Poetas

Poesía de Uruguay

Poemas de Juan Capagorry

Juan Capagorry, nacido en Solís de Mataojo en 1934, fue un poeta que dejó una huella singular en la literatura uruguaya. Su obra, marcada por la esencia rural de su tierra, emerge de las raíces profundas del paisaje de Lavalleja. Capagorry no solo fue un poeta, sino también cronista, dibujante y narrador oral, con una voz que resonó más allá de los límites del papel, transportando a sus oyentes a un universo poético impregnado de naturaleza, memoria y humanidad.

A través de su infancia en el campo, el poeta desarrolló un profundo sentido de pertenencia a su terruño, lo que definió el tono de sus escritos. Siempre se consideró un hombre de Solís de Mataojo, y esa conexión visceral con su tierra se filtra en cada uno de sus versos, donde lo cotidiano adquiere tintes de eternidad. Capagorry fue un poeta del campo, de la vida sencilla, pero también de la introspección, del detalle, del rumor del viento en los árboles.

En la década de 1960, su poesía se unió a la música del célebre cantautor Daniel Viglietti en el disco Hombres de nuestra tierra, un homenaje sonoro a la ruralidad y a los hombres que la habitan. Las palabras de Capagorry, interpretadas por la voz potente de Viglietti, resonaron en los corazones del público, logrando una simbiosis perfecta entre poesía y canción, entre el campo y la ciudad, entre lo individual y lo colectivo. Este vínculo con la música no solo consolidó su figura como poeta, sino que amplió el alcance de su voz, que quedó inmortalizada en fonogramas.

Capagorry vivió entre dos mundos: el dibujo y la palabra, la crónica y el verso. Cada trazo de su pluma fue un reflejo del Uruguay profundo, de sus costumbres, sus dolores y alegrías. En Montevideo, donde falleció en 1997, dejó una estela de poesía viva, de memoria y de canto, un legado que sigue latente en la cultura uruguaya.

Con su obra, Juan Capagorry se erige como uno de los grandes poetas de la tradición uruguaya. Un poeta de la tierra, de la voz, del tiempo.

Pión pa’ todo

Dicen que madruga el gallo,
pero yo madrugo más,
él no ha anuncia’o la mañana
y yo ya salgo a ordeñar.

Hay que barrer los galpones
y los chanchos racionar,
Ciriaco, a ver si se mueve,
mucha leña hay que cortar.

Como petiso ’e piquete
el pión pa’ todo ha d’estar,
lo manda la cocinera
y le grita el capataz.

Como petiso ’e piquete
el pión pa’ todo ha d’estar.

Tengo un recadito ’e negro
y un mancarrón muy mata’o,
unas bombachas rotosas
y fumo del que me dan.

¿Sabe? ¡me gustan las chinas!
y me voy a puebleriar,
allá cada quince días
que algún domingo me dan.

Ahí lo tiene al pión pa’ todo,
se lo quise presentar.
Vamos, apure, Ciriaco,
los terneros hay que atar.

Como petiso ’e piquete
el pión pa’ todo ha d’estar.

Acordeonista

Acordeón de dos hileras,
alma y lujo del boliche,
pa’ que arrugues el silencio
basta una copa de envite.

Viejo tuerto, dedos mochos,
que salís de vez en cuando,
te entreverás en la fiesta,
te mandás algún vinacho.

Ronco, lerdo, quejumbroso,
canto de acordeón sencilla
que elige para lucirse
chotis, polcas y maxixas.

Una cosa humilde, ¿sabe?
casi nacida pa’ rancho,
milonga de gente pobre
que aleja penas cantando.

Cielo abierto, calle sola,
terminada la función,
guarda el fuelle en el estuche;
se van a tumbos los dos.

Calagualero

En lo más hondo del cerro,
allí te voy a buscar,
donde se enreda la sombra
con la crucera mortal.

Calaguala, calaguala,
¡dónde viniste a nacer!

Hay que llegarse arrastrando,
mismito como el tatú,
qu’el ojo del estanciero
es pior que la espina ’e cruz.

Calaguala, calaguala,
¡dónde viniste a nacer!

Te procuro en las quebradas
esquivando el ñapindá,
saludando las arueras,
allí te voy a buscar.

Atadita con envira
te cargo pa’ regresar,
y entre las flores puebleras
casi ni te han de notar.

Calaguala, calaguala,
¡dónde viniste a quedar!

Cañero del norte

Cañero del norte,
cortadera en mano,
la faca afilada,
ceniza y sudor.

La caña es amarga,
amarga pa’ vos,
que al dueño lo endulza
con plata y alcohol.

Apanela pindurada
con grasa, carne y fideo,
tomando algún trago ’e caña
junto al fogón, los cañeros.

Una caña que te anima
y otra que te da dolor,
los bonos sirven pa’ poco
en la cantina ’el patrón.

Cañero del norte,
cortadera en mano,
la faca afilada,
ceniza y sudor.

Niño sin escuela
ayudando al padre,
qu’en la azucarera
se aprende a sudar.

Te está esperando el lucero,
Peludo, ‘el cañaveral,
con una luna de azúcar
pa’ un día con gusto a sal.

Al hombre que pita rubio
un día ha de llegar
con cortadera y con faca
la voz del cañaveral.

Chacarero

Te dieron tierna semilla,
se volvieron a besar,
ayer, fue hace mucho tiempo,
solos los viste llegar.

Al paso lento ’e los bueyes
la reja rompió el terrón,
mano puesta en la mancera
sembrando de sol a sol.

Tierra, tierra generosa,
ya la lluvia llegará,
dando vida a la semilla
todito lo empapará.

Canta, canta, chacarero,
larga melga del amor,
que en la tierra canta el trigo
y grita tu corazón.

San Isidro Labrador,
santo de los chacareros,
el quince ’e mayo en Solís
en hombros te llevaremos.

Chacarero en campo ajeno,
todas tierras del patrón:
ni siquiera las conoce
y se lleva lo mejor.

El carrero

A la huella, a la huella,
vamos, carrero,
dejar la carreta
rumbiar p’al pueblo.

Y tendremos mujeres,
guitarra y caña,
cruzaremos la noche
meta picana.

Yo he visto muchas taperas
y sólo me duele una,
pero le juro, compadre,
que los caminos me ayudan.

A la huella, a la huella,
vamos, carrero,
tranqueando la noche,
que llegaremos.

En el clavo prendido
llevo el lucero,
picaneando los bueyes,
lujo ’e cencerros.

Carrero ’e carreta vieja
a los golpe’ ‘n el camino,
cómo le cuesta a la pobre.
Ayudala con el silbo.

¡Buey barroso!
¡Por si acaso!
¡Compañero!
¡Ushi… ushi… ushi… buey…!

Garcero

Bañado, calla, no muevas el viento,
la garza blanca se va a despertar.
No vaya a volar.

Montón de espuma y de amanecer,
garza rosada que no ha de volver.
No podrá volar.

Un ojo de agua se asoma a mirar,
la garza rosada lo hiere al pasar.

Garcero oculto la vino a matar,
su pluma en sangre empapada está.

Bañado quieto, triste pajonal.
No podrá volar…
No podrá volar…

Milico ‘e pueblo

El milico con su pito
ya les prende los faroles,
noche, noche.

Despierto queda el boliche
envejeciendo en alcoholes
caña, caña.

Te refalás por el fondo,
bebedor de un trago solo,
milico, milico.

Uniforme que te duele
a vos, que sos como todos,
hombre, hombre.

Que todos te son iguales
si te toca proceder,
hermano, hermano.

En las horas de la ronda
¡si habrá cosas que pensar!
solo, solo.

Levantándose en la noche
perros, gallo y rocío,
madrugada, madrugada.

En lo que tenés adentro
nadie te puede mandar,
milico, milico.

Lairarai, lararaira…
¡Nadie te puede mandar!

Monteador

Hacha y hacha por el monte,
el monteador.
Viene cortando la noche
antes que el sol.
El coronilla nudoso
ya lo sintió.

Tala de costa o caroba,
¿cuál bajará?
Tembetarí o arrayán,
¿cuál volteará?

Astilla en sangre que salta,
hacha y sudor.
Canta que canta el acero
sin compasión.
Cómo chilla en la chicharra;
calienta el sol.

Hacha y hacha por el monte,
el monteador.
El coronilla temblando
se derrumbó.

Pescador de arroyo

Pescador de mi pueblo,
de aparejo y caña,
silencio, fogón y espera
en laguna solitaria.

En las aguas tan quietas
que son un asombro negro
parece una gota ’e luna,
tu boya blanca de ceibo.

Y en la noche tu fogón
como flor de zapallera
te va dorando el asado,
te va quemando la espera.

Volvés con tu carga ’e noche
de bagres y tarariras;
tu sombra canta bajito
con su voz recién nacida.

Pescador de mi pueblo,
de aparejo y caña,
silencio, fogón y espera
en laguna solitaria.