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José Domingo Gómez Rojas

Poemas:

Simil

En el bello jardín de mis ensueños
Donde nacen las flores. mis quimeras,
Nacieron muchos lirios que risueños
A la vida entonaron sus primeras
Canciones de dulzuras, halagüeños.

Mas sopló el vendaval y esas mis flores
Dobláronse en sus tallos juveniles;
¡Oh blancos lirios, flor de mis amores!
Desde entonces las flores infantiles
Con su olor no calmaron mis dolores.

Los lirios del jardín, son ilusiones;
Sus risas y cantares, pensamientos;
Y el vendaval de fieros aquilones,
Son las pasiones viles que cual vientos
Sin cesar despedazan corazones.

Bajo este cielo azul

Bajo este cielo azul todo florido de astros
cada pupila siente que se ahonda el abismo
y que ampliando sus formas tiene un florecimiento
de estrellas y de cielos, como la inmensidad.
Bajo el desnudo azul, luminoso de estrellas,
se dignifica todo: charco, flor y gusano;
y en el florecimiento desnudo de los astros
la original belleza canta a la Eternidad.
La beatitud serena de la noche refresca
las canciones de chapo sonoro de la fuente
y en toda cosa humilde la santidad del cielo
pone unciones de estrellas, pone besos de amor.
Los árboles enhebran sus canciones al viento,
las raíces ahondan el negror de la tierra
y entretejen los dedos de sus finas urdimbres
presintiendo en el polvo la transfusión del sol.
Las arañas triangulan sus geométricas telas
en rosales o en cardos y a través de los hilos
se proyectan pedazos de cielo con estrellas
y así, hasta la araña teje su cendal de luz.
Los senderos se alargan narrando una leyenda
de antiguos peregrinos que no volvieron nunca…
Los ojos se humedecen de bondad bajo el párpado
y los labios cuajados de besos se hacen frutas
largamente gustadas por una juventud.
Los abuelos se sienten renacer en los nietos
y sienten que prolongan la humanidad, la vida;
y la madre que siente la tibieza del hijo
al darle los pezones del seno, santifica
el horror de la carne que florece gusanos…
Yo pienso que en las noches todas floridas de astros
hay olor a la luz nueva de vírgenes estrellas,
y pienso que algún día lejano de una estirpe
nacerá él que, venciendo los zipos de la muerte
nos pondrá frente a frente de Dios y de la Vida
(y hasta pienso que yo vendré, lejanamente
desde otro astro, a escuchar las parábolas nuevas).

Como el mar

The Image of Eternity: the sea
Lord Byron.

Dedicada al poeta que ha comulgado con las multitudes: Víctor Domingo Silva.

Como oleadas que se agitan,
se revuelven, se estremecen, gimen, gritan
en mi pecho las tormentas del amor;
y cual toros de fornidas, torvas testas
y pupilas inyectadas y enhiestas,
ya se escapan mis protestas,
mis protestas de dolor.

Mar rugiente donde fluyen y refluyen los enojos
de mi raza, tal es mi alma dolorida
donde rugen iracundos cantos rojos;
en mi pecho toda fibra estremecida
es como una gigantesca ola de llanto
y cada ola -cada fibra- forma un verso de mi canto,
y es mi canto de alma herida
como un grito de tormenta enfurecida,
como un ay de rebelión

Mar rugiente,
mar hirviente
es mi alma estremecida
al vibrar con el amor,
como el mar ella canta y modula los poemas.
Los poemas de mi vida,
que son gritos y anatemas
de dolor.

Como el mar, profundo abismo
que se agita, tal es mi alma toda llena de idealismo.

Como el mar y sus oleajes
y sus ímpetus salvajes,
en mis cantos y en mis giros tan diversos,
se retuercen las ideas de mis versos.

Como el mar que modula sus canciones
-sus canciones formidables, sus tormentas y tormentos-
es mi alma que modula sus lamentos
que son cantos que predicen las futuras,
las tremendas, formidables rebeliones!…

Crepúsculo

I

Frívolos madrigales de las sutiles rosas
ritman en los jardines las musas de belleza
y comulga en los ritos del alma de las cosas
como una ofrenda triste mi llanto: voz que reza.
En las gamas exóticas de la tarde doliente
finge la luz un iris -raro florecimiento
crepuscular-. Y pasa rozándome la frente
el murciélago sombra en las alas del viento…
La sombra ya penumbra la arena de las sendas,
perfúmanse de rosas los líricos jardines
y reinan en las pantas fabulosas leyendas.
Los nocturnos de seda de ignorados violines.
¡Crepúsculo de ensueño y evocación de amadas!…
La tarde con mi espíritu la comunión empieza
y al final, como epílogo de oraciones rezadas,
dominará en mí la sombra, la noche, la tristeza

Noche:

II

Como una enorme sierpe sus escamas de plata
desenrosca la noche; como raras pupilas
de luz, en los azules, su estelación desata
el infinito… El viento va girando las lilas
¡El recuerdo una amada que se fue…!
Y en la fría
nostalgia -voz de tumba- un suspiro que se arranca
en las alas sutiles de la melancolía
que empuja los lirismos de una tristeza blanca…
¡El recuerdo: unos labios mortales…! se deshoja,
perfumando de rosas, un rosal florecido…
¡Unos labios mortales y una rosa muy roja
pusieron en mi carne besos de amor y olvido…!

III

Despiertan los aromas nocturnos… (Los enanos
juegan con princesitas en sus reinos)…(Las rondas
de sátiros y ninfas tomadas de las manos
fraternizan -mintiendo- en las sagradas frondas)

IV

La luna mis ensueños, romántica, ilumina.
Las rosas a la luna protestan sus querellas,
y un paisaje interior se disfumina
en florecimiento de mágica estrella.

Día de lluvia

(En el puerto)

Hay algo de tristeza en el paisaje
la mañana
penetra con su luz por mi ventana
a mi ser interior y es como ultraje
al fastidio sin fin de mi tristeza.

Aunque trate
de no ver el paisaje exterior, miro
en una pieza
que hay frente a frente a la ventana mía
dos viejecitas: una que bosteza
y otra que lentamente bebe mate…

Yo siento no se qué melancolía.
De vez en cuando pasa por la calle
un transeúnte que fuma un cigarro
o pasa algún chiquillo que contento
pisa las pozas salpicando barro.

El paisaje brumoso
serpentea en los cerros, tortuoso
y se desliza por las calles planas.

El parque dormido

Sendas que se bifurcan todas blancas de luna;
árboles que proyectan sus formas recostadas;
escaños solitarios; fuentes cuyas cascadas
remedan una orquesta. Sobre la gran laguna
la brisa orla su peplo. Pilastras con jarrones
donde el fauno sonríe con sus belfos lascivos
mientras la ninfa mueve sus dos flancos esquivos
dando a su cuerpo esbelto violentas contorsiones…

Cada estrella ha encendido su blanco lampadario.
Cada árbol es como un perfumado incensario
que entonara las glorias del parque florecido;
y vagando por los aires indefinibles notas.
Mientras las fuentes ríen sus carcajadas rotas
llora la luna un salmo sobre el parque dormido.

Escrito en la prisión

Fragmento de un poema

Yo que tengo lejanos jardines en la luna
y reinos invisibles en estrellas lejanas
y princesas dormidas de embrujada fortuna
y reinos interiores y cosas extrahumanas.

Yo que tengo un silencio de armonía profundo,
gravitando con ritmo de misterio en mí mismo;
yo que siento y que vivo la belleza del mundo:
jamás podrán hundirme en el ‘pequeño abismo’.

Basta que mire al cielo y llame a las estrellas
para arrullarlas dentro del corazón transido;
basta que, cara a cara, diga a Dios mis querellas
para que Dios conteste: ‘¡Hijo! ¿te han afligido?’

Por eso nada importa, Madre, que a tu buen hijo
los pobres hombres quieran herir: ¡Piedad por ellos!
Piedad, Piedad, Piedad! Mi amor ya los bendijo;
que la luz de los astros les peine los cabellos!

Miserere

La juventud, amor, lo que se quiere,
ha de irse con nosotros. ¡Miserere!

La belleza del mundo y lo que fuere
morirá en el futuro. ¡Miserere!

La tierra misma lentamente muere
con los astros lejanos. ¡Miserere!

Y hasta quizás la muerte que nos hiere
también tendra su muerte. ¡Miserere!

Polvo y viento

Hoy caen los crepúsculos de mi alma
y dormido me encuentran las auroras;
tengo tantas estrellas en mi ensueño
que hay un divino azul hasta en mi sombra.

Es tan honda la noche de mi espíritu
que en un éxtasis vivo su belleza
y la muerte se acerca hasta mis besos
como virgen vestida con estrellas.

Yo dormiré algún día bajo tierra
y ni mi sombra vagará perdida;
no seré ni recuerdo, ni fantasma,
ni amor lejano, ni canción perdida.

Sólo entonces, tal vez, duerma tranquilo,
sin inquietud alguna… Las estrellas
seguirán en los cielos, y los hombres
viviendo sus dolores por la tierra.

Y yo estaré tranquilo con el polvo
sobre mi corazón, sobre mis labios;
pasarán los millones de centurias…
habrán muerto y nacido muchos astros…

Así quiero dormir bajo los siglos,
vestido con el polvo de lo eterno;
yo que rodé cual lágrima en el mundo
quiero apenas ser polvo sobre el viento.

Protestas de piedad

I

En esta Cárcel donde los hombres me trajeron,
en donde la injusticia de una ley nos encierra:
he pensado en tumbas en donde se pudrieron
magistrados y jueces que hoy son polvo en la tierra.

Magistrados y jueces y verdugos serviles
que imitando, simiescos, la Justicia Suprema
castraron sus instintos y sus signos viriles
por jugar al axioma, a la norma, al dilema.

Quisieron sobre el polvo que pisaron, villanos,
ayudar al Demonio que sanciona a los muertos
por mandato divino y en vez de ser humanos
enredaron la urdimbre de todos los entuertos.

Creyeron ser la mano de Dios sobre la tierra,
la ira santa, la hoguera y el látigo encendido,
hoy duermen olvidados bajo el sopor que aterra,
silencio, polvo, sombra, ¡olvido! ¡olvido! ¡olvido!

II
Y pienso que algún día sobre la faz del mundo
una justicia nueva romperá viejas normas
y un futuro inefable, justiciero y profundo
imprimirá a la vida nuevas rutas y formas.

Desde esta Cárcel sueño con el vasto futuro,
con el tierno solloza que aún palpita en las cunas,
con las voces divinas que vibran en el puro
cielo bajo la luz de las vírgenes lunas.

Sueño con los efebos que vendrán en cien años
cantando himnos de gloria resonantes al viento;
en las futuras madres cuyos vientres extraños
darán a la luz infantes de puros pensamientos.

Sueño con las auroras, con los cantos infantiles
con alborozos vírgenes, con bautismos lucientes:
que los astros coronan a las testas viriles
y su clamor de seda es un chorro en las frentes.

III

Desde aquí sueño, Madre, con el sol bondadoso
que viste de oro diáfano al mendigo harapiento,
con las vastas llanuras, con el cielo glorioso,
con las aves errantes, con las aguas y el viento.

La libertad del niño que juega sobre un prado,
del ave que las brisas riza con grácil vuelo;
del arroyo que canta, corriendo alborozado;
del astro pensativo bajo infinito cielo.

La libertad que canta con las aves es trino,
con los niños, es juego; con la flor, es fragancia;
con el agua canción, con el viento divino
véspero, errante aroma de lejana distancia

Todo es nostalgia, Madre, y en esta Cárcel fría
mi amor de humanidad, prisionero, se expande
y piensa y sueña, y canta por el cercano día
de la gran libertad sobre la tierra grande.

IV

Sin ti, madre, la vida sería un don maldito;
una infame limosna de la carne sufriente;
pero tu amor, es rosa y es cristal inaudito,
es la divina música y es pensarosa fuente.

Hace ya muchos siglos que te vivo y te siento.
Mi tristeza es belleza de un extraño destino,
hacia ti me llevaba este o esotro viento,
hacia tu eternidad ese o aquel camino.

Como tú eras eterna, como tú eras divina,
como sobre tu frente caminaron los astros,
me creaste divino por gracia peregrina:
la eternidad, sumisa, seguirá nuestros rastros.

V

Por ti, la raza humana, madre, se transfigura
ante mis pobres ojos, por tu amor se redime
la carne y la pasión. Por tu inmensa dulzura
nació en mi la piedad para el hombre que gime.

¡Dolor de ser tan triste y tener que ser bueno
porque siempre en mi frente siento que están tus manos!
¡Dolor de ser dulzura para tanto veneno
y de tener el alma puesta en astros lejanos!

¡Dolor, madre, dolor, de escribir mi elegía
por darte en rosas pálidas un secreto tesoro!
¡Dolor, madre, del canto que profanará un día
un mendigo, un tirano y el becerro de oro!

¡Dolor, madre, dolor de tener que cantar
porque un nudo fatal se anuda a la garganta,
dolor de no poder odiar, y amar, amar
a un pueblo vil que deja poner en sí la planta!

¡Dolor, madre, dolor de tener que vivir
y amar la vida cuando lo vulgar mancha el mundo;
y dolor de saber que se ha de revivir
sobre una tierra pura que mancha el rico inmundo!

Sobre tus ojos de mujer

Sobre tus ojos de mujer
se habrá de cerrar un día
el sol de un atardecer.

En tus dos pálidas manos
se apagarán los fulgores
de los luceros lejanos.

Sobre tus labios marchitos
pasará la eternidad
con sus besos infinitos.

Y cuando yazgas dormida
la muerte dirá en tu oído
que un hombre te amó en la vida:
yo también me habré dormido.

Biografía:

José Domingo Gómez Rojas (Santiago, 4 de agosto de 1896-ibídem, 29 de septiembre de 1920) fue un poeta anarquista chileno. También es conocido por ser la única víctima de la Guerra de don Ladislao.

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