Poemas:
Celebración de la memoria (I)
Ábrase camino al viento
huella erizada
de sol a noche
Paso al viento
cincel de montaña
cuando nubes arenosas
sepultan todo rastro
Ábrase camino al viento
constructor de silos
flujo mineral que no termina
respiración astral
dispersa ropa de mujer
tenue bandera
Celebración de la memoria (II)
Hay en mí
restos de un continente devorado
En la carta de rumbos
testimonios de vejez larvada
Riscos
Páramo
Mar en lecho
El tiempo diluido en el piélago
Celebración de la memoria (III)
Siempre allí
Siempre atroz
Siempre acechante
Tras lagos de salmuera
el odio lacera la tarde
Habitaré tu nombre
Cuando la ruina y el silencio lleguen
como la sombra maléfica
y la respiración se prolongue en el viento
cuando el desastre corporal
sea dueño de lo incierto
y aun de la última hoja
caída como ángel en desgracia:
habitaré tu nombre
refugio final
convicto ya por mi entusiasmo
bajo el signo del perdón
y la gratitud festiva de tus ojos
atrio de la lluvia incinerada
Entonces el sentimiento dormirá
como mendigo
y desde tu nombre mismo
en busca de indulgencia
reconstruiremos pasajes no advertidos
y el sustento de nuestra magra carne
será una sábana limpia
zona de encuentro de la
existencia fallida
en el siseo de los segundos
prolongado por la agonía animal
sobre una tierra yerma
y un mar cenizo y desafortunado.
Será en el ocaso cuando ese refugio de tus letras
anime la voluntad final
frente a cantores ebrios
en medio del desastre inevitable
y de la prosperidad de la hiedra
sobre mi escalfada conciencia
como muros tutelares
o baluartes cedidos al enemigo
será
que los signos de tu nombre
como alabanza de maitines
en la emoción de nuestro presidio
muden de forma y voz
lapidando mi cuerpo
ensordecido por la proximidad de himnos
que prometen el renacimiento.
Pero nada importará sino tu nombre
residencia de mi nombre y de mi cuerpo
después de la última alborada
después del llanto reprimido
después de tanta minúscula batalla
arropados de follaje
de pinares
centinelas deformes donde la luz trasciende
donde el trino del ave martirizada
después de los riesgos de mi debilidad
después de tanta sangre desbordada de ti
después de la inmisericordia
y de la luz anegando las espigas tribales
de nuestra descendencia
después de tanta molicie
prendida en los clavos del olvido
importará sólo tu nombre
tu alabanza fértil como los granos jóvenes
importará la intensidad de los recuerdos en las cosas
y la lectura perdida de la noche bíblica
importará la mano fortuita
sobre tu carne agotada
plena de sabor y lustre
tu sonrisa en busca de leves comisuras
a quien heredar el gesto de la ternura
y la apertura oral de la satisfacción confesable.
Importará tu nombre
como la mar habitó mis entelequias.
Importará porque sí
y ese estallido en el último hilván
esa caída al dolor
entumecida provincia
disolverá mi espacio
amedrentado por la expiación
y entonces sí
no será tarde ni temprano
será el momento
ni será todo ese amor
sino el Amor
el vértigo añil de los días totales
rendido tributo al sol y a la vida
a la postrer melancolía
a la inútil percepción de los actos olvidados
a la complicidad de las palabras
será tu nombre ropaje amoroso
será otra vez
sólo una vez más
el agotamiento ascendente como maleza
será la sensación del nuevo arpegio
será la basílica o su reflejo
en las aguas de genciana
como invernal anuncio
en el último vibrato de tu cuerpo
en el espejo brumoso al registrar el vuelo
de impensables palomas
restos bruñidos del último sol
será tu desnudez
habitando mi morada que es tu nombre
tutelado por el deseo insomne
que entonces ya será lacayo viejo.
Sólo un nombre habitar
sólo un silencio
sólo un grito desgarrado y enfermo
sólo saber que llegó el momento
sólo eso pedir
y estar ahí
habitando aún
tibio el cuerpo
con la lenta agonía que recorre humillante
las torturas finales
y desear y tener
una navegación postrera
una bruma entre los seres
aparecidos en las esquinas
vagarosos y silentes
un beso desvanecido
bajo la elipse del tiempo
y tu nombre y tu abrazo
soportando la levedad de mis vestigios
sin más nada que el retorno
y el lamento fugaz
y el nombre
y el arcano
y de nuevo el nombre
y mi quejido prolongado
perplejo bajo mar
quedo murmullo
el nombre
invadido de ti
ahí
en tu nombre
habitado por ti o por mi muerte.
Celebración de la memoria (IV)
Para evitar los males que llegan del oceano
hizo levantar una colina de sal
Sobre ella
sus cancerberos otean el horizonte
y aúllan a la luna
Sí
te aguardan
Celebración de la memoria (IX)
Altamar
inunda pastizales acuáticos
pone en retirada a los cangrejos
Celebración de la memoria (VI)
Si hay bajamar
mis islas se desgajan
Si hay bajamar
el estuario se pudre a flor de piel
Si hay bajamar
padecen los cetáceos
Si hay bajamar
no acudes
indulgente y desnuda
a la cita de la suerte
Biografía:
Jorge Ruiz Dueñas, destacado poeta y narrador mexicano nacido el 24 de abril de 1946 en Guadalajara, Jalisco, es una figura que ha dejado una profunda huella en la literatura contemporánea de México. Sus logros abarcan no solo el ámbito literario, sino también una carrera académica y una serie de importantes cargos en instituciones culturales y educativas.
Ruiz Dueñas, graduado en Derecho y con una maestría en Administración de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), también amplió su formación en la prestigiosa Universidad de Oxford en Inglaterra. Su trayectoria académica incluye roles significativos como secretario general de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y comisario del Sector Cultura y Comunicación Social, entre otros.
Además de su dedicación a la academia, Jorge Ruiz Dueñas ha dejado una huella indeleble en el ámbito literario. Sus obras, una amalgama de poesía y ensayos, reflejan una profunda sensibilidad y una aguda reflexión sobre la condición humana. Entre sus títulos más destacados se encuentran “Diván de Estambul”, “La esencia de las cosas” y “Las restricciones del cuerpo”, obras que exploran temáticas variadas con una prosa rica y cautivadora.
Su legado literario se extiende también a la narrativa, con obras como “Contratas de sangre y algunas noticias imaginarias” y “El reino de las islas”. Estas narraciones muestran la versatilidad de Ruiz Dueñas como autor, capaz de explorar diversos géneros con maestría.
A lo largo de su carrera, ha sido reconocido con prestigiosos premios, entre los que destaca el Premio Nacional de Poesía Ciudad de la Paz, Manuel Torre Iglesias en 1980 por su obra “Tierra final”, así como el Premio Xavier Villaurrutia en 1997 por “Habitaré tu nombre” y “Saravá”.
Como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua desde octubre de 2019, Jorge Ruiz Dueñas continúa contribuyendo al enriquecimiento del patrimonio literario de México. Su influencia como escritor y su labor en el ámbito académico y cultural lo posicionan como una figura indispensable en el panorama literario contemporáneo de México y más allá.