Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Juan Francisco Pulido

Juan Francisco Pulido Martínez (Cienfuegos, Cuba, 1978 – Minnesota, EE.UU., 2001) fue un niño precoz, un adolescente que deslumbró por su talento literario. Colaboró con sus artículos para las revistas Fides y Renacer. Escribió una obra al margen de las instituciones culturales oficiales. Llegó a ser líder de los grupos de jóvenes que abogaban por el respeto a los derechos humanos, por lo que la Seguridad del Estado lo detiene el 10 de septiembre de 1996. En 1997 se matricula en la Universidad de Cienfuegos, donde se destaca por sus conocimientos humanistas; en noviembre de ese año, se niega a participar en las elecciones alegando que no podía hacerlo en un país donde la única opción electoral era un solo partido, por lo cual es separado por tiempo indefinido de la Educación Superior cubana. Obtiene el premio de narrativa Vitral 1999 por su libro Mario In The Heaven’s Gate y otros cuentos suicidas. Ese mismo año, llega a los Estados Unidos como refugiado político tomando parte en eventos literarios, políticos y religiosos. En el año 2000, es premiado en el Concurso de Poesía y Narrativa del Instituto de Cultura Peruana con su cuento Días de huelga, y la organización Hermanos al Rescate le otorga un premio por su valor dentro de Cuba como defensor de los derechos humanos. También en este año gana una beca para la Universidad St. Thomas en Minnesota. El 27 de febrero de 2001, se suicida en esa ciudad.

A Cuba…
(… un silbido lejano anuncia el tiempo en las iglesias.)

(Después de ver un desfile del primero de mayo y dos horas más tarde The Wall).

I

Laudes

Y vi las sombras hacerse largas
en una pared de hazañas carcomida
junto a manchas de sangre y barbarie
y gritos de fanáticos secuaces
–y fanáticos secuaces–
deseosos de un nombre en el muro.
Himnos, consignas,
–ladridos desgarradores de gargantas–
llenan el silencio,
matan el silencio
crucifican el silencio
amparados en carteles
que prometen aplastar a los callados.
Y miro a un niño
–límpio niño de rostro alegre y manos juguetonas–
un niño que será preparado para gritar
–para tratar de grabar su nombre en el muro–
un niño que no será más que sombra,
–sólo una sombra–
otro más, al pie del muro…
Y yo mirando, creyéndome víctima…
Soy un jodido culpable.

II

Vísperas

Sentado en un búnker escribo
–cansado de canciones gastadas y consignas malolientes–
que la vida está pasando entre bombas verdes.
El paisaje, siluetas grises
asusta a los canarios azules en busca de vino
vino que toman para olvidar que temen
que temen olvidar.
Un recuerdo lejano de algarrobos y cipreses,
un olor absurdo a bebé dormido,
retuercen la masa loca que impulsa
sumisos torrentes de privaciones.
Y sigo escribiendo entre mis bombas
Es mi escape ante la muerte
–ante el deseo monótono de escape–
Es la rabia de no hacer nada
contra los que desaparecen colores y confunden matices
es la impotencia del vino,
los canarios, el deseo
que se van
robados frente a mis ojos.
Y me refugio en un búnker
Sin cipreses ni algarrobos
–quizás quede el recuerdo–
La vida no acaba
No es justo
–¿será bueno?–

III

Completas

La vaga queja antigua
hizo eco en el muro de mis oídos
mientras buscaba dormir.
Los ojos saltones de sueño
apagados de toda esperanza
sintieron todo lo que fue bueno una vez
pulcro, callado, luminoso
y tantas cosas apagadas por el tiempo.
Junto a la queja viajaba el recuerdo
de besos absurdos y caricias robadas
risas y días sin noche y noches malgastadas.
Pero todo el deseo
–mi humilde deseo de hombre que no es hombre–
se vuelca hacia el foco de 40 watts
Que llegue el final
–tengo sueño–
¿Qué son esos punticos rosados y verdes?
¿Y esas manchas grasientas de muerte y vacío?
Al carajo la vida
–Soy libre pero tengo sueño–

Profesión de fe para un olvidado

Creo en la vida que se pierde
entre libros y papeles.
Creo, tal vez, en la utopía de un beso eterno,
quizás breve
(de unos 55 segundos más o menos)
pero eterno por el beso
por el acto en sí (dígase concreto).
Creo, a veces, en esos garabatos infantiles
(“ésta es mi mamá, éste mi tío, y éste…
bueno, éste no sé quién es”)
que mezclan colores y conceptos
y mandan al vacío los conceptos
(donde siempre debieran estar, creo…)
abrazando la silueta,
acariciando los contornos
de aquellos que generalmente nunca abrazan y raramente acarician.

Creo en los caminos difíciles
que desgarran la piel
la auténtica,
porque son caminos con nombres y huellas.
Creo en las huellas,
en toda su trascendencia
y en toda la vida que marcan,
aunque prohíban creer en algunas…

Creo en la democracia

(sin comentarios…).

Creo en las personas
(no en sus sexos
con los que erróneamente
algunas veces piensan,
ni en sus actos
aunque duelan en el tiempo
más que el tiempo mismo)
porque veo en sus ojos
(más allá de sus ojos)
aquel sueño que expulsaron, exorcizaron, mataron
(¿jodieron?)
los que regalaban sueños aparentemente mejores
y así hacia atrás,
hacia el sueño mismo,
merecen volver a llorar
(…sinceramente).

Creo en el estanco
en esa etapa grisácea
(muy parecida a las dictaduras desordenadas,
apestantes,
y en estado de descomposición
porque no hay con quién cogerla)
que al fin y al cabo
es otra opción.

Creo en la lluvia,
en los aguaceros invernales,
y en los cuerpos mojados
(sin catarro)
abrazándose en la calle
y abrazados por el frío
(que no les importa mucho).

Creo que la guillotina
no cumple con las normas,
esenciales,
de higiene y limpieza.
(Al menos no una
para varias cabezas…
y sus cerebros y sus almas y sus cadenas).

Creo, firmemente, que deben irse a la mierda
todos los gobiernos que nunca han tenido
de presidente a un zapatero
(uno auténtico).

No creo en el tiempo;
pero uso reloj
(vanas incoherencias).

Creo en el último legado
del primer sanatorio;
en Momo;
en ti,
(tu sonrisa);

creo
y aún me llaman ateo…

P.D. Mantengo mi creencia
entre libros y papeles,
y cines y videos y conciertos
y encuentros ocasionales de sonrisas y peces…
(sin espejuelos).

¡No quiero ser presidente!
sólo alguien que sueña su verdad
(tal vez la cante o la grite…)
y sabe que no miente.

El último día del bombardeo aéreo

Pierre Bouldré, Nastenka, yo y la muchacha del vestido rojo
cocinábamos nuestras propias palabras sin fuego.
Lo que hacíamos era lo siguiente:
Pierre Bouldré hablaba y los demás escuchábamos.
Luego Nastenka hablaba y los demás escuchábamos.
Yo hablaba y ellos escuchaban.
La muchacha del vestido rojo, entre
sorbo y sorbo de paciencia y
verdades
Se levantaba y contorsionaba su cuerpo
Y nosotros pensábamos que bailaba.
Esperábamos entonces hasta que
terminara su mentira giratoria,
Y reanudábamos el rito… (ustedes saben)
Pierre Bouldré hablaba y los demás escuchábamos.
Luego Nastenka y los demás escuchábamos.
Yo hablaba y ellos escuchaban.
La muchacha del vestido rojo esta vez dijo un poema,
Un turbio juego de palabras
Donde mezcló la nieve y los caballos,
Y las azucenas y las pandemias y los heroicos
Minutos del presidente yugoslavo y su esposa
mientras hacían el amor en la tribuna
bajo aplausos interrumpidos solo
por los gritos de la dama primera.
Y fue bueno después de todo
Vivir la experiencia de la noche del bombardeo aéreo.
Ustedes saben…
No hay mucho que hacer en estos días.
(no había mucho que hacer en esos días)
Sólo el fuego, Pierre Bouldré, Nastenka,
yo y la triste muchacha del vestido rojo.
En realidad todos éramos los mismos tristes de siempre
Pero en este caso bajo situaciones especiales
(ustedes saben)…
bombas, mentiras, bailes y poemas
lo cual acrecentaba el miedo al frío y al miedo al frío.
Así crecimos…
Ayer llamé a Pierre
(hemos mantenido el recuerdo en llamadas y postales)
Y me habló del cáncer de su madre
Y de la posible ingravidez de su esposa
Y de la vampira de su amante
Y yo no pude más con aquello y dije:
“Bueno, Pierre, gusto en hablar contigo”
y colgué.
Así vivo. Ustedes saben…

No es bueno alimentarnos
del recuerdo de la noche
En que la muchacha del vestido rojo
Puso su dedo en mis labios y dijo:
“Ojalá fueras más joven”.
Y nada más pasó, nada más
que el día al día siguiente
Y la noche que siguió al día
Y el día luego…

Así, así morimos.

Yo no he dicho todavía

Yo no he dicho que el tiempo fluye
en los fantasmas de mis actos
pasados
repitiéndolos infinitamente
No lo he dicho
todavía
no lo he dicho
Y puede que lo diga
Pero temo la trascendencia de
las palabras mal dichas
-o mal escritas-
como temo no encontrar el lugar exacto
donde murió Pasolini
o donde murió Aristóteles
o Cristo
Prefiero
entonces
escribir callado un triste poema sobre la
dura realidad de los profetas
mudos
y puede que en él
escriba un poco sobre el tiempo que vivo
inconforme
para leerme complacido
en la genialidad de mis neuronas…
Pero temo no ser digno de la fuerza
de las palabras que se escriben
en silencio
como temo no cavar mi tumba in the back yard
in my home, anywhere in the world
-para que me entiendan-
Propongo
entonces
dormir, only sleep
para soñar con tiempos mejores
para ver si pasa algo mientras duermo
y no me pasa nada
para despertar
inquieto
y desear no haber soñado nunca
y no recordar a los profetas
ni al tiempo, ni los fantasmas
de mis actos pasados
-ni mis actos-
y pienso
entonces
que todo ha sido -y será- en vano
y que este poema es una mierda
y que no puedo más que declarar
entonces
no hablar, no escribir y sobre todo no pensar
porque se corre el riesgo de alucinarse infinitamente
porque se corre el riesgo de gritar sandeces
porque se corre el riesgo de hacer poemas…
y ya lo he dicho, pero no importa
este poema es una mierda
y yo sólo trataba de decir algo.

Ahora que ves

Defínete, defíneme, grita
clama por sonidos, brinda por palabras
gime
gime y fluye en la oscuridad de sombra que fue luz,
cuerpo,
artificio celular, escafandra,
puro miedo y sonrisas transparentes,
transparencia
¿Qué más da?
Innata,
Innata vive todavía cualquier
tenue ilusión no cumplida
no acabada, no sumisa
El dolor
el terrible dolor de ser
vacía amargura asonante.
Nadie importa, tú, yo menos. Nadie importa.
es
es entonces un libro devorado por el tiempo
la imprecisa utopía que quizas devuelva
el soplo demorado
vida
vida, coño, que no existo
Defínete, defíneme, grita.
Nunca perdones mis excesos
tampoco abandones mis uñas podridas de polvo
existe, solo existe.
gime cuerpo, transparencia innata, el dolor es vida.
Defínete, defíneme, grita.
¿Qué más da?

Algún lunático deliciosamente vago

Algún lunático deliciosamente vago
podrá absorber la verdad condenada al olvido
y gritará:
“Algún día las piedras echarán flores
no de piedra, sencillamente flores
maybe roses, many roses, millions of roses
Do you like’em? Or you prefer azucenas o
mariposas o tulipanes color del
hambre
or paquidermo’s flowers?
creo que no te gustan las flores
y solo flores darán las piedras…”
Todos lo miran y lo oyen
Vuelven luego la vista a la senda, la estrecha senda
¿Quién vive para recoger piedras?
Demasiadas flores, demasiadas piedras y
demasiados locos hablantes
demasiados.
Una dama tiende caritativa su mano al profeta
con una opaca moneda:
“Muy bonita su actuación. Ahora, por favor, descanse.
¿Dónde aprendió el inglés?”
“Shakespeare señora, y un obispo irlandés
Berkeley I think
and Hume and Locke, Juanito, of course
y Hume reía de John
y hablaba y escribía y reía de John
y creía en Buda, adoraba a Buda
casi decía lo mismo que Buda
No, no sé sánscrito, acaso algún francés, mal francés
Liberte, Egualite, Fraternite…
No aceptaré la moneda
Gracias señora,
humana ridícula seducida de usted misma
de sus limosnas”.
Calla el lunático
y se arquea, besa el suelo, se sienta.
Traza un signo descalzo en la acera
Tiene hambre.
Y él es un demente
un ser fluido de cerebro discordante,
alguien que pasará como en un sueño
pesadumbroso y oscuro
alguien que no existira más que para él y para su hambre
alguien que tiene hambre…

-Señora, devuélvale la moneda
déjesela en el piso, justo al lado de sus pies eruditos
descalzos
inciertos de polvo.
Déjesela insonora, desapercibida.
No profane la dignidad de los iluminados
aunque lleven la camisa rota-.

La otra noche

La otra noche vi un búho
quise cogerlo y no se pudo
cuando los ojos crecieron hasta explotar
los vidrios paralelos jugaron
con el directo del oeste medio.
Y asi gritaron por el fango
las sanguijuelas purulentas
burguesas antipáticas
cuasi podridas de risa enajenante y vomitiva
Quedó compuesta la sinfonía
Loca de destellos sublimes
entre ridículos animales
¡Cojones!
Faltó pensar lo buena que ha sido
esta revolución.