria
o passar o fenescer.

Tercer gozo

El tercero gozo es
el amante ser oido,
recontando
los trabajos que después
de su vista le an venido,
deseando.

El qual tiene por sentir,
quien hasta aquí,
el huego do suele arder
quiso a todo encobrir,
y más a ti,
por más gloria merescer.

Si fue de mí ofendido
amor y sus servidores
algún día,
fue por no ser entendido
que en bivo fuego de amores
yo ardía,
ni tu merced entendiese
la tal flama
yo sentir y padescer,
con temor que no ardiesse
la tu fama
por causa de me valer.

Lo que el seso resistiendo,
tú ni otro pudo oir
jamás de mí,
ya biva muerte muriendo,
con desseo de morir,
te descobrí;

como el que es puesto a tormento,
que por fuerça
su mal viene a confesar
y tornando al sentimiento,
más se esfuerça,
de lo encobrir o negar.

Quarto gozo

El canto va fenesciendo
del tercero
mas no plañir y llorar,
menos caridad sintiendo
que primero,
del quarto gozo a tractar.

El qual es, pues que dezir
mees forçado,
donde el fuego concebí
discreta señora serví
en estado
y virtud mayor de sí.

El primero movimiento
al segundo
nunca pudo contrastar,
avido conoscimiento
en el mundo
tú ser la más singular.

Conoscan ser tu loança
más devida
las altas de gran poder,
pues la bien aventurança
de esta vida
es virtudes posseer.

Como sea manifiesto
tú vencer
las virtudes en bondad
por ventura desonesto
mi querer
juzgará tu voluntad;

mas porque veas el fin
desseando
de virtud no desviar,
mi mote del seraphín
inflamado
te plega de blasonar.

Quinto gozo

El quarto gozo finando
sin fin aver mis cuidados,
mas siempre multiplicando,
el quinto ya discordando,
mis sentidos trabajados
en sus males contemplando,
es poder en la señora
el servidor entender
sus servicios qualquier ora,
ofresciéndole plazer.

Pues mi servicio no vees
contrastar a las virtudes
manifiestas que posees,
ni demanda, según crees,
que tu buen deseo mudes,
ni lo contrario desees,
no te sea cosa fuerte
en grado lo recibir
de quien piedad o muerte
no cesa de te pedir.

Si la tu gran discrección,
una virtud posseyendo,
ya posee quantas son,
sin aver contradición,
una sola fallesciendo,
y las otras por tal son
para ser más virtuosa
gloria que tanto deseas,
conviene que piadosa
contra mí, forçado, seas.

Sesto gozo

Del quinto me despidiendo,
sin dar fin al triste canto,
el sesto en voz de planto
por orden vo prosiguiendo.
El qual es, si la tardança
por tí cessa,
de largo me ofrescer
la verdadera esperança
o promessa
del deseado plazer.

Quantos aman atendiendo
desaman desesperando,
y yo menos esperando,
más en el fuego m[e]enciendo.
La voluntad no movible,
desseosa,
¿quién la puede constreñir?

Quando a Dios es imposible
la tal cosa,
yo no puedo resistir.

Esperança y desseo
son en tan gran división
que según la perfectión
de la tu bondad, yo creo,
aunque Dios te perdonasse,
y la gente
no lo pudiese creer,
que tu merced no pecasse,
solamente
por tu virtud mantener.

Seteno gozo

Del sesto me delibrando,
sin poder mi gran firmeza
la sobra de tu crueza
vencer, mas acrescentando,
el final gozo nombrado,
solo fin de mis dolores,
es amar y ser amado
el amante en igual grado,
que es la gloria de amadores.

Pues la obra de caridad
es amar al enemigo,
conviene que al amigo
ames de necesidad.
Si voluntad no consiente,
virtud la deve forçar
amar tu leal sirviente
en el grado trascendente
que te ama sin mal pensar.

La muerte siento venir,
del cuerpo no sé que hagas;
muévante las cinco plagas,
celos, amar y partir,
bien amar sin atender
amar siendo desamado,
y desamar no poder,
pues no te pueden mover
los gozos que te he contado.

Cabo

Si te plaze que mis días
yo fenezca mal logrado
tan en breve
plégate que con Macías
ser meresca sepultado;
y dezir deve
do la sepultura sea:
Una tierra los crió,
una muerte los levó,
una gloria los possea.

LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE AMOR

La primera ora passada
de la noche tenebrosa,
al tiempo que toda cosa
es segura y reposada,
en el aire vi estar,
cerca de las nuves puesto,
un estrado bien compuesto
agradable de mirar.

En medio del que vi luego
ell Amor con dos espadas,
mortales, emponçoñadas,
ardiendo todas en fuego,
para dar penas crueles
a vosotros los amantes,
porque no le sois costantes
servidores, ni fieles.

De la terrible visión
estando con gran recelo,
una boz quebró del cielo
diziendo por este son:
¡O tú, verdadero amante,
bandera de mis batallas,
piérdese mi bien, y callas!
Hablarás de mí adelante.

Dirás a los mal reglados
amadores desleales,
a las penas infernales
que cedo serán juzgados
si no enmiendan su bevir,
la mi dicha ley guardando,
vicios, errores dexando
de los que suelen seguir.

La justa ley, amadores,
de que vos manda usar,
es que os puede acrescentar
o menguar vuestros dolores,
si en partes mis mandamientos,
los quales voy prosiguiendo
según que más largo entiendo
declarar sin argumentos.

Primer mandamiento

El primer mandamiento,
si miráis cómo dirá,
¡quanto bien que vos será
de mi poco sentimiento!
En tal lugar amarás
do conoscas ser amado;
no serás menospreciado
de aquella que servirás.

Mirad que me contesció
por seguir la voluntad,
ofrescí mi libertad
a quien la menospreció.
El tiempo que la serví
hasta aver conocimiento
de mi triste perdimiento,
entiendo que lo perdí.

Segundo

Al segundo luego vengo;
guardadlo como conviene,
que por éste sostiene
lealtad, la qual mantengo.
Serás constante en amar
la señora que sirvieres;
mientras que la mantovieres,
ella no te deve errar.

Quien gualardón quiere aver
del servicio que hizieres,
a la señora que sirviere
muy leal tiene de ser
pues lealtad vos hará
venir al fin desseado,
quien amare siendo amado
con razón lo guardará.

Tercero

El segundo es acabado;
donde el tercero comiença,
ocupar tiene vergüença,
al que lo tiene passado.
Serás casto, no te mueva
tal cobdicia de trocar
la que tienes de guardar
por otra señora nueva.

¡O qué derecha razón
es que pierda el que ganar
presume por su mudar!
¿Do tiene su coraçón?
Para mientes al cuidado
que nunca se partirá
de quien lo recebirá,
dubda, por aver errado.

Cuarto

Cessando de más sonar
el tercero que fenesce,
pues el caso se me ofresce,
del quarto vengo a tractar.
Muestrate ser mesurado
a todos generalmente
con alegre continente,
si quieres ser bien tractado.

La mesura hallaréis
en las damas castellanas,
en especial sevillanas,
si tractar vos las queréis.
Los que de aprender ovieren
de nuevo ser mesurados,
cedo serán enseñados,
si de aquestas aprendieren.

Quinto

El quinto vengo diziendo,
una virtud que qualquier
puede bien amado ser
esta sola poseyendo.

Cura por ser esforçado,
de los que siguen amor,
deven perder el temor,
pues es virtud ser osado.

De sólo ser esforçados
se vos puede recrescer
tanto que sin conoscer
alcançaréis ser amados.

Mirad cómo Ector fue
esforçado en la pelea,
por do la Pantasilea,
sin lo ver, le dio su fe.

Sesto

Del quinto más no se lee;
de hablar va ya cesando:
el sesto viene mostrando
las virtudes que posee:

siempre serás verdadero:
que posseyendo tal fama,
te recebirá tu dama
de grado por compañero.

Antes quiso fenescer
Régulo, cónsul romano,
en poder dell Africano,
que la verdad fallescer.

Pues nuestros antecesores
que fueron en otra edad
murieron por la verdad,
mantenedla vos, señores.

Seteno

El sesto se va dexando
de más largo razonar,
al seteno da lugar
que se venga demostrando.

Trabaja por te traer
ricamente con destreza,
qu[e]el amor con la pobreza
mal se puede mantener.

Mirad bien en quánto grado
la riqueza favoresce:
en la casa donde cresce,
del necio haze avisado:

assí por el consiguiente
donde no le plaze estar,
en breve haze tornar
al discreto imprudente.

Octavo

Del seteno me despido,
el octavo començando,
mi proceso acrescentando
de ciencia fallesciendo.

Fuirás la soledad,
bevirás en alegría,
buscando la compañía
padescerá tu voluntad.

De bevir sólo recrescen
grandes males sin medida,
y, la fama destruida
d[e]aquellos que lo padescen;

tristeza, poco saber,
desesperación, olvido
pensamiento desavido,
causan el seso perder.

Noveno

El octavo ya acabado,
queriéndose retraer,
el lugar de proponer
al noveno traspassado;

estudioso tú serás
en obras de gentileza
con discreción y destreza
de la qual no partirás.

Gentileza hallarás
en quien ama lealmente,
y su propio continente
quanto lo demandarás:

nunca sigue en otra parte
si no donde amor prospera,
y allí se muestra bandera
por los que siguen su arte.

Dezeno

El noveno despedido
de todo lo processado,
por dar fin a mi tractado
soy al dezeno venido.

Serás franco del querer;
con todos avrás cabida,
y mayor de quien tu vida
tiene en su libre poder.

La virtud de la franqueza
qualquier que la buscará,
sepa que la hallará
donde govierna nobleza.

Vayan al muy soberano
príncipe, rey de Castilla,
que de la más alta silla
la reparte con su mano.

A sus pies está mesura
rigiendo toda su sala;
a man[o]izquierda la gala,
de otro cabo cordura,
de semblante muy diverso;

sobre aquesta discreción,
alférez de su pendón,
governando el universo.

Fin

Toca, toca cavalgar,
essos trompetas clarones
desembuelvan los pendones,
iremos a pelear
con todos los condenados
perdidos por eregía,
que mantovieron porfía
contra Amor y sus criados.

CANCIONES

1

¡Ham, ham, huid que ravio!
con ravia, de vos no trave
por travar de quien agravio
recibo tal y tan grave.

Si yo ravio por amar,
esto no sabrán de mí,
que del todo enmudescí,
que no sé si no ladrar.

¡Ham, ham, huid que ravio!
¡O quien pudiese travar,
de quien me haze el agravio
y tantos males passar!

Ladrando con mis cuidados,
mil vezes me viene a mientes
de lançar en mí los dientes
y me comer a bocados.

¡Ham, ham, huíd, que ravio!
Aullad, pobres sentidos;
pues os hazen mal agravio,
dad más fuertes alaridos.

Cabo

No cessando de raviar,
no digo si por amores
no valen saludadores,
ni las ondas de la mar.

¡Ham, ham, huíd, que ravio!
Pues no cumple declarar
la causa de tal agravio,
el remedio es el callar.

2

Cuidado nuevo venido
me da de nueva manera
pena la más verdadera
que jamás he padescido.

Yo ardo, sin ser quemado,
en bivas llamas deamor;
peno sin aver dolor,
muero sin ser visitado
de quien con beldad vencido
me tiene so su bandera.

¡O mi pena postrimera,
secreto huego encendido!

3

Sólo por ver a Macías
e de amor me partir,
yo me querría morir,
con tanto que resurgir
pudiese dende a tres días.

Mas luego que resurgiese
¿quién me podría tener
que en mi mortaja non fuese,
linda señora, a te ver,
por ver qué planto farías,
señora, o qué reir?

Yo me querría morir,
con tanto que resurgir
pudiese dende a tres días.

4

Tan fuertes llamas deamor
trebajan la vida mía
no te viendo,
que sin pena e sin dolor
todo el mundo quedaría,
yo moriendo.

Congoxa, dolor, tormento,
e quantas penas sentir
por amor e comedir
se podrían, yo las siento.

De tanto mal sofridor
cada ora e cada día
soy biviendo,
que sin pena e sin dolor
todo el mundo quedaría,
yo muriendo.

¡O muerte, singular gloria,
viniendo, me puedes dar,
que pueda al mundo dexar
sin pena por mi memoria!

Bivo tan triste amador
la tu cruel señoría
atendiendo,
que sin pena e sin dolor
todo el mundo quedaría,
yo muriendo.

5

Bien amar, leal servir,
cridar et dezir mis penas,
es sembrar en las arenas
o en las ondas escrevir.

Si tanto quanto serví
sembrara en la ribera,
tengo que reverdesciera
et diera fructo de sí.

Et aun por verdat dezir,
si yo tanto escreviera
en la mar, yo bien podiera
todas las ondas teñir.

6

O desvelada, sandía,
loca muger que atendí,
decías: Verné a tí,
e partiste; por tal vía,
desseo sea tu guía.

Por pena, quando fablares
jamás ninguno te crea;
quantos caminos fallares
te buelvan a Basilea.

Vayan en tu compañía
coitas, dolor et cuidados;
fuyan de tí los poblados,
reposo et alegría,
claredat et luz del día.

El trotón que cavalgares
quede en el primer viage
los puentes por do passares
quiebren contigo al passage.

E por más lealtad mía,
penes, non devas morir,
mas si otras cuidas servir,
a la hora yo querría
ver la tu postremería.

En tiempo de las calores
fuyan te sombras et ríos,
aires, aguas et frescores,
sol et fuego et grandes fríos.

Tristeza et malenconía,
sean todos tus manjares
fasta que assí tornares
delante mi señoría,
cridando: ¡Meçed! ¡Valía!

7

Bive leda, si podrás,
e non penes atendiendo
que segund peno partiendo
non espero que jamás
te veré nin me verás.

¡O dolorosa partida!
¡Triste amador, que pido
licencia, et me despido
de tu vista et de la vida!

El trabajo perderás
en aver de mí más cura,
que según mi gran tristura,
non espero que jamás
te veré nin me verás.

Pues que fustes la primera
de quien yo me cativé,
desde aquí vos do mi fe
vos serés la postrimera.

8

Fuego del divino rayo,
dulce flama sin ardor,
esfuerço contra desmayo,
remedio contra dolor,
alumbra tu servidor.

La falsa gloria del mundo
y vana prosperidad
contemplé;
con pensamiento profundo
el centro de su maldad
penetré.

Oiga quien es sabidor
el planto de la serena,
la qual temiendo la pena
de la tormenta mayor,
plañe en el tiempo mejor.

Así yo, preso de espanto,
que la divina virtud
offendí,
comienço mi triste planto
fazer en mi juventud
desde aquí;

los desiertos penetrando,
do con esquivo clamor
pueda, mis culpas llorando,
despedirme sin temor
de falso plazer e honor.

Fin

Adiós, real resplandor
que yo serví et loé
con lealtat;
adiós, que todo el favor
e cuanto de amor fablé
es vanidat.

Adiós, los que bien amé;
adiós, mundo engañador;
adiós, donas que ensalçé
famosas, dignas de loor,
orad por mí pecador.