Poesía de Perú
Poemas de Juan José Lora
Juan José Lora Olivares, poeta y periodista peruano, nacido el 27 de febrero de 1902 en Chiclayo, fue un destacado miembro del Grupo Norte. Su trayectoria literaria comenzó en el Colegio Nacional San Juan de Trujillo, donde se unió al movimiento renovador que animaba su generación.
Tras su traslado a Lima, contribuyó a la Biblioteca Nacional y a las universidades populares, mientras se sumergía en la bohemia limeña junto al poeta César Vallejo. Su obra inicial, como “Diánidas” (1925), exploraba formas vanguardistas sin perder la sensibilidad regionalista.
Lora se unió al partido aprista en 1930, enfrentando persecución y prisión por sus convicciones políticas. Exiliado en Chile en 1934, sufrió la tragedia de perder a uno de sus hijos. Regresó al Perú en 1946, donde continuó su activismo y dirigió el diario aprista “Hechos“.
Su poesía, intensa y musical, combinaba elementos vanguardistas con un profundo romanticismo. Aunque no creó un nuevo lenguaje poético como Vallejo, Lora experimentó con nuevas formas y expresiones en obras como “Lydia” (1927) y “Chiclayo de Juan José Lora” (1955).
Su última obra, “Con sabor a mamey” (1962), publicada póstumamente, refleja una nostalgia por sus raíces provincianas. Lora destacó por su defensa de los desfavorecidos y su búsqueda constante de nuevas formas de expresión poética, dejando un legado perdurable en la literatura peruana.
ESQUINA SIETE DE ENERO Y SAN JOSÉ
Poste de luz, compañero,
cuántas cosas por ti sé;
y tú me sabes sincero
esquina Siete de Enero
y San José.
Alumbrabas mi sendero
¿Y qué pasó?, algo fue.
Pero ¿quién no es pasajero
esquina Siete de Enero
y San José?
Ayer, sobre tu madero
mi corazón te grabé;
y el tuyo lo llevo entero
en mi cruz; Siete de Enero
y San José.
Poste de luz, compañero,
junto a ti mi verso en pie,
mientras yo doblo el sendero,
esquina Siete de Enero
y San José…
RETORNO (…POR SI CHICLAYO DESAPARECIERA)
Este era el triste caminando alegre
por pueblo sin calles, casa entera.
No estaba en el balcón la primavera
y él silbaba para que saliera.
Seguía el triste caminando alegre.
Puso su pena en linda pajarera,
más, chiroque, rebelde a su manera,
murió sangrando miel algarrobera.
¿Cómo era el triste caminando alegre?
lo juro, madre, yo no sé como era;
pero lo siento como si lo viera;
era un fantasma de bendita cera.
¿Ya no es el triste camino alegre?
Sí lo es: ¡Yo soy! Y me sabrá quienquiera
baile con su alma, sola y compañera,
esta nostalgia que me atondera.
Yo soy el triste, caminando alegre,
que canta por Chiclayo en esta espera
universal retorno y primavera,
por si Chiclayo desapareciera.
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