Poemas:
Vidas ejemplares
Tres fósforos yacen acostados
en una cama de cartón.
Es tarde en la noche
y el calor del verano los sofoca;
conversan del destino
y de lo hermoso que es arder
acercándose a dos velas
cuando los enamorados
se miran con dulzura
antes de cenar.
Están concientes que sus vidas
se acercan al ocaso y no le temen;
la vida es eso,
una llama que surge
y que se apaga
al intentar asir su fuego.
Tranquilos aguardan
y en el tedio de la espera,
juegan a soñar que hay otra vida
que nace cuando mueren.
EL SUICIDIO DE NARCISO
En el espejo imperturbable, esos ojos restituyen
el brillo que el acero templa en la navaja. Perciben,
aún altivos, que la juventud fue un resplandor
del sol en la ventana, una imagen que la esfinge
con su enigma se encargó de descifrar.
El agua que se escurre grácil deja atrás el lavamanos,
geta pozas que de a gotas parecieran recrearse
en outro espejo. ¿En que rio sus cabellos fueron nieve?
Avanza en la corriente el cuerpo que fue hermoso,
el hierro con su sangre yace ardiendo a un costado
de la tina. Con ódio apresuras el arribo de la noche,
consternado te maldices al sentir la puya en la cerviz;
tienes certeza, ya no sufres, que el tiempo se termina,
que la memória es a veces como una piedra enorme
en los brazos de un niño, un ave negra que se posa
en la rama más delgada de la higuera.
Llaman a la puerta, vuelven a llamar esos nudillos:
una carta se desliza alli en la entrada de la casa.
iEl amor tardío siempre ha sido la acción de la torpeza!
La realidad sigue observando cabizbaja el sobre
que en el piso yace blanco. El ritmo se detiene
finalmente, la visión es la que narro:
sangre en las muñecas se desprende,
el reflejo de Narciso suspendido en el agua
quema el vidrio, enamorado de otra muerte queda solo.
El tigre mental
En el vacío, sólo el tigre permanece.
En oídos finos, no existe el bullicio.
Escuchar a la fiera carnicera
que camina ensimismada en su vaivén,
descendiendo invisible y perfecta
por las hojas de los lotos que cubren la laguna,
es una utopía comparable a la sombra
que ejercemos con fervor de novatos
en el arte de hablar desde la jaula.
En el vacío, sólo el tigre se desplaza..
En oídos finos, no existe el bullicio del follaje.
El felino no es doméstico, es un gato mayúsculo;
como ha vagado demasiado
por la inmensidad de la mente
creemos escuchar rugidos en las noches.
Son temores, lector. Sólo zarpazos.
Para crear mitos, el miedo es necesario;
crear uno,
se vuelve imprescindible.
LA CASA DE LA FICCIÓN
Cruje la puerta de metal y el viento
muerde las cortinas y su dejo.
En la mesa de caoba se alza fulgurante el candelabro
y en el bronce se desprende, se desliza,
lento, imperceptible, un rio enorme de vejez.
Sendas copas suben a sua lábios,
contienen un torrente que no ha de tener la soledad.
Esta es la noche de murciélagos de Usher
y el brillo de diademas en el cuello
dekucadi de Annabel,
detiene el tiempo, sostiene
la prestancia ya perdida.
Van los dos a la ventana: estremécese el jardín,
decrépias estatuas en pavor huyen a hierbas.
En toda la comarca aúllan perros,
escúchanse blasfêmias y junto a la puerta de metal
se desploman los borrachos y sus almas.
Edgar la besa, el polvo entre sus labios
es un maizal atacado por los cuervos.
Gallo blanco sobre un fondo blanco
Aunque la ausencia de color es real
quitemos el rojo con que se colora el gallo,
quitemos sus patas amarillas,
el pico negro,
la sangre reseca de sus ojos.
Quitemos el paisaje donde acostumbra a pasearse,
el verde intenso del follaje,
dejemos en el blanco al gallo blanco.
¿Lo ves ahora?
Es casi inmaterial su estampa, pero está allí.
Parado debajo de ese helecho imaginario
canta con fuerza,
resplandece.
¿De qué color es el canto del gallo ahora?
¿El color de la ausencia lo define?
Es tarea de seres humanos apreciar que la vida existe:
El mar es enorme y la vida canta desde las profundidades.
EL ELEFANTE
El elefante come hojas
porque cree que el verde es un color;
pero al rumiarse se da cuenta que es mentira
y escupe entre el marfil de sus colmillos
la montaña.
El elefante rumia lentamente
porque sabe que el queso es delicioso;
pero al comer se da cuenta que es un charco
y escupe entre el marfil de sus colmillos
a la luna.
El elefante mira el firmamento
porque cree que podrá emprender el vuelo;
pero al bati rorejas se da cuenta de su peso
y baja presuroso de las nubes
a la tierra.
El elefante está durmiendo,
cuatro mariposas lo alzan trasladándole
a una flor. ¿Ustedes creen que no es cierto?
Bajen entonces de la rosa
al paquidermo.
Elegía a un ciclista
Viéronle correr por estas calles,
escapado, en punta.
La neblina cubría los cerros,
la vida, su mirada
y en su mirada la ciudad quedaba atrás,
tal vez hasta Dios quedaba atrás.
Las nubes, los árboles fijos al espacio
al subir esa montaña que es la idea –
lo ven pasar en embalaje,
lo ven doblar, perderse,
la recta lo devuelve hasta la hoja
en que yo escribo.
Viéronle correr a la distancia,
a la distancia el pelotón y la rodada.
Al entrar al cementerio
el escapado pedalea más aprisa.
Las tumbas y los nichos se abren todos
y los muertos ven pasar esta carrera;
por los lados se abren fosas y más fosas,
nadie entiende –
cientos, miles de ojos ya al vacío
van a tierra…
…la quietud se logra al avanzar
todos los trechos,
si el hombre es el momento
la libertad se justifica.
Ya no logra detenerse. Sigue y sigue,
los pedales van al rojo.
Se alzan cruces por doquier
aunque van a campo abierto,
eso indica que la muerte se propaga
emparejada a este poema,
al cual -ya amenazado, casi censurándose-
no le queda sino huir
a un lenguaje más confuso.
Se avista la llegada. Se oyen vivas
y banderas que se alzan.
Apresúranse los rezagados,
los que siempre creyeron
incluso en los momentos de más sangre –
que el camino es táctica y amor.
Las llantas van humeando
pero la fricción no puede ya dañar
estas palabras.
Ya no existe el escapado,
todos van allá en la punta,
el lenguaje es el recurso con que corro
en esta vía;
la meta es inminente,
la victoria será nuestra.
Aullidos
En noches como éstas
resulta ligero morir,
rezar afuera de una iglesia,
fácil coger por el talle
a las doncellas e ir a los hoteles,
dura la soga de donde el cuello pende
en noches como éstas
hombre y perro aúllan,
aférranse a los vasos los cobardes,
surgen las pandillas y el jadear
de los muchachos al violar
se esparce en la ciudad
en noches como éstas
levántanse las copas de cristal en recepciones
y al sonar esos cristales en el brindes
cae el sostén de la muchacha en el café
y otra llena su boca con un pene
por monedas
en noches como éstas
escúchanse disparos, golpes y patadas
en las puertas, gente que la arrastran
a un furgón, gritos que atraviesan
las paredes, bultos que caen
al océano
en noches como éstas
aúllan los huesos y su carne,
sigilosos en las sombras nos movemos,
lobos somos esquivando cepos,
zorros, en un barrio donde la tropa merodea
intendo hacer la caza
en noches como éstas
suben las señoras a los autos
con las hienas en sus brazos
y los sobrios caballeros alzan tono
cuando quiebran la botella ya vacía
en el pavimento
en noches como éstas
el poeta camina en la ciudad,
saluda a las ánimas, apoyado
en los árboles a todos les sonríe:
sabe que la noche
termina en la mañana.
Un granuja en las calles
Como un truhán de poca monta
voy por bares y por calles empedradas,
silbando sin asombro
y respondiendo a quien lo dude,
que aún soy dueño del mundo
no me importa el desenfado,
la ceguera de los tontos
o la comodidad de los burgueses;
veinte hogares he empezado
y veinte han sido las herencias
los puentes me conocen, las amantes
en las esquinas no quieren
despedirse, vuelvo a ser
el último poeta de la aldea:
tal vez los tiempos se repiten
¡vago!, ¡vago!, apellídanme las madres,
me dan con puertas en narices
al instante en que pregunto por ustedes;
no podría corromper a mis iguales,
por ende, feliz sigo mi rumbo
y en mi camino hacia la aldea
de la noche y a quien aún desee
conversar, le narro intenso que una vida
es importante si puede alzar la vista al cielo
y ver las nubes de la infancia.
La misión de un hombre
Un hombre es un hombre
en cualquier parte del universo
si todavía respira.
No importa que le hayan
quitado las piernas
para que no camine.
No importa que le hayan
quitado los brazos
para que no trabaje.
No importa que le hayan
quitado el corazón
para que no cante.
Nada de eso importa,
por cuanto,
un hombre es un hombre
en cualquier parte del universo
si todavía respira
y si todavía respira
debe inventar unas piernas,
unos brazos, un corazón,
para luchar por el mundo.
Biografía:
José María Memet es el seudónimo de Pedro Segundo Ortiz Navarrete, un poeta y productor cultural chileno nacido en Neuquén, Argentina, el 22 de septiembre de 1957. Su nombre artístico proviene de un personaje de una novela de su padre, que era escritor y periodista.
De padres chilenos y descendiente de mapuches, adoptó la ciudadanía chilena en 1970 y vivió en la zona de la Araucanía, donde se formó su sensibilidad por la naturaleza, la cultura indígena y la diversidad. Estudió en el Liceo Pablo Neruda de Temuco y luego en la Universidad de Chile, donde se licenció en Filosofía.
Fue opositor a la dictadura de Pinochet, miembro del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y trabajó durante una década en la Vicaría de la Solidaridad, organismo que denunció las violaciones de los derechos humanos y que promovió la defensa de los mismos. Por su activismo político, fue detenido, secuestrado y torturado en varias ocasiones. En 1981 tuvo que partir al exilio a París, donde vivió hasta 1985.
En Francia, entró en contacto con otros poetas latinoamericanos y europeos y publicó sus primeros libros: El libro del exilio (1982) y La noche del mundo (1984). A su regreso a Chile, continuó su labor poética y cultural, fundando revistas, editoriales y eventos literarios. Entre ellos destaca el Encuentro Internacional de Poetas Chile Poesía, que dirige desde 2001 y que ha reunido a más de mil poetas de todo el mundo.
Su obra poética se caracteriza por su compromiso con el ser humano, la naturaleza y la política. Ha abordado temas como el exilio, la memoria, la identidad, el amor, la muerte y la esperanza. Su estilo es directo, emotivo y reflexivo. Ha publicado más de veinte libros de poesía, entre los que se encuentran: El libro del exilio (1982), La noche del mundo (1984), El libro del retorno (1986), La memoria iluminada (1990), El libro del padre (1993), El libro del hijo (1996), El libro del amor (2000), El libro de los elementos (2004), El libro del fuego (2008), El libro del agua (2012) y El libro del aire (2016).
Ha recibido varios premios y reconocimientos por su trayectoria poética, entre ellos el Premio Pablo Neruda en 1996, el Premio Municipal de Literatura de Santiago en 2009 y el Premio José Lezama Lima en 2019. Su obra ha sido traducida a varios idiomas y ha participado en numerosos festivales y encuentros literarios internacionales.