Poetas

Poesía de México

Poemas de José Sebastián Segura

José Sebastián Segura (Córdoba, Veracruz, 20 de enero de 1822 – Ciudad de México, 14 de enero de 1889) fue un ingeniero, poeta, traductor, sacerdote católico y académico mexicano.

Fue un ingeniero de minas, ejerció su profesión en Real del Monte y Pachuca en el estado de Hidalgo. Durante esta época compuso buena parte de su obra poética. Fue discípulo de José Joaquín Pesado.

Realizó traducciones de Horacio, Virgilio, Tirteo, Calino y Schiller, así como los primeros cantos de la Divina comedia de Dante Alighieri. El 11 de septiembre de 1875, fue miembro fundador de la Academia Mexicana de la Lengua, de esta forma, se convirtió en el primer ocupante de la silla V. Poco antes de morir se ordenó sacerdote. Murió en la Ciudad de México el 14 de enero de 1889.

Amor y desdén

Fuego sutil circula por mis venas
al contemplar tus seductores ojos,
y la sonrisa de tus labios rojos,
y la gracia gentil con qué enajenas.
A tus palabras, de dulzura llenas,
de mi estéril desierto los abrojos
convertiste en edén, y por despojos
quedó mi alma de amor en tus cadenas.
Más, ¡ay!, que al punto, Laura, con desvío
me ves y te me alejas de repente
sin que te duelas del quebranto mío.
Si es criminal quien te ama reverente,
y a tu beldad consagra su albedrío,
sólo quien no te ha visto es inocente.

A Laura

(Antes de su partida)

¡Mísera flor!, te arrancará el destino
de mi doliente y cariñoso seno,
y el mundo cruzarás, de azares lleno,
en alas de estruendoso remolino;
o tal vez hallarás en el camino
otro sol y otro campo más ameno,
y halagada del céfiro sereno
ostentarás tu encanto peregrino;
o tal vez, entre estériles abrojos
irás a marchitarte, flor querida,
o entre ruinas y fúnebres despojos.
Aunque de mí te encuentres dividida,
las lágrimas ardientes de mis ojos
tú rocío serán en esta vida.

PRENDAS DE AMOR

Ensueños de rosa y celestes visiones
Más lindas que de Eva en el mágico Edén,
Gozaste en tu cuna de amor é ilusiones,
Besando tu madre encantada tu sien.

¡ Ay! de ella la perla, la flor y el tesoro
Fuistes, ¡oh niña, bendita de Dios!
Y yo que en ti miro un arcángel que adoro.
Una alma tan sólo formamos los dos.

En prendas me distes, hermosa, aquel rizo
Que al verte mil veces tu madre besó,
Y el beso que puso en tus labios su hechizo
Tu amor en mis labios por siempre clavó.

Guardarlas te juro cual dádiva inmensa;
Conmigo á la tumba, mi bien, bajarán,
Y aquí entre las sombras de niebla tan densa
Serán nuestra luz y feliz talismán.

EN EL ALBUM DE LAURA

Eres, ¡oh Laura bella!
En este mundo un ángel,
Modesta y solitaria
Como la flor del valle,

Y pura cual las perlas
De los tranquilos mares.
Mi corazón humilde
Por tí suspira, y arde

Como la oculta llama
Que abrigan los volcanes.
Feliz cuando en tu frente
Un casto beso estampe,

Y más feliz, señora,
Si al pié de los altares
Tu amor á mí consagras,
Y gracias celestiales.

EL RAMO DE FLORES

Laura en un tiempo, cuando Dios quería,
Al cruzar por sus lindos corredores,
Me daba un ramo de fragantes flores,
Llena de gracia y noble cortesía.

Nunca dejó pasar un solo día
Sin que yo recibiera sus favores;
¡Como que ella el amor de mis amores
Es siempre, y la mitad del alma mía!

Dulces años vivimos de esta suerte;
Me mira hoy con desdén si nos hablamos,
Y mi gloria en infierno se convierte.

Muy léjos, ¡corazón! de Laura estamos;
Quizás te llore en mi temprana muerte
Viendo en mi tumba sus fragantes ramos.