Poemas:
¿Cómo podré pagarte…
La nada es el fruto de mi
constante meditación.
Omar Jayyam
¿CÓMO podré pagarte
que me hayas hecho ver
la irrealidad de todo,
la vanidad de todo?
¿Cuánto daría yo
por oír en tu voz
que la nada es el fruto
de tu meditación,
que después de la muerte
hay la nada
o la misericordia?
Tus palabras me llegan
con sabor a tu voz
y me parece verte
con un vaso en la mano,
que levantas
hacia ese firmamento
resultado tan sólo
de la imaginación.
Si es que eres tú, Omar,
arráncame una a una
las certezas.
Que quede tan desnudo
como las claras dunas
del desierto.
Omar Jayyam, brindemos,
porque aunque todo sea
viento, espejismo, sueño,
quiero seguir oyendo
tus palabras,
contemplar tu figura
de apagada ceniza
y beber en silencio
el vino de tu cáliz.
Contemplo el mar, las olas…
CONTEMPLO el mar, las olas.
Saboreo sus aguas,
feliz en esta tarde
que no ha de tener fin.
¿Por qué, por qué esta angustia
que me inunda de pronto
con sus aguas oscuras,
que me arroja desnudo
a la apagada arena
de la playa?
¿Por qué, por qué, si están
las gaviotas
volando tierra adentro
en la tarde tranquila
y las aguas me cubren
hasta saciar mi sed ?
¿Es el mar el que brilla…
Ante la tumba de Paul Valéry
¿ES el mar el que brilla
o eres tú, que apareces
disuelto allá en las olas
para gozar de nuevo
lo que cantan tus versos?
Veo el mar con tus ojos,
el cielo con tus ojos,
los pájaros marinos
con tus ojos.
Y tú me estás mirando
con los míos,
despojados de todo
tú y yo,
envueltos en la luz
de un nuevo mediodía.
Lo que queda de ti,
lo que queda de mí,
es tan poco que es nada.
Sólo, sólo tus versos
brillan como las olas
bajo el sol,
baten en mi memoria
con tu voz.
Tu nombre sobre el mármol,
los míseros despojos
que adivino,
se borran con el eco
de tus versos
disueltos en la espuma.
Hay que llegar al borde…
HAY que llegar al borde
y apurar esta vida
que duda de sí misma
y que vacila,
y acaso se detiene.
y volver, si es posible,
por haber descubierto
que nada, nada pasa,
porque no hay en ti
más que ocres,
estos grises,
los oscuros azules
del otoño.
Me gusta caminar…
ME gusta caminar
sin compañía,
descubrir en los árboles
la semilla del fuego,
ver crecer los arbustos
con su ritmo tranquilo
y sentir cómo a todo
lo ilumina
la misma única muerte
que me ilumina a mí.
Mueren todos los hombres…
MUEREN todos los hombres,
los que ignoran,
los que viven pensando
en el mañana
de un tiempo que no existe.
Todos los hombres mueren,
y esta tarde,
luminosas tinieblas
hacen brillar en mí
una fe que no es fe,
sino conciencia
de cegadora luz.
No sé si mis palabras…
NO sé si mis palabras
son de paz y consuelo
o de desolación.
Desolado es mi rostro
si me miro
en algún frío espejo,
desoladas mis manos
que sostienen el mundo,
desolada la mente
que sostiene mi mano.
La mirada se posa
serenamente en todo,
y el mundo se detiene,
el verso se detiene.
Qué angustia, en la cumbre…
QUÉ angustia, en la cumbre
de la desolación.
Y qué desolación,
tan lejos de la cumbre.
Biografía:
José Corredor Matheos (Alcázar de San Juan, Ciudad Real, 14 de julio de 1929) es un poeta, crítico de arte, historiador, traductor y ensayista español de la Generación del 50.