Poesía de México
Poemas de Josefa Murillo
Josefa Murillo Carlín (San Cristóbal de Tlacotalpan, Veracruz, 20 de febrero de 1860 – Ibídem, 1898) fue una poeta mexicana conocida como “La Alondra del Papaloapan”. Su obra ha sido considerada dentro de la corriente del Romanticismo. Nació en 1860 y murió en 1898 en Tlacotalpan, Veracruz. Desde los 15 años colaboró en revistas y periódicos. Se le conoció como “La musa de Papaloapan”. Sus poesías aparecieron en los periódicos El dictamen, El correo de sotavento, La voz de sotavento, La voz de Tlacotalpan.
Así
Elevóse en la orilla del arroyo
blanco jirón de gasa,
y al llegar a lo azul, desvanecióse,
cayendo en gotas de agua.
Mi esperanza de amor se alzó ligera
como esa nube blanca,
flotó un punto en el cielo de la dicha,
y se deshizo en lágrimas.
A UNA ESTRELLA
Cándida estrella que das
el fulgor más peregrino,
y tu celeste camino
radiante cruzando vas…
¡Cuántas noches, desde lejos,
al verte por lontananza,
un rayo de mi esperanza
soñe ver en tus reflejos!…
Y ¡cuántas, me parecía
cuando tu lumbre velabas,
estrella, que te ocultabas
porque yo me entristecía!..
Tengo el pecho comprimido
por un intenso pesar,
grande, grande como el mar
y triste…como el olvido…
Seres que en la cuna vi,
seres que mecí en la cuna,
hoy la contraria fortuna
aparta lejos de mi…
Mis caricias y mi afán
en llanto se convirtieron:
lloré por los que murieron,
lloro por los que se van…
Y se quedará la casa
cuando se hayan alejado,
como nido abandonado
de golondrina que pasa…
Golondrina que se aleja
para nunca más volver…
¡Ay, yo no quisiera ver
el triste nido que deja!..
Cándida estrella que das
el fulgor más peregrino,
y tu celeste camino
radiante cruzando vas…
Alumbra los tristes lares
que atraviesan los viajeros;
con tus rayos placenteros
calma todos tus pesares…
Y cuando lejos de aquí
busquen amor y consuelo,
¡blanca estrella, desde el cielo
acarícialos…por mi!…
PADRE
Para cantar en tu día
¡Oh padre! quisiera yo
las notas que el rey poeta
con el arpa acompañó,
unidas a la voz dulce
que las Vírgenes de Sión
elevaban en el templo
para cantar al Señor:
voz de respeto profundo,
voz de ternura y amor:
Porque cantar a mi padre…
¡Es como cantar a Dios!..
Contraste
Sobre los troncos de las encinas
paran un punto las golondrinas
y alegres notas al viento dan:
¿Por qué así cantan? ¿Qué gozo tienen?
Es porque saben de dónde vienen
y a dónde van.
En este viaje que llaman vida,
cansado el pecho y el alma herida,
tristes cantares al viento doy:
¿Por qué así sufro? ¿Qué penas tengo?
Es porque ignoro de dónde vengo
y a dónde voy.
Intimas
Yo valgo más que tú, yo pulo el verso
y sé cantar en la florida aurora
y en la noche callada la sonora
palabra de verdad, el universo.
Me fue la vida cual puñal perverso
que se clavó en mi carne gemidora,
me fue la joven ilusión traidora
y amé tu nada. Y en el espejo terso
del lago del ensueño al resquebrarse
cortó en mi pecho la profunda veta
de la razón, que tarda ya en cerrarse.
¡Oh, vida! Deja que descanse quieta,
que la mujer por la que va a extenuarse
no es digna de los sueños de un poeta.
La ola
Recuerda el tiempo que en la playa sola,
al ver la ola
que alumbraba el sol,
tú me dijiste que la mar un día
se acabaría
antes que tu amor.
Hoy que te busco por la playa sola,
no está la ola
que alumbraba el sol;
las olas mueren y tu amor no existe;
¡qué mal supiste
comparar tu amor!
VAGANDO EN EL TERRUÑO
Amanece. Refleja el ancho río
nubes doradas, juncos y palmeras,
y va a perderse en el boscaje umbrío
donde fingen unirse las riberas…
En busca de los peces, codiciosas,
a la orilla dirígense las garzas,
espantando a las tiernas mariposas
que dormitan aún entre las zarzas…
Rápida la gaviota el aire hiende,
y el cisne alisa su ropaje blanco,
bajo el florido múchite que prende
la torcida raíz en el barranco…
En la selva, el virsúchil aromoso
liban ya los sedientos colibríes,
y el cardenal despierta receloso,
alisando sus plumas carmesíes…
La pálida laguna se abrillanta,
y al beso de la honda placentera,
se entreabre el nenúfar, mientras canta,
oculta en el bambú, la primavera…
Rasga la aurora el vaporoso velo
prendido entre los montes y las aguas,
y Tlacotalpan surge, irguiendo al cielo
el trémulo penacho de sus yaguas…
¡Cuan bella es! la espléndida paleta
de natura en su hechizo se consume:
cual la mujer amada del poeta,
tiene el color, la línea y el perfume…
Y hay en esa luz encantos sin iguales.
Porque esa luz, Elodia, es la que vimos
sonreír en el huerto y los portales
de la casita blanca en que nacimos…
¨
¡Oh, mi tierra adorada! Al contemplarte,
goza mi alma y se eleva agradecida…
¡Quién conquistara un lauro que dejarte
como una ofrenda al terminar la vida!…
- Juan Díaz Covarrubias
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