Poemas:
AMOR ETERNO
Puso el Creador en tus esquivos ojos
Cuanto bello soñó mi loca mente;
Para saciar la sed de mi alma ardiente
Diole a un ángel mortal tus labios rojos.
El anhelante seno… los sonrojos
Que el mármol tiñen de tu casta frente,
El blando arrullo de tu voz doliente
Si miras en mi faz sombras o enojos …
¡Amor! Amor ideal de mis delirios,
Eterno amor que el alma presentía,
Galardón de cruelísimos martirios,
Puso en tu virgen corazón el Cielo
Para hacerte en la tierra sólo mía,
En mi existencia luz, gloria y consuelo.
En oscuro calabozo
En oscuro calabozo
Cuya reja al sol ocultan
Negros y altos murallones
Que las prisiones circundan;
En que sólo las cadenas
Que arrastro, el silencio turban
De esta soledad eterna
Donde ni el viento se escucha…
Muero sin ver tus montañas
¡Oh patria!, donde mi cuna
Se meció bajo los bosques
Que no cubrirán mi tumba.
Canción del boga
Se no junde ya la luna;
Remá, remá.
¿Qué hará mi negra tan sola?
Llorá, llorá.
Me coge tu noche escura,
San Juan, San Juan.
Escura como mi negra,
Ni má, ni má.
La lú de su s´ojo mío
Der má, der má.
Lo relámpago parecen,
Bogá, bogá.
LAS GAVIOTAS
Alados copos de nívea espuma,
Tras de la bruma
¿De dó venís?
¿ Visteis los montes y selvas gayas,
El limpio cielo, las verdes playas
De su país?
Allá esos labios… por mí suspiran:
Ojos que miran
La mar azul,
Cansados buscan la blanca vela
Que de estas costas lejanas vuela
Rumbo hacia el Sur.
Sol macilento… ya moribundo:
Mar iracundo
Bajo mis pies:
Así te extingues, lumbre del alma…
Piélago hirviente que Dios no calma,
Mi pecho es!
Como esas nubes, etéreas naves;
Como esas aves
Que el aquilón
Junta vagando sobre las olas,
¡Ah!, nuestras almas, tristes y solas,
El Hado unió.
Huerto frondoso… Dulces ensueños,
Campos risueños
Del Cachapoal!
¡Ángel esclavo!… ¡Reina vendida!
Gloria y consuelo, luz de mi vida,
¿En dónde estás?
¿Qué fuerza pudo de entre mis brazos,
Hecho pedazos
El corazón,
Así arrancarte? Sus embelesos,
¿Quién a mis ojos, quién a mis besos,
¡Ay!, les robó?
Aves marinas, libres viajeras,
Que de riberas
Del Sur venís,
Como vosotras, la mar rugiente,
De aquellos labios mi alma pendiente,
¡Crucé feliz!…
En las tormentas, a estos peñones
Los aquilones
Os volverán:
Hacia mi tumba tended el vuelo:
Que el sollos mares dore y el cielo
Allí esperad.
Sol macilento… ya moribundo:
Mar iracundo
Bajo mis pies:
Así te extingues, lumbre del alma…
¡Piélago hirviente que Dios no calma,
Mi pecho esa!
PROBLEMA
Por si al cabo lo cierto no barruntas
Y dudando hasta el fin, no das en bola,
Hacerle quiero a tu problema gola,
Dándoles solución a tus preguntas.
Ya miro ciertas frentes cejijuntas,
Porque los sabios de capuz y estola,
Temen que el sonetillo tenga cola,
Rubicundo color, puntos… y puntas.
Que este bregar no es vida, ¿quién lo niega?
Siempre de mingo la virtud, y ufana
La iniquidad que triunfa en la refriega.
¿Y al morir? ¡Pues mejor! Si no se gana,
Y San Pedro a coristas nos agrega,
Salimos de esta noches toledana.
TUS OJOS
Son mi ley vuestros antojos
E Infierno vuestros rigores,
Ojos negros soñadores
Más queridos que mis ojos.
Ojos que me prometéis
Cuando me miráis vencido
Lo que jamás es cumplido,
¿Perder mi amor no teméis?
Soñé que os encontraría
Y os hallé para perderos,
Ojos que negáis severos
Lo que implora el alma mía.
Bajo sus luengas pestañas
Vuestra luz sorprendí en vano,
¡Bellas noches de verano
De mis nativas montañas!
Ojos que me prometéis
Cuando me miráis vencido
Lo que jamás es cumplido,
¿Perder mi amor no teméis?
¿SOÑÉ?
He soñado feliz que a tu morada
llevóme en alta noche amor vehemente,
creí aspirar el delicioso ambiente
de moribunda lámpara velada.
Sobre muelles cojines reclinada
dormir fingías voluptuosamente,
la cabellera de ébano luciente
sobre el níveo ropaje destrenzada.
Trémulo de emoción tus labios rojos
oprimí con mis labios abrasados…
Pudorosa y amante sonreíste.
¡No bajes, por piedad, los dulces ojos;
brillen por el placer iluminados,
haciendo alegre mi existencia triste!
EL PRIMER SONETO
Una vez… ¡ah!, figúrome que ahora
Respiro aún su delicioso aliento
Y enardecido por sus labios siento
El corazón que la suspira y llora…
“Hazme versos así,” dijo leonora,
(¡Catorce eran de Lope, y un portento!)
“Y lo que pides te daré al momento,
Con la vida y el alma que te adora”
Después… Más nunca demandó cantares,
Porque tan cerca palpitar se oían
¡Mi corazón y el suyo!… Y luminares
Del alama aquellos ojos que ventían
Bajo mis besos luz y lloro ardiente,
¡Fuego inmortal dejaron en mi mente!
RESURRECCIÓN
“Muere el hombre y no torna a levantarse…
¡Y nunca volverá!
Resucitan las fuentes y la planta;
Mas el que dijo a Lazaro: ¡levanta!
No ha vuelto en los sepulcros a llamar!”
I
“Muere el hombre y no torna a levantarse”
Tu labio blasfemó:
De muertos inmortales es tu ciencia,
Sus virtudes son luz en tu conciencia,
Tu gloria, de otras glorias resplandor.
II
¿Muere el hombre y no torna a levantarse?
¿Morirse no es dormir
De madre tierna en el fecundo seno?
¿Es lodo el hombre y su sepulcro cieno,
Y el lodo siente y ama y duda en ti?
III
Muere el hombre y no torna a levantarse…
Y oyes a tu querer
El batallar, las liras y el gemido
De tantos, ¡ay, que mártires han sido
Por verdad, por amor y por su fe!
IV
¡Muere el hombre y no torna a levantarse!
Sócrates y Jesús
¿No existen, no te enseñan, polvo fueron
Que a su paso los siglos esparcieron?
¿Duelce el tósigo fue, baldón la cruz?
V
¿Muere el hombre y no torna a levantarse?
¡Desaliento y horror!
Hálito, aroma o soplo de la nada
Fue de Eloísa el alma enamorada…
¡Y era cieno también su corazón!
VI
Muere el hombre y no torna a levantarse…
¡En vano es ya morir!
¡Y mis últimos besos palpitaban
En esos labios que al besar juraban
En un mundo mejor amarme así!
VII
Muere el hombre y no torna a levantarse:
Padezco… ¿y vivo aún?
Humano miedo fue, Jehová, tu ira;
¡Tu amor y mi esperanza eran mentira!
Me circundan tinieblas… ¡y son luz!
VIII
“Muere el hombre y no torna a levantarse…”
¡No revive jamás!
Bardo, recoge tu corona santa,
Y por quien dijo a Lázaro, ¡levanta!
La gloria en tu sepulcro llamará.
HIMNO DE GUERRA COLOMBIANO
Ya de Apure hasta el Plata retumba
De la lid pavorosa el fragor:
De Miranda, Cabal y Bolívar
¡Ved izado de nuevo el pendón!
Coro
Allá en la humareda
Lo alumbra el cañón;
¡Allí por la Patria
Morir vencedor!
¡Libertad! ¡Libertad! En el campo
Antes muertos que esclavos, caer:
¡A la carga postrera, valientes!
¡Colombianos invictos, Venced!
Coro
¡O libres o muertos!
La lid de Dios es:
¡Maldad, son esbirros
Feroces de un rey!
¡Gloria! ¡Oh gloria! De América libre
La frente radiosa de olivos orlad;
Y perdón generoso al vendido:
¡Es dos veces vencer, perdonar!
Coro
¡Victoria! ¡Victoria!
Tu genio inmortal,
Bolívar amado,
¡Nos dio libertad!
Biografía:
Jorge Isaacs es uno de los escritores más importantes de la literatura colombiana y latinoamericana. Su novela María, publicada en 1867, es considerada una obra maestra del romanticismo y una de las más leídas en español. Pero además de novelista, Isaacs fue poeta, dramaturgo, periodista y político, y tuvo una vida llena de aventuras, pasiones y desafíos.
Isaacs nació el 1 de abril de 1837 en Santiago de Cali, en el seno de una familia acomodada pero diversa. Su padre era George Henry Isaacs, un judío inglés originario de Jamaica, que se dedicaba al comercio y a la agricultura. Su madre era Manuela Ferrer Scarpetta, una criolla descendiente de españoles e indígenas. Isaacs fue el tercero de catorce hijos y recibió una educación esmerada en Cali, Popayán y Bogotá.
Desde joven mostró interés por la literatura, la ciencia y la política. Participó en dos guerras civiles: en 1854 contra la dictadura del general José María Melo y en 1860 contra el general Tomás Cipriano de Mosquera, que se había rebelado contra el gobierno conservador. En 1856 se casó con Felisa González Umaña, con quien tuvo siete hijos.
En 1861 murió su padre y tuvo que hacerse cargo de los negocios familiares, que estaban endeudados por la crisis económica y política del país. Intentó salvar las haciendas “La Rita” y “La Manuelita”, pero no lo logró y tuvo que venderlas. Fue entonces cuando empezó a escribir su novela María, inspirada en su amor juvenil por María Mercedes Cabal, que había muerto de tuberculosis.
María es una historia de amor trágico entre dos primos, Efraín y María, que crecen juntos en el Valle del Cauca y se enamoran, pero son separados por el destino. La novela refleja el paisaje, la cultura y la historia de Colombia en el siglo XIX, así como los ideales románticos de libertad, pasión y naturaleza. La novela tuvo un éxito inmediato y se tradujo a varios idiomas.
Isaacs también escribió poesía, teatro y ensayo. Publicó su primer libro de Poesías en 1864, con el apoyo del grupo literario “El Mosaico”, al que pertenecía. Escribió varios dramas históricos, como Saulo (1869), Efraín (1870) y Las tres tazas (1872). También colaboró con varios periódicos y revistas como El Comercio, El Correo Nacional y La República.
Su actividad política fue intensa y cambiante. Fue diputado por el Estado del Tolima en el Congreso de 1868 y 1869. En ese año pasó del partido conservador al partido liberal radical, lo que le causó muchos enemigos y críticas. Fue secretario de gobierno del Cauca y de hacienda en 1870. En 1871 fue nombrado cónsul general de Colombia en Chile, donde conoció a importantes intelectuales como Domingo Faustino Sarmiento y José Victorino Lastarria.
Regresó a Colombia en 1873 y se dedicó a la educación pública en Cali. Fundó varias escuelas e impulsó la enseñanza de la mujer, la agricultura y los oficios. En 1876 fue elegido presidente del Estado Soberano de Antioquia, pero renunció al año siguiente por problemas políticos. En 1880 fue nombrado gobernador civil y militar del Chocó, pero también renunció al poco tiempo.
Su última década de vida estuvo marcada por la pobreza, la enfermedad y el olvido. Sufrió de paludismo, que contrajo durante su trabajo en el camino entre Buenaventura y Cali. Vivió en varias ciudades como Medellín, Bogotá e Ibagué, buscando apoyo económico y reconocimiento literario. Murió el 17 de abril de 1895 en Ibagué, a los 58 años.
Jorge Isaacs dejó una obra literaria que lo consagra como uno de los grandes autores de la lengua española. Su novela María es un clásico de la literatura universal, que ha sido adaptada al cine, al teatro y a la televisión. Su poesía y su teatro son testimonios de su sensibilidad, su talento y su compromiso con su país. Su vida fue una aventura de amor, guerra, política y literatura, que merece ser recordada y admirada.