Poemas:
A PUERTO RICO
Puerto Rico, Patria mía,
la de los blancos almenares,
la de los verdes palmares,
la de la extensa bahía:
¡Qué hermosa estás en las brumas
del mar que tu playa azota,
como una blanca gaviota
dormida entre las espumas!
En vano, patria, sin calma,
muy lejos de ti suspiro:
yo siempre, siempre te miro
con los ojos de mi alma:
En vano me trajo Dios
a un suelo extraño y distante:
en vano está el mar de adelante
interpuesto entre los dos:
En vano se alzan los montes
con su manto de neblina:
en vano pardas colinas
me cierran los horizontes:
con un cariño profundo
en ti la mirada fijo:
¡para el amor de tu hijo
no hay distancia en el mundo!
Y brota a mi deseo
como espléndido miraje,
ornada con el ropaje
del amor con que te veo.
Te miro, si, placentera
de la Isla separada,
como una barquilla anclada
muy cerca de la ribera.
Donde el viento sobre las olas
te lleva en son lastimero,
del errante marinero
las sentidas barcarolas;
Y céfiros voladores
que bajan de tus montañas,
los murmullos de tus cañas,
los perfumes de tus flores.
El mar te guarda, te encierra
en un círculo anchuroso,
y es que el mar está celoso
del cariño de la tierra;
Y yo, patria, que te quiero,
yo que por tu amor deliro,
que lejos de ti suspiro,
que lejos de ti me muero.
Tengo celos del que mira
tus alboradas serenas,
del que pisa tus arenas,
del que tu aliento respira.
Tu das vida a la doncella
que inspira mi frenesí,
a ella la quiero por ti,
y a ti te quiero por ella.
Ella es la perla brillante,
en tus entrañas formada,
tú, la concha nacarada
que guarda la perla amante.
Es paloma, que en la loma
lanza su arrullo sentido,
y tu, patria, eres el nido
donde duerme la paloma:
Si yo te vi indiferente,
si mi amor no te decía,
¡ay patria, yo no sabía
lo que es el llorar ausente!
Mas hoy que te ven mis ojos
de tu mar entre las brumas,
como una ciudad de espuma
forjada por mis antojos:
Hoy que ya sé lo que vales,
hija del sol y del viento,
que helare mi sangre siento
con las brisas invernales;
Hoy diera, en la tierra hispana,
el oro que el mundo encierra,
por un puño de tierra
de mi tierra Borincana.
A MIS AMIGOS
Cuando no reste ya ni un solo grano
de mi existencia en el reloj de arena,
al conducir mi gélido cadáver,
no olvidéis esta súplica postrera:
no lo encerréis en los angostos nichos
que llenan la pared formando hileras,
que en la lóbrega, angosta galería
jamás el sol de mi país penetra.
El campo recorred del cementerio,
y en el suelo cavad mi pobre huesa;
que el sol la alumbre y la acaricie el aura,
y que broten allí flores y hierbas.
Que yo pueda sentir, si allí se siente,
a mi alrededor y sobre mí, muy cerca,
el vivo rayo de mi sol de fuego
y esta adorada borinqueña tierra.
CANTO A PUERTO RICO
¡Borinquen!, nombre al pensamiento grato
como el recuerdo de un amor profundo;
bello jardín de América el ornato,
siendo el jardín América del mundo.
Perla que el mar de entre su concha arranca
al agitar sus ondas placenteras;
garza dormida entre la espuma blanca
del níveo cinturón de tus riberas.
Tú que das a la brisa de los mares
al recibir el beso de su aliento
la garzota gentil de tus palmares;
Qué pareces en medio de la bruma
al que llega a tus playas peregrinas,
una ciudad fantástica de espumas
que formaron jugando las ondinas;
Un jardín encantado
sobre las aguas de la mar que domas;
un búcaro de flores columpiado
entre espuma y coral, perlas y aromas;
Tú, que en las tardes sobre el mar derramas,
con los colores que tu ocaso viste,
otro océano de flotantes llamas;
Tú que me das el aire que respiro
y vida al ritmo que en mi lira brota,
cuando la inspiración en raudo giro
con sus alas flamígeras azota
la frente del cantor, ¡Oye mi acento!
El santo amor que entre mi pecho guardo
te pintará su rústica armonía;
por ti lo lanzo a la región del viento,
tu amor lo dicta al corazón del bardo
y el bardo en él su corazón de envía.
¡Óyelo, patria! El último sonido
será, tal vez, de mi laúd; muy pronto
partiré a las regiones del olvido.
Mi juventud efímera se merma
y ya en su carcel habitar no quiere
el alma melancólica y enferma.
Antes que llegue mi postrero día
y mi cantar se extinga con mi aliento,
toma ¡Patria!, mi última poesía;
¡Ella es de mi amor el testamento!
¡Ella el adiós que tu cantor te envía!
UNA PREGUNTA
Sol espléndido y radiante
en la ancha esfera sujeto;
no te pregunto el secreto
de tu esplendor rutilante.
Ni por qué, nube distante
tiñes de ópalo y rubí;
pero perdóname si
te pregunto en mi querella,
¿si estará pensando en mí
como estoy pensando en ella?
Luna, brillante topacio
que, entre nebuloso tul,
cruzas la techumbre azul
de las alas del espacio.
Si se fijaron despacio
sus bellos ojos en ti,
y si la miraste, di
si estaba doliente y bella,
si estaba pensando en mí
como estoy pensando en ella.
Mar inmenso que te agitas
sobre tu lecho de arena,
y que ora en bonanza plena
tus olas no precipitas;
tú que bañas las benditas
riberas donde viví,
los sitios donde la vi
tan pura, tan dulce y bella,
responde, si piensa en mí,
como estoy pensando en ella.
Brisa, que acaso pasando
jugaste con sus cabellos,
tú que besaste su cuello
su mejilla acariciando,
Y que luego murmurando
te fuiste lejos de allí,
si eres la misma que aquí
pasas sin marcar tu huella,
responde, si piensa en mí,
como estoy pensando en ella.
Noche apacible y serena
por más que te cause enojos,
que sean más bellos sus ojos
y más negra su melena,
Presta un consuelo a mi pena
ya que sufriendo viví,
y pues no llega hasta aquí
el resplandor de esa estrella,
responde, si piensa en mí,
como estoy pensando en ella.
Nubes que en blanco celaje
bordáis el manto del cielo,
cual aves que alzan el vuelo
sobre el inmenso paisaje,
decidme si en vuestro viaje
lejos, muy lejos de aquí,
llegasteis a verla, y si
respondéis a mi querella,
si estaba pensando en mí,
como estoy pensando en ella.
Sol y luna, mar y viento,
nubes y noche, ayudadme,
y en vuestro idioma contadme
si es mío su pensamiento;
si es igual su sentimiento
a este que mi pecho hiere,
decid si mi amor prefiere
a la calma que perdió;
¡decidme, en fin, si me quiere
lo mismo que la amo yo!
A PUERTO RICO (Regreso)
Por fin corazón, por fin
alienta con la esperanza,
que entre nubes de carmín,
del horizonte la confín,
ya la tierra a ver se alcanza.
Luce la aurora en oriente
rompiendo pardas neblinas,
y la luz, como un torrente,
se tiende por la ancha frente
de verdísimas colinas.
Ya se va diafanizando
de la mar la espesa bruma;
el buque sigue avanzando,
y va la tierra brotando
como Venus de la espuma.
Y allá sobre el fondo oscuro
que sus montañas le dan,
bajo un cielo hermoso y puro,
mi bellísimo San Juan.
Y aunque es ciudad amada
mis afecciones encierra,
con el alma entusiasmada,
yo no me acuerdo de nada
sino de ver esa tierra.
Perdonadle al desterrado
ese dulce frenesí;
vuelo a mi mundo adorado,
¡y yo estoy enamorado
del la tierra en que nací!
Para poder conocerla,
es preciso compararla,
de lejos en sueños verla;
y para saber quererla
es necesario dejarla.
¡Oh!, no envidie tu belleza,
de otra inmensa población
el poder y la riqueza
que allí vive la cabeza
y aquí vive el corazón.
Y si vivir es sentir,
y si vivir es pensar,
yo puedo, patria, decir
que no he sabido vivir
al dejarte de mirar.
Que aunque templado y suave
no vive, no, en el ambiente
el pez de las ondas nave
ni entre las ondas el ave,
ni yo de mi patria ausente.
¡Patria!, jardín del mar,
la perla de las Antillas
¡Tengo ganas de llorar!
¡Tengo ganas de besar
las arenas de tus orillas!
Si entre lágrimas te canto,
patria mía, no te asombres,
porque es de amor ese llanto,
y ese amor es el más santo
de los amores del hombre.
Tuya es la vida que aliento,
es tuya mi inspiración,
es tuyo mi pensamiento,
tuyo, todo sentimiento
que brote en mi corazón.
Que haya en ti vida primero,
cuanto ha de fijarse en mí,
y en todo cuanto venero,
y en todo cuanto yo quiero
hay algo patria de ti.
No, nada importa la suerte
si tengo que abandonarte,
que yo solo aspiro a verte,
a la dicha de quererte
y a la gloria de cantarte.
Biografía:
José Gautier Benítez. (12 de abril de 1848 – 24 de enero de 1880) Fue un poeta puertorriqueño. Cursó la carrera militar en España, donde obtuvo el grado de oficial. La ausencia de su patria parece le era muy sentida, y regresó para dedicarse al periodismo y a la literatura. Se le considera la primera figura del romanticismo poético de Puerto Rico. Sus poemas A Puerto Rico ausencia y A Puerto Rico regreso, le hicieron famoso y admirado. Tuvo una corta existencia, pues falleció en enero de 1880 a causa de una tuberculosis. Tuvo una hija con Cecilia Maria Rosa Benitez Neron Longpré: Maria “Pepiña” Gautier Benítez.