Poetas

Poesía de Francia

Poemas de Jean Cocteau

Jean Cocteau (Maisons-Laffitte, Francia; 5 de julio de 1889 – Milly-la-Forêt, Francia; 11 de octubre de 1963) fue un poeta, dramaturgo, escritor, crítico de arte, ensayista, pintor, director de cine y diseñador francés. Perteneciente a una importante familia burguesa, fue un personaje clave de la vanguardia artística y literaria del siglo XX. Creador polifacético e inagotable como poeta, novelista, autor dramático, dibujante, pintor, escenógrafo, crítico y cineasta, influyó notoriamente en el desarrollo de la cultura francesa. Falleció en 1963.

El Cabo de la Buena Esperanza

Entre 1915 y 1917 Jean Cocteau compuso este poema, en algunos aspectos
según los principios de la escuela Dada. El personaje central es Roland Garros,
primer vencedor del Mediterráneo, muerto en combate en 1918.

23 septiembre 1913
aeródromo de Túnez

una seria turba árabe, francesa prevenida
por los radiotelegramas hormiguea Islam el calor
negrillos en los árboles el vendedor
de buñuelos con miel el severo servicio de orden
los reporteros los fotógrafos
seis mil espectadores
caras mirando hacia occidente esperan
prestos al entusiasmo
por una liza
el anuncio espléndido

el-joven -que-ha -cruzado-el-mar

tres torpederos
chafados en su baba

El poeta es exacto. La poesía es exactitud…

El poeta es exacto. La poesía es exactitud. Desde Baudelaire, el público ha comprendido, poco a poco,
que la poesía es uno de los medios más insolentes de decir la verdad.
No existe arma de mayor precisión; y para defenderse, con una defensa instintiva, de la angustia de la
exactitud y de las claridades reveladoras, se obstinan las gentes en confundir la poesía con la mentira,
la viveza de espíritu con la paradoja.
¿Para qué referir una historia que no lleve en sí el peso inimitable de la verdad? ¿Para qué Memorias
imaginarias, falsas anécdotas, frases que se equivocan de labios y recuerdos pintorescos? El peso muerto
de la inexactitud abruma de fatiga.
Muy distinto es el haz de luz de un proyector, que se pasea por la superficie de esa noche acumulada
detrás de cada uno de nosotros y que se detiene sobre un rostro, un acto o un lugar significativos, de forma
que les dé el máximo de fuerza expresiva y de resurrección.[…]

1934-1935. Un telón cae, un telón se levanta. La vida ha muerto, viva la vida! Ha muerto una época, que he
vivido desde su comienzo intensamente, pero contra toda mi voluntad; mis antenas me anuncian que
empieza una era nueva en la que entreveo la nobleza cuyos signos me agradan. Aprovecho unos minutos de
entreacto para levantarme, descansar, volverme y pasear mi anteojo. […]

Un señor, cuya papel de cartas se embellece con profusión de lugares comunes grabados: Legión de Honor…,
Palmas Académicas… , teléfono… , telégrafo… , me censura el empleo de lugares comunes que ruedan por
todas partes. Yo enrojecería de vergüenza si el periodismo no me diera el ejemplo y el estilo frívolo que
exige no comportase el uso de tales términos; unos, sin excusa; otros, magníficos, firmes en sus pedestales
de mármol puro, verdaderas obras maestras de los siglos. ¿Nacieron alguna, vez? ¿Salieron, sin padre, del
fondo de las excavaciones?
Un agricultor encuentra los brazos de la Venus de Milo. ¿A quién pertenecen? ¿A la Venus de Milo o al
agricultor? Pertenecen al mito. Se abrazan al cuello de la poesía. Son serpientes blancas que tienen vida propia.
¡Qué delicia emplear los: «No obstante », “En resumen », «Por lo demás… », «Aparte de », «En una palabra »
que se ensamblan ellos solos como fragmentos de un puzzle!
Perdóname, lector. Compréndeme. Ayúdame. Juega conmigo. No te quedes en pie delante de mi mesa.
Conviene escribir y leer juntos esta prosa con plantilla y por retazos.

Fruto

Un farol dominguero
madurado por el viento
puede incendiar las ramas.
Debe recogerse antes.

Hay gentes que lo poseen todo…

Hay gentes que lo poseen todo y no consiguen hacerlo creer; ricos tan pobres y nobles tan vulgares
que la incredulidad que suscitan acaba por hacerlos tímidos y les da una actitud sospechosa.
En algunas mujeres, las más hermosas perlas resultan falsas. En cambio, en otras las perlas falsas parecen
verdaderas. De igual modo, hay hombres que inspiran una confianza ciega y que gozan de privilegios
que no podrían pretender. Guillermo Tomás pertenecía a esa raza de ventura.
Se le creía. No necesitaba adoptar precaución alguna ni hacer ningún cálculo. Una estrella de mentira le
llevaba derechamente a su objeto. Así, nunca tenía el rostro preocupado, turbado ni ceñudo. No sabiendo
nadar ni patinar, podía decir: «Yo patino y yo nado.» Todos le habían visto sobre el hielo y en el agua.
Un hada especial da esa suerte en el nacimiento.
Hay algunos que triunfan y a cuya cuna no acudió más hada que esa.
Nunca se le ocurrió a Guillermo hacer su examen y pensar: «¿Cómo saldré de esto?», o «Estoy engañando»,
o «Soy un miserable», o «Soy un hombre hábil».
Caminaba estrechamente unido a su fábula.
Cuanto más vivía su papel, más se incorporaba a él y más le aportaba ese fuego y esa franqueza que persuade.

Mediodía

El sol cae aplomado

El pájaro
Alcanzando su sombra
Se posa dulcemente sobre ella
En Bizerte

Y un campesino corre…

Oda a Picasso (fragmento)

Recuerdo de Montparnasse

«Oh mi bella»

los sitios de sombra

fuma su pipa

sentado en sí
y contra sí

cita en casa de Nadar
con
la eternidad

el oro del hielo
gira alrededor

del domador

de musas
que cuelga

una cacerola
al perro de la troupe

a su vez amordazado
medita
un golpe bajo

una zancadilla
inesperada
pues

habiéndose
bufado de ellas

fue
hecho prisionero
en su ronda terrible

y allí
busca

por
donde
salir

Un amigo duerme

Tus manos por las sábanas eran mis hojas muertas. Mi otoño era un amor por tu verano.
El viento del recuerdo resonaba en las puertas de lugares que nunca visitáramos.

Permití la mentira de tu sueño egoísta allá donde tus pasos borra el sueño. Crees estar donde estás.
Qué triste nos resulta estar donde no estamos, así siempre.

Tu vivías hundido dentro de otro tú mismo, abstraído a tal punto de tu cuerpo que eras como de piedra.
Duro para el que ama es tener un retrato solamente.

Inmóvil, desvelado, yo visitaba estancias a las que nunca ya retornaremos.
Corría como un loco sin remover los miembros: el mentón apoyado sobre el puño.

Y, cuando regresaba de esa carrera inerte, te encontraba aburrido, con los ojos cerrados,
con tu aliento y con tu enorme mano abiertos, y tu boca rebosante de noche…